El Txistu, Lola Flores y Madrid: hablamos con el amigo íntimo de Raffaella Carrà en España
Alberto Maeso fue durante 30 años la sombra de la artista italiana: trabajó con ella y la conoció en las distancias cortas. Hoy recuerda algunas anécdotas para Vanitatis
Alberto Maeso trabajó con Raffaella Carrà durante treinta años. Fue su mano derecha e izquierda y la persona en la que más confió durante los muchos años que estuvieron juntos. Formaban, junto a Paloma Gómez Borrero, un equipo de amigos incondicionales. La artista multidisciplinar mantenía una rutina con Maeso: todos los domingos tenían sus charlas y el día de su cumpleaños (hoy mismo) Raffaella le llamaba a las nueve de la mañana desde donde estuviera. “Era la primera en felicitarme con un ‘¡vamos despierta, que ya es hora!’. Hoy he tenido la peor de las noticias”.
A la misma hora que el año pasado escuchaba la voz de su amiga, la familia le ha comunicado lo que nunca hubiera esperado. Ya no habrá más ‘hola, Raffaella’, ni más conversaciones matinales, nocturnas o a la hora que fuera. “Raffaella se ha ido con la misma discreción con la que ha vivido”, explicaba Alberto Maeso, que esta noche brindará por ella con champán.
Alberto Maeso ha querido homenajear a la jefa que se convirtió en amiga recordando sus mejores anécdotas y sus cualidades. "Mi definición de ella sería la de una mujer honesta, íntegra, inteligente y desconfiada. No sucumbió a los halagos ni quiso pertenecer a ningún grupo de poder ni mediático. Tenía una vida discreta que solo la conocíamos los amigos. Nunca hubo imágenes de su casa y su teléfono privado lo teníamos tres".
“Nos conocimos hace treinta años, cuando ella llega para hacer ‘¡Hola Raffaella!’. Necesitaba a alguien que le preparara la documentación de los entrevistados porque no conocía a los personajes españoles. Le gustó cómo lo hacía y me quedé con ella. Era muy concienzuda. No le valía solo la documentación escrita, quería vídeos, grabaciones, entrevistas pasadas... Horas y horas hasta que sabía lo que necesitaba para entrevistar al personaje. Después me fui con ella a Italia y lo que me dijo fue que le gustaba mi trabajo, pero que tenía que aprender italiano tanto escrito como hablado”.
Italiana a la alemana
Cuenta Maeso que a veces, cuando se caía el personaje después de esa preparación, juraba en arameo: “Era muy irónica, muy divertida y muy positiva, pero a la hora de trabajar tenía una mentalidad germana. Que no le vinieras con historias y excusas... Era muy rígida, muy recta. Decía que siempre se podía hacer mejor”.
El periodista recuerda los días de trabajo que podían extenderse hasta la madrugada. “A veces estábamos en la redacción hasta tardísimo porque faltaba rematar el programa con una frase que no fuera ‘buenas noches y que sean felices’. Nos decía: 'Necesito la frase que resuelva el programa'. Lo de menos es presentar porque eso es oficio. Lo importante es la preparación, tanto la artística como la técnica. Ella era su propia maquinaria de trabajo con un equipo de doscientas personas. En Prado del Rey, las mujeres de la limpieza alucinaban porque la veían trabajar hasta tarde y después a las siete de la mañana ya estaba otra vez en marcha. Y lo mismo en Italia que en Estados Unidos”.
Una vez que terminaba el trabajo, la artista era la primera en divertirse: “Le gustaba cocinar, comer bien y se cuidaba mucho. Era una mujer muy sana”.
Raffaella Carrà era íntima amiga de Paloma Gómez Borrero y muchas veces, cuando estaban cenando en la casa de Roma, la periodista se unía a esas cenas donde quien cocinaba era la anfitriona. “Me decía: ‘Venga, llama a Paloma’. Y como vivía cerca, se subía a su coche que era un Cinquecento y aparecía. Nos podían dar las mil. Hoy imaginaba la bienvenida que le habría hecho. Las unía el sentido del humor que tenían las dos, además de la profesionalidad”.
La buena mesa
El confinamiento por la pandemia no lo llevó bien, porque no tenía libertad. “Ella lo entendió desde el primer momento. Yo me retiré dos semanas antes de que se estableciera el estado de alarma. Me decía: ‘Cuidado, Alberto, que esto va en serio, que va para allá. No salgas, quédate en casa’.
A la Carrà le gustaba mucho Madrid: llegó en el 74, cuando España era en blanco y negro. "Vino para hacer cuatro especiales para TVE. Le encantaba ir a los restaurantes y nos íbamos a Txistu, al Asador Donostiarra... Siempre llegábamos los primeros porque le gustaba comer y cenar pronto".
No le gustaba alternar más allá de acudir alguna vez a la embajada de Italia. Tampoco iba a estrenos, ni a fiestas, ni le gustaba figurar.
Maeso dice que, de todas las entrevistas que hizo, la que más le impactó fue la que realizó a la madre Teresa de Calcuta. “De los españoles, admiraba a Umbral y a Raúl Del Pozo, y se entendía muy bien con los intelectuales. Era muy amiga de Raphael y de Lola Flores, con la que se conectaba con una mirada. En las giras coincidían y hay una anécdota de ellas dos muy buena. Raffaella actuaba en el Florida Park y hubo ciertas voces críticas que decían que por qué tenía que venir una extranjera a presentar un programa. Lola salió en su defensa. Resulta que durante la Expo de Sevilla, la Faraona no fue requerida para actuar en ninguna de las galas que se organizaron. Raffaella hizo varios especiales, unas producciones entre TVE y la RAI, y contó con ella. Y como Lola no se callaba, lo anunció cuando salió a escena: “Gracias a una italiana, estoy en la Expo”.
El resumen del histórico vital que hace Alberto Maeso de su amiga es rotundo: “Puedo asegurar que fue una mujer feliz. Se pudo permitir el lujo de decir que no a cosas y a personas”. No bebía, no fumaba y llevaba una vida absolutamente sana. “Quizá la única bebida que a veces tomaba para brindar por noticias felices era champán”. Hoy, muchos de sus amigos y familiares volverán a levantar la copa por ella.
Alberto Maeso trabajó con Raffaella Carrà durante treinta años. Fue su mano derecha e izquierda y la persona en la que más confió durante los muchos años que estuvieron juntos. Formaban, junto a Paloma Gómez Borrero, un equipo de amigos incondicionales. La artista multidisciplinar mantenía una rutina con Maeso: todos los domingos tenían sus charlas y el día de su cumpleaños (hoy mismo) Raffaella le llamaba a las nueve de la mañana desde donde estuviera. “Era la primera en felicitarme con un ‘¡vamos despierta, que ya es hora!’. Hoy he tenido la peor de las noticias”.