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Pablito Calvo ('Marcelino, pan y vino'): la tragedia del niño que salvó a su familia
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un clásico de semana santa

Pablito Calvo ('Marcelino, pan y vino'): la tragedia del niño que salvó a su familia

Fue el niño más famoso del cine español internacionalmente, pero falleció con apenas 51 años de un derrame cerebral

Foto: Pablito Calvo, en la década de los 50. (Getty)
Pablito Calvo, en la década de los 50. (Getty)

Imaginen la escena: la figura de un Cristo colgado de una cruz de madera cobra vida. El único testigo del milagro es un niño que no levanta dos palmos del suelo. "¿Sabes quién soy?". "Sí, eres Dios". Cuando millones de españoles vieron ese diálogo entre Dios y un tierno infante no pudieron reprimir las lágrimas. No solo ellos, ya que la película, 'Marcelino, pan y vino', dio, literalmente, la vuelta al mundo cuando se estrenó en 1954. Además, ganó el Oso de Oro en el Festival de Berlín y en Cannes obtuvo una mención especial para su protagonista, el pequeño Pablito Calvo.

Aunque su nombre no diga demasiado a las nuevas generaciones, Pablito llegó a ser el niño prodigio más famoso del cine de una España que olía a sacristía y sabía a pan bendito. Hace más de veinte años desde que murió con apenas 51 años a causa de un derrame cerebral. Se fue siendo consciente (como demostraron sus visitas al célebre 'Cine de barrio' de TVE) de haber formado parte de la memoria sentimental de todo un país. También de ser el rostro que hemos visto muchas Semanas Santas en la programación televisiva.

placeholder Cartel de 'Marcelino, pan y vino'.
Cartel de 'Marcelino, pan y vino'.

Ahora que Netflix y Marvel hacen incomprensible a los niños estrella (cercano está ese Goya de Honor para Pepa Flores), la historia de Pablo Calvo resulta atípica y refleja toda una época que ya es historia. Al contrario que muchos de sus coetáneos, el pequeño no era especialmente hábil bailando o cantando. Nacido en 1948 y descendiente de una familia humilde, fue su abuela la que se empeñó en llevarle a un casting en el que se buscaban "niños con cara de santo". El resultado: fue elegido entre cientos de niños para protagonizar la adaptación del cuento de José María Sánchez Silva dirigida por Ladislao Vajda. De repente, se convirtió en Marcelino, ese niño que vivía en un monasterio y lograba comunicarse con el mismísimo Cristo crucificado; una figura religiosa que lo acababa 'llevando' con su madre al otro mundo en uno de los finales más lacrimógenos que ha parido el cine español. Hoy puede sonar desquiciado. En la España de los años 50, hizo llorar a todo el mundo.

Pablito llegó a ser recibido por el mismísimo papa Pío XII, que lo recibió en audiencia privada. Cuentan que, cuando iba camino de la Sala del Trono papal, la guardia suiza lo recibió con honores como si se tratase de un auténtico rey. El mejor momento de aquel encuentro fue aquel en el que el Papa dio al niño un rosario para que lo llevase en su primera comunión.

Hace más de dos décadas, un Calvo adulto le contó al periodista Manuel Román cómo fue la experiencia de convertirse en un pequeño ídolo de la pantalla. "Había muchos niños que querían ese papel, pero las pruebas las gané yo. Creo que me pagaron unas cinco mil pesetas nada más, pero yo me lo pasé muy bien. Para mí era como jugar. Obedecía cuanto me pedía el director. Estuvimos en los estudios Chamartín de Madrid y en varios pueblos, El Espinar (Segovia) y La Alberca (Salamanca). La voz me la dobló una locutora de Radio Madrid, Matilde Vilariño", narró él mismo.

Tras su debut, acabó protagonizando películas que todavía hoy se consideran joyas, como 'Mi tío Jacinto' y 'Un ángel pasó por Brooklyn', también a las órdenes de Vajda. Pero, como ocurre con todos los niños celebrity, fue perdiendo su inocencia y haciéndose mayor. El tiempo acabó echando el freno a su éxito y él, que había sacado a su familia de la pobreza gracias a sus personajes, tuvo que mirar hacia nuevos horizontes. Los encontró estudiando la carrera de Ingeniería Industrial. También fue regente de un negocio de calefacción y vio cómo la España de la Transición se olvidaba de su Marcelino, del Cristo y de aquellos frailes en blanco y negro que solo volvían, de cuando en cuando, a la programación televisiva de Semana Santa.

placeholder Pablito Calvo, en el Festival de Cannes de 1955. (Cordon Press)
Pablito Calvo, en el Festival de Cannes de 1955. (Cordon Press)

A principios de los 70 conoció a la que sería su mujer, Juana Olmedo, con la que abrió una boutique y después un negocio de hostelería. Acabó sus días vendiendo inmuebles en Torrevieja, localidad a la que se trasladó con Juana y el hijo (también llamado Pablo) que ambos tuvieron en común. Nunca se quejó del olvido de la profesión ni se adjudicó protagonismos que no le correspondían. Al compañero Román también le contaba que no era demasiado dado a volver a ver la película que lo convirtió en leyenda. "En su día ya tuve que verla muchas veces por obligación. Las primeras veces me dormía y me sacaban del cine en brazos porque era muy pequeño".

placeholder Pablito Calvo, en 1980. (Cordon Press)
Pablito Calvo, en 1980. (Cordon Press)

La noche del 1 de febrero, un aneurisma cerebral acabó con su vida cuando le faltaban unos días para cumplir 52. Unos días después, su mujer declaró a la revista '¡Hola!' que, para ella, "no era un actor. Era el hombre que me hizo feliz durante los veintitrés años que hemos estado casados". Para el resto de gente, sin embargo, siempre será ese niño angelical que insufló fe a los españolitos de la posguerra. Los que fueron niños en aquella España en blanco y negro, misas y crucifijos tampoco lo olvidarán fácilmente.

Imaginen la escena: la figura de un Cristo colgado de una cruz de madera cobra vida. El único testigo del milagro es un niño que no levanta dos palmos del suelo. "¿Sabes quién soy?". "Sí, eres Dios". Cuando millones de españoles vieron ese diálogo entre Dios y un tierno infante no pudieron reprimir las lágrimas. No solo ellos, ya que la película, 'Marcelino, pan y vino', dio, literalmente, la vuelta al mundo cuando se estrenó en 1954. Además, ganó el Oso de Oro en el Festival de Berlín y en Cannes obtuvo una mención especial para su protagonista, el pequeño Pablito Calvo.