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Meghan Markle a Kiko Rivera: “Sujétame el cubata”
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Meghan Markle a Kiko Rivera: “Sujétame el cubata”

Soy intransigente con el deseo de revancha y con la falta de respeto. Con los seres desagradecidos, autocomplacientes y egocéntricos

Foto: Ilustración de Meghan Markle. (Jate)
Ilustración de Meghan Markle. (Jate)

Meghan Markel nos ha sacado los colores. Y no me refiero a que haya exhibido en público un catálogo de la corporación Pantone a cuenta de la piel de su hijo, parece que sometida a investigación prenatal en la corte a la que por consorte y con poca suerte decidió pertenecer. Me refiero a que me ha ruborizado y espero que nos haya ruborizado a todos. Aunque intuyo, más que probable, que la elevación de riego sanguíneo en las mejillas de todos los españoles, que no hemos podido evitar ver su famosa entrevista, ha podido venir causada por muy distintas apreciaciones en torno a esas, más que morbosas, imágenes.

Foto: Diana y Harry. (Cordon Press)

Me encuentro en el grupo en el que se siente vergüenza ajena por la obscena exhibición de los problemas del primerísimo mundo. Ese en el que la fina piel de los que la forman, más allá de sus colores –confío- sufren de forma ostensible con lo que para la mayoría de nosotros sería motivo en realidad de celebración, orgullo y felicidad. La pertenencia al privilegio históricamente conformado y aceptado de ser familia de mando y riqueza en una de las naciones más poderosas y relevantes del mundo está claro que no es una elección. Para el que por cruce aleatorio de cromosomas aparece de repente con apellido Windsor sobre la faz de la tierra, la condena de su linaje es comprensible que pueda suponer una carga inaceptable con su crecimiento y desarrollo personal.

placeholder Los Sussex en una imagen de archivo. (Reuters)
Los Sussex en una imagen de archivo. (Reuters)

Entiendo la voluntad, con seguridad precedida de la influencia de su amada, de abandonar las responsabilidades que inevitablemente el privilegio lleva aparejadas. Comprendo que tu pareja, con una educación en dirección contraria al valor del abolengo, fuerce la ruptura completa de los lazos laborales que te impone tu familia e incluso dinamiten, aunque esto lo entiendo menos, la ruptura de los lazos familiares que te impone tu trabajo. Todas las empresas en torno al mismo apellido, no importa sector o tamaño, tienen los mismos fundamentales e históricamente muchos conflictos de sangre, o “sangre política”, son los que las destruyen. Casos varios conocemos y muchos están de moda.

Entiendo el derecho de elección en libertad que, incluso en las familias reales, es el gran logro de nuestros tiempos. La respeto y la aplaudo con el entusiasmo de ver mejorar nuestra sociedad en esos aspectos y consciente de que no es un derecho aún universal ni mucho menos. Soy menos condescendiente con la debilidad sobrevenida por el exceso de protección y el crecimiento endeble que provoca el tránsito de caminos demasiado fáciles en la vida, pero en eso, mi criterio, no sé si tiene sustento. Pero soy intransigente con el deseo de revancha y con la falta de respeto. Con los seres desagradecidos, autocomplacientes y egocéntricos. Y desde luego, piensen lo que sufro en estos tiempos, soy intolerante a la exhibición pública del desafecto, a la manifestación malsana del rencor, sin un objeto concreto más allá del mercantil o del de darle alimento al inmaduro despecho.

placeholder Meghan Markle durante la entrevista concedida a Oprah Winfrey. (Reuters)
Meghan Markle durante la entrevista concedida a Oprah Winfrey. (Reuters)

Pues todo eso me pareció el contenido del panfleto que, más allá del mezquino logro de la remuneración, me sonó a victimismo, vidas fáciles y a adolescente falta de compromiso. Si de verdad esas prácticas prepotentes o racistas, marcan el pulso de las relaciones de palacio me parecería mucho más maduro y honrado lidiar con ellas pisando con tus nobles convicciones la arena de ese ruedo enmoquetado y palaciego. No gritando desde un palco las maldades del morlaco. Más bien al contrario, luchar con uñas y dientes y hacer virar desde dentro las malas costumbres o tratos que sus miembros estén dando a familiares más flojos y a súbditos, que son decenas de millones y muchísimos no blancos.

Indignación por la cobardía de ella de dar pasos atrás desde posición tan avanzada en la guerra de seguir mejorando la integración y la calma en los reinos y gobiernos de este mundo complicado y poder inaccesible. Enfado de no verle capaz al hermano, herido de menosprecio –no es una herida mortal-, de aguantar esa presión que imponen las maquinarias de las familias afectas a misiones tan extrañas como ostentar representación de voluntad popular y popularidad, en el fondo, voluntaria. Vergüenza ante la traición a la memoria de una madre que inició ese camino de cambiar la tradición cuando la tradición perjudicaba y que aguantó mucho más, más sola, con peores elementos en su contra y fatídico desenlace, que los poquísimos meses que han aguantado juntos y bien arropados los propios duques de Sussex. Imitándola a destiempo y con menores motivos flaco favor le han hecho a su imborrable memoria.

Pero creo que la mayoría de la indignación en nuestro país ha aflorado por un análisis me temo que más bizarro. Indignación justificada por la copia sin parangón y ofensiva, por el inverosímil desparpajo, con el que ambos dos han imitado el conflicto estrella patrio. Ese de Kiko Rivera poniendo a caldo a su madre. Ese del hijo despechado que empieza a contar verdades que son verdades de parte tan ariscas de escuchar como probablemente improbables. Ese del que corta en pedacitos a aquel que le trajo a la vida y se los echa a las fieras hambrientas y de naturaleza caníbal que parece que tanto animan el virtual e inabarcable zoo que son ya hoy sin remedio la “mass” y la “social media”.

placeholder Jorge Javier Vázquez y Kiko Rivera en el 'Deluxe'. (Mediaset)
Jorge Javier Vázquez y Kiko Rivera en el 'Deluxe'. (Mediaset)

Hay que reconocer que lo han hecho bien los cabrones. Multiplicando por cien los dineros, las audiencias. Con Oprah en vez de Jorge Javier Vázquez –hasta me sale una sonrisa con la comparación-. Metiendo temas de moda en las tertulias más sucias. Que si el color de la piel, que el “mobbing”, que me suicido…

Con el ligero matiz de que el finado fue la madre del insultante, la dimensión que ha tomado la repercusión del lío parece que hubieran venido de un: “Kiko, ¿Cuánto has dicho que cobraste? ¿Qué dices? ¿Que no lo supero? Espera… estate atento… y sujétame el cubata”.

Meghan Markel nos ha sacado los colores. Y no me refiero a que haya exhibido en público un catálogo de la corporación Pantone a cuenta de la piel de su hijo, parece que sometida a investigación prenatal en la corte a la que por consorte y con poca suerte decidió pertenecer. Me refiero a que me ha ruborizado y espero que nos haya ruborizado a todos. Aunque intuyo, más que probable, que la elevación de riego sanguíneo en las mejillas de todos los españoles, que no hemos podido evitar ver su famosa entrevista, ha podido venir causada por muy distintas apreciaciones en torno a esas, más que morbosas, imágenes.

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