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Kiko Rivera e Isabel Pantoja: a pegarse
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INJUSTIFICABLE

Kiko Rivera e Isabel Pantoja: a pegarse

Incluso dándole la razón a muchas de las reclamaciones exhibidas por el hijo, no alcanzo a ver la justificación de esas ganas incontenibles de pegarse con su madre

Foto: Kiko Rivera e Isabel Pantoja, en 'GH Dúo'. (Mediaset)
Kiko Rivera e Isabel Pantoja, en 'GH Dúo'. (Mediaset)

Voy a dar mi opinión desde el principio: es más feo que pegar a un padre. No lo digo por el desconcertante resultado que siempre me ha provocado la comparación anatómica con sus hermanos, sería muy ventajista por mi parte y además podría dejar a mis ojos al pobre, y monje agustino, Mendel -y a todos sus trabajos sobre la herencia genética- a la altura de los actuales terraplanistas.

De hecho no se refiere mi comentario al aspecto físico del dj, Kiko Rivera, a pesar de sus elecciones estilísticas empeñadas en destacar los aspectos más discordantes de su cuerpo con lo que sería un deportivo y saludable canon de belleza actual. Dios me libre de caer en el aspectismo, o discriminación por el físico, del que por cierto parece que Telecinco va renegando visto como ha bajado la media de chicas guapas al frente, o al lado, de sus programas de más audiencia en los últimos años.

Foto:  Isabel Pantoja y Kiko Rivera. (Mediaset)

Confieso que no todos los aspectismos me resultaban tan malos cuando disfrutaba de la mayoría de las presentadoras y presentadores –hablamos de estética y belleza, no de otra cosa- de los ya lejanos años noventa y que seguro tampoco le parecieron mal en aquella época a los accionistas de la cadena de las “mama chicho”.

placeholder Kiko Rivera, en 'Viva la vida'. (Telecinco)
Kiko Rivera, en 'Viva la vida'. (Telecinco)

La reflexión sobre la evidente decadencia de la imagen presente en la televisión de hoy nos llevaría a la discusión sobre la rentabilidad de la belleza inocente y picarona de hace treinta años frente a la fealdad global, intelectual, malsana y carroñera de la actualidad y desembocaríamos en otro tema que quizá ahora no venga nada a cuento.

Me refería a que más feo que pegar a un padre solo puede haber una cosa: hablar mal de tu madre. Rectifico, puede haber una cosa peor, mucho peor. Hablar mal de tu madre en público. Perdón, lo supero. Ahora que lo pienso, hablar mal de tu madre a unos ocho o nueve millones de personas, que es lo que calculo que suma la audiencia acumulada de todos los programas que yo prohibiría por razones humanitarias y por garantizar a medio plazo la supervivencia de nuestra especie, es lo peor de lo peor.

Podría añadir para consolidar el primer puesto de despellejar a quien te trajo al mundo en el listado de mezquindades familiares, el cobrar por ello, pero creo que no es necesario desgranar más detalles del barro que está inundando la parrilla televisiva estas semanas para que quede suficientemente acreditada la medalla de oro del desagradecimiento.

Resulta relevante el puesto que acredito en una sociedad en el que ser desagradecido y demostrárselo a tus padres, a tus profesores o a través de tus comentarios de twitter es el punto de partida de la inmoralidad a la que nos ha condenado la bonanza de la que han disfrutado las últimas generaciones, entre las que, muy a mi pesar, me incluyo.

placeholder Kiko Rivera, en el 'Deluxe'. (Mediaset)
Kiko Rivera, en el 'Deluxe'. (Mediaset)

No soy padre y, que yo sepa, tampoco madre, pero siempre he creído en el vínculo milagroso que genera salir de dentro de alguien y que se consolida con la extrema dependencia a la que nos somete la naturaleza durante muchos años y que se transforma en ese misterioso sentimiento que es el apego. El apego es un concepto ampliamente estudiado en ramas de la ciencia tan dispares como la psicología o la biología ya que es un elemento imprescindible de la supervivencia y un vínculo común a casi todas las formas de vida, más presente cuanto más evolucionadas las especies, y especialmente desarrollada en el ser humano. Apegarse a tu madre es un hecho casi tan inevitable como recíproco. Tú, como bebé, no tienes narices a valerte por ti mismo y tratas de desarrollar un vínculo emocional que garantice tu supervivencia con esbozos de sonrisa y un físico suficientemente indefinido como para permitir a cualquiera asegurar que te pareces a tu padre o a tu madre, o a quien sea necesario, para poder seguir mamando por mucho que molestes con tus lloros.

La madre inundada de hormonas perfectamente combinadas suple químicamente la tentación -ante el cúmulo de exigencias del neonato- de tirarte por la ventana por un amor incondicional e infinito que no se resiente lo más mínimo ni después de tres meses seguidos sin dormir, ni de siete kilos que antes no estaban, ni de un trabajo doméstico extra y gratuito que, si fuera justamente remunerado, nos haría a todos tener una madre inversionista o promotora inmobiliaria.

placeholder Isabel Pantoja y Kiko Rivera. (Mediaset)
Isabel Pantoja y Kiko Rivera. (Mediaset)

Es verdad que el apego es un proceso acotado en el tiempo y que no tiene que durar eternamente. Circunstancias miles pueden distanciar y enfriar la relación de una madre con su hijo. No me atrevería yo a defender una estadística que identifique el lado débil del eslabón del cariño, ni siquiera en estos tiempos en los que identificamos como “síndrome del emperador” la posición de fuerza que muchos hijos manifiestan ante sus padres para cubrir sus deseos más banales y que todos hemos identificado en el comportamiento de los niños de varios amigos en esas, a veces insufribles, comidas de terraza de domingo. Es verdad que hay madres que también se merecerían de vez en cuando un azote, entiéndase el contexto, para retomar el camino casi místico de la maternidad que, por otro lado nunca ha estado al alcance de todos. Confío que en estos tiempos de disrupción familiar se mejoren los ratios de éxito en la excelencia maternal de madres, madras y madros.

placeholder Kiko Rivera, en 'Cantora, la herencia envenenada'. (Telecinco)
Kiko Rivera, en 'Cantora, la herencia envenenada'. (Telecinco)

Volviendo a lo de pegarse, tampoco se me escapa la inmoral compensación económica, inalcanzable por otros medios, para un dj en tiempos de pandemia, que genera el escarnio público de tu propia madre, Isabel Pantoja. Aun así no creo justificable el contenido de esos programas ni la exhibición nauseabunda del detalle en el reproche. Asumiendo que, quien fruto del amor te albergó en tu vientre, fuera de esas descarriadas que no te dieron al crecer todo lo que tu querías, que te sisó tu paga o tus bienes, que no honró del todo la memoria de tu padre y que encima te deja, para tu propio escarnio y vergüenza, seguir saliendo en la tele para que España entera sepa qué tipo de persona eres.

Aunque quien te dio a luz sea ahora incapaz de llamarte al móvil, aun retándola mirando a la cámara en prime time... Aunque quien diera célula a célula forma a tu cuerpo -y para quien fueras una vez su niño del alma- haya sido incapaz de inculcarte una mínima educación que te obligue a solventar en privado las deficiencias que te han arrastrado a ser lo que demuestras ser en cada entrevista que concedes, o monetizas… Incluso dándole la razón a muchas de las reclamaciones exhibidas por el hijo no del todo bien tratado visto lo global del resultado, no alcanzo a ver la justificación de esas ganas incontenibles que anda alguno publicitando de pegarse con su madre.

Voy a dar mi opinión desde el principio: es más feo que pegar a un padre. No lo digo por el desconcertante resultado que siempre me ha provocado la comparación anatómica con sus hermanos, sería muy ventajista por mi parte y además podría dejar a mis ojos al pobre, y monje agustino, Mendel -y a todos sus trabajos sobre la herencia genética- a la altura de los actuales terraplanistas.

Kiko Rivera Isabel Pantoja
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