La embajadora Consuelo Femenía y Pedro Duque: meses sin verse por el covid

Un Consejo de Ministros no deja de ser un ecosistema curioso, representante a mínima escala de las distintas casuísticas que están viviendo los españoles por el coronavirus. Los habrá que estén hasta el gorro de verse, entre el confinamiento casero y el trabajo, y los habrá que estén viviendo con algo de pesadumbre personal el hecho de no poder abrazar a sus familiares porque estén en otras provincias o en otros países. Es el caso del ministro de Ciencia e Innovación, Pedro Duque, casado con Consuelo Femenía, la embajadora española en la república de Malta.

Femenía es una de las embajadoras que, con la pandemia, ha visto cómo su trabajo se convertía en un día a día repleto de urgencias, desde las primeras repatriaciones de escolares que habían quedado 'atrapados' en suelo maltés al rompecabezas del turismo en el que estamos hoy. Las autoridades maltesas anunciaron en un principio que abrirían su aeropuerto internacional a partir del 1 de julio, pero solo a 19 países entre los que no se encontraba España. Horas después actualizaron el listado y por fin aparecía nuestro país. Eso sí, con la excepción de la Comunidad de Madrid, Cataluña, Castilla-La Mancha y Castilla León. Además, todos los viajeros que lleguen a Malta deberán guardar cuarentena obligatoria de 14 días.

Femenía ha estado al pie del cañón desde que se decretara el confinamiento (hay varios mensajes de agradecimiento en las redes) desde su residencia en La Valeta. Allí será también, "tranquila y en casa", como celebre hoy su 55 cumpleaños. Ya queda menos para el deseado reencuentro familiar tras meses sin contacto físico por la pandemia. La embajadora, sus dos hijos y su marido han vivido en propia carne la separación a la que se han visto obligadas muchas familias por las restricciones de movimiento. "¿Cómo vive el confinamiento?", le preguntaba un periodista de 'El Periódico' al ministro Duque hace unas semanas. "Aunque a veces tengo que salir para ir al Ministerio, a la Moncloa o a visitar algún centro de investigación, la mayor parte del tiempo estoy en casa trabajando, con videoconferencias y por teléfono". La tecnología también ha servido para mantener el contacto familiar.

El exastronauta ha permanecido en Madrid desde que se decretó el estado de alarma. "Es lo que había que hacer", asumió. "A Alicante y a Xàbia iré en cuanto pueda. Estoy deseando, como pueden suponer, pero estoy como todos en ese sentido". En Xàbia está la casa familiar. El lugar donde nació y se crió la embajadora Consuelo Femenía, una licenciada en Derecho que ha desarrollado una brillante carrera diplomática desde que ingresó en 1992.

Consuelo Femenía ha sido directora de Cooperación para América Latina y Caribe en la AECID y vocal asesora para Diplomacia Digital. La embajadora estuvo destinada en las representaciones de España en la Federación Rusa, Nicaragua y Países Bajos. Fue en Moscú donde conoció al que ahora es su marido, Pedro Duque, que ya había estado casado en primeras nupcias y tiene un hijo de aquel primer matrimonio. La diplomática fue embajadora de Letonia entre 2011 y 2014 (en su cuenta abandonada de Facebook aún quedan restos de su paso por Riga). Antes de que Rajoy la nombrara titular de la embajada de Malta, desempeñaba el cargo de subdirectora general de Comunicación Digital y Diplomacia Pública en el Ministerio de Asuntos Exteriores y de Cooperación. El nombramiento, por cierto, se produjo diez días antes de que se celebrara la moción de censura que puso a Pedro Sánchez al frente del Gobierno. Y, como consecuencia, de que su marido se convirtiera en ministro.

¿Arrepentido?

No hace mucho, en una entrevista con el diario 'Público' le preguntaron a Pedro Duque si no se había arrepentido de darle el sí a Sánchez. "Son sentimientos ambivalentes los que uno tiene cuando se levanta, cuando se acuesta y dependiendo de cómo haya pasado el día... Pero también son muchos años viendo a otros países y viendo a España; son muchos años de pensar que en este país la innovación y la investigación necesitaban una reforma; y tenía que ser una reforma importante, un gran impulso. Es verdad que sin demasiada preparación política, en un determinado momento me llaman y me dan la oportunidad de hacer las reformas que yo siempre he dicho que hay que hacer. Al cabo de un tiempo de reflexión, porque todo el mundo sabe que esto representa una cierta hipoteca de la trayectoria que uno hubiera podido tener y que, sin duda, habría resultado menos controvertida, acepté. Porque si ninguno de los que entendemos de determinadas cosas nos ponemos en la dirección del país sobre la gestión de esas cosas, nunca llegaremos a nada. Personalmente, me influyó mucho el tiempo en que estuve con John Glenn [astronauta de la NASA y senador demócrata en EEUU, fallecido en 2016], que siempre nos repetía: 'Si no conseguimos que la gente decente se meta en política, va a ser muy difícil que arreglemos los países".

El ministro y la diplomática tienen dos hijos en común, un biólogo y una licenciada en Derecho con intereses medioambientales. Los jóvenes hablan seis idiomas y sus currículos son un mapa de Europa de instituciones educativas. La suya es, a pesar de todo, una familia acostumbrada a las distancias.