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Pablo Iglesias, descabellado
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CORTARSE LA COLETA

Pablo Iglesias, descabellado

Gracias porque esta retirada, este corte de coleta, puede ayudar a que no haya tantas banderillas negras, tantas puyas y estocadas

Foto: Pablo Iglesias. (Foto: Ilustración)
Pablo Iglesias. (Foto: Ilustración)

A toro pasado, y viéndolo desde la barrera, me encantaría darle la puntilla, al menos en mi cabeza, a tan astifino asunto. Acudiendo al quite de mi propia dependencia de esta actualidad cabestra, cojo el toro por los cuernos y entro al trapo, con el morro por el suelo, del tema con el que hemos tenido todos que lidiar esta semana: el ponerse el mundo por montera de Don Pablo, que ha llenado hasta la bandera la prensa de esta semana.

Gracias Sr. Iglesias por cortarse la coleta. No parte el agradecimiento del regocijo de que abandone usted sus tareas de gobierno como quien toma el olivo. No soy alguacil con mando en plaza como para pontificar y dar o quitar orejas en función de mis propios y casi seguro despistados conocimientos o gustos. Me circunscribo normalmente al derecho y obligación de obediente ciudadano y agito el pañuelo cada vez que me lo piden. Eso sí, lo hago en secreto y, en general a estas alturas, con bastante menos emoción y entusiasmo en mi colegio electoral que en el tendido de una plaza de toros.

Foto: La nueva imagen de Pablo Iglesias. (Dani Gago)

Partiendo de la consideración de que el sentir popular en torno a su profesión es que está casi todo su gremio para el arrastre, no sé si le ha echado usted un capote a la dignidad requerida para mantener la compostura y el donaire de su oficio o lo ha terminado de finiquitar de certero descabello. Porque efectivamente descabellándose, o sea cortándose el pelo, ha fijado la embestida de los astifinos micrófonos de los siempre peligrosos morlacos del periodismo en los aspectos más superficiales y menos productivos de la actividad que desarrollan. Situación que no por su normalidad merece para mí indulgencia ni indulto alguno.

placeholder Pablo Iglesias con su nuevo look. (EFE)
Pablo Iglesias con su nuevo look. (EFE)

Las gracias que le brindo, montera en mano por cierto, por cortarse la coleta no son por colaborar con la hinchazón de su ego, ni con la venta de revistas, ni de productos de pelo, ni con la potenciación del dignísimo oficio de estilista. Son gracias, de frente y por derecho, por ver su reconocimiento al arraigo de nuestras maravillosas tradiciones taurinas y su vigencia en la cultura y las costumbres que nos han llegado hasta estos días.

Gracias por honrar la historia del respeto a esos héroes populares que venían siendo referencia de valor, determinación, belleza, sacrificio y triunfo desde hace casi veinte siglos. Gracias por elegir el rito con el que tantos ídolos ibéricos, de TODA Iberia me refiero, contaban a sus partidarios que había llegado el momento de dejar de exponer sus cuerpos a las cornadas de un toro y recoger el mucho o poco fruto que su valor, y empresarios, les habían procurado.

Gracias por acreditar que el simbolismo de ser torero le resulta trascendente a la hora de contarles a partidarios y detractores que el personalismo de su proyecto parece haber pinchado en hueso. Gracias por teatralizar de tan taurina manera el desistimiento en el remate de su lidia después de escuchar los tres avisos que los clarines de la justicia o los timbales de las urnas parecen haber entonado tras no muy brillante faena.

Subrayo que el presidente, con el control de los tiempos, va marcando el momento en el que suena cada aviso. No creo que el reglamento tenga tanto traslado político, pero siendo tan mal pensado ahí me temo que lo dejo.

Gracias por poner en el centro de este, nuestro ruedo ibérico, tanta expresión taurina. Gracias por recordarme lo bien que nos explicamos cuando nos hablamos de toros. También gracias por ir contra la querencia de no dimitir cuando te tiran almohadillas. Gracias por darle importancia, y la trascendencia que conlleva, a ser de una u otra casta.

placeholder La nueva imagen de Pablo Iglesias. (La Sexta)
La nueva imagen de Pablo Iglesias. (La Sexta)

Yo, como aficionado torista, destaco la que pelea. La casta brava. No tanto la que mansea. Y no me fijo si es mejor por pitón derecho o izquierdo. Alabo la que se ata los machos para generar riqueza desde el ruedo que le toque. La que mete los riñones en los trabajos más duros y la que se juega la vida de los ahorros logrados para poder así seguir alimentando esta fiesta. La que se pone en su puesto siempre a porta gayola. La noble, la brava España que conforman los que embisten las dificultades diarias. Y no importa si son negros, burracos o colorados. Si son de Veragua o Cabrera, de Saltillo o de Navarra.

Gracias porque esta retirada, este corte de coleta, puede ayudar a que no haya tantas banderillas negras, tantas puyas y estocadas. Desterremos el ponernos unos a otros la muleta y el darnos viles bajonazos. Exijamos que cada vez nos echen menos faroles. Consigamos que no nos den sin castigo claro tantísimas largas cambiadas. No consintamos que sigan con sus pases del desprecio.

Conjuremos el verano a darle estoconazo final, y hasta la bola, al galafate de virus que parece un Miura puro con el número 19.

Vamos a tranquilizarnos y rematar esta faena que ha sido al final putada. Vamos a poderle del todo con ayudados por bajo y vamos a seguir arrimándonos, Inés, por lo que nos venga.

Gracias Pablo porque prefiero, para cualquier despedida, el solemne corte de pelo al vulgar corte de mangas.

A toro pasado, y viéndolo desde la barrera, me encantaría darle la puntilla, al menos en mi cabeza, a tan astifino asunto. Acudiendo al quite de mi propia dependencia de esta actualidad cabestra, cojo el toro por los cuernos y entro al trapo, con el morro por el suelo, del tema con el que hemos tenido todos que lidiar esta semana: el ponerse el mundo por montera de Don Pablo, que ha llenado hasta la bandera la prensa de esta semana.

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