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Penélope Cruz, o la fuerza del destino
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OPINIÓN

Penélope Cruz, o la fuerza del destino

El autor reflexiona sobre la evolución de la carrera de la actriz madrileña, desde sus primeros pasos en aquel video antológico del grupo Mecano

Foto: Penélope Cruz, en una recreación de Jate.
Penélope Cruz, en una recreación de Jate.

La fuerza del destino es insoslayable. Afirmación suscrita de forma unánime por aquellos que no alcanzan sus metas en la vida. Los que están más cerca de ellas o las consiguen de forma plena creen más en la fuerza del desatino que en la del destino. De una forma u otra todos acabamos posicionados en uno de ambos extremos. Unos tratando de justificar sin pudor las carencias que les han lastrado y tratando los otros de exaltar decorosamente las virtudes, acreditar los esfuerzos y ponderar los aciertos que les han encumbrado.

Me pregunto qué pensará alguien cuyo camino hacia el éxito comenzó precisamente con la contundente declaración de principios de la ochentera canción de Mecano: 'La fuerza del destino'. Un título iniciático que, visto con la perspectiva de treinta y cinco años, de lo logrado y de lo que seguramente le queda aún por lograr, podría acabar también perfectamente en epílogo u obituario. Nunca nos pondremos de acuerdo sobre si en realidad tal afirmación haría justicia a la vida de Penélope.

Me pregunto si ser elegida entre doscientas candidatas fue cuestión de suerte -azar y destino, esa confusa frontera- o aportó su talento, su ambición o su esfuerzo la diferenciación suficiente para que Nacho Cano la eligiera. Era 1988 y quizá sólo fue química. Las hormonas hablándose también determinan destinos. Reviso el vídeo de la historia de amor adolescente e inevitable escrita por quien también dirigió el casting y no sé muy bien qué concluir. Exitosa historia de amor para el grupo y, por lo que cuentan, también para el miembro más joven de Mecano que, aún “no viendo de dónde agarrar”, parece que consiguió trasladar al mundo real lo cantado con altas cotas de pasión y, me atrevo ahora a añadir, con no menor riesgo penal -tenía Penélope Cruz tan sólo quince años-.

Fuera lo que fuera, aquella “cara tan rara”, aquella “mujer sin terminar” se plantó de golpe en el inicio de un camino por el que el destino o sus esfuerzos parecen haberla llevado rápido y sin titubeos a la culminación de una encomiable carrera profesional.

Los alineados en la facción de que el destino manda hagas lo que hagas es probable que, con la perversidad que nace de la envidia, añadan como principal justificación del éxito ajeno el apoyo hormonal. Exhibirán para ello la lista de influyentes conquistas que adornan la también exitosa vida sentimental de nuestra actriz más internacional y premiada de todos los tiempos. Reales o atribuidos, perseguidos o encontrados por la fuerza del destino, es cierto que todos son nombres con capacidad de facilitar la internacionalización de sus contratos y sobre todo proveer de la resonancia mediática necesaria para acceder a esos mercados donde están tan restringidos los apellidos latinos.

Talento

Cabría argumentar a los que soslayan el esfuerzo en el camino del éxito que a todos los conoció trabajando, lo que acreditaría, de forma previa a sus contactos, su talento. Y se puede añadir al argumento el casi unánime alago de los que más saben de eso. Tres nominaciones al Oscar, una de ellas premiada, cuatro nominaciones a los Globos de Oro, tres Goyas, mejor actriz en Cannes, un premio Donostia, un Bafta y un sinfín más de reconocimientos oficiales y de público me dicen mucho más que un Cruise, un McConaughey, un Damon, un Jhonny Depp o un Cage, resultándome indiferente cuáles de ellos se encuentren en la categoría de premiados o quienes no hayan sido capaces de pasar de simples nominados.

placeholder Penélope Cruz y Javier Bardem, en 'Jamón jamón'.
Penélope Cruz y Javier Bardem, en 'Jamón jamón'.

Su evolución en contra de este simplificador argumento es clara. El abrumador peso de su sensualidad al servicio de las bizarras paranoias de Bigas Luna en sus adolescentes comienzos se matiza muy poco después con el personaje de Luz en 'Belle Epoque' a las órdenes de Trueba. Y acaba por confirmar la teoría de la poco relevante influencia de sus curvas y feromonas a partir de ahí su larga y fructífera relación con Almodóvar. Un nombre crucial en su vida en su doble vertiente de trampolín y salvavidas. Además, su declarado amigo y mentor se empeña en demostrarlo al encajarla en personajes de manchega y rural profundidad donde el físico carece totalmente de importancia.

Foto: Penélope Cruz, en una imagen de archivo. (Getty)

No ha sido lo envidiable de su precocidad, lo imponente de su físico, la simpatía de su desparpajo, o su cercana naturalidad las únicas cualidades que algunos han esgrimido paradójicamente en su contra. El reconocimiento unánime de sus virtudes pelea además desde 2010 con la impostada y demagógica confrontación política, hija inevitable de nuestras dos Españas. Su boda con Javier Bardem le alista en la facción de la izquierda incoherente que diseñan con torpeza los guionistas de WhatsApp más ranciamente conservadores. Aquellos que confunden tener con repartir. Los que no entienden que se puede disfrutar de lo propio y además tratar de combatir sin complejos ni demagogias la injusticia ajena. No eximo a la pareja de algunas posibles contradicciones, nadie es perfecto, pero me parece mezquino poner de filtro las diferencias de pensamiento para observar y menoscabar sus cualidades profesionales.

placeholder Un fotograma de 'Madres paralelas'.
Un fotograma de 'Madres paralelas'.

Un nuevo y reseñable estreno, un nuevo papel de madre, otro reivindicativo drama de su incontable producción almorovadiana nos muestra reluciente, de nuevo sobre alfombra roja, lo que el destino, el esfuerzo o el talento, han construido sobre lo que fue aquel todavía en formación “cuerpecillo de gitana”. Ese que hoy, tantos años después, luce más que nunca referencia de una madurez profesional indiscutible y una estabilidad personal envidiable. Esa imagen pública admirada que acredita la amable y respetuosa cobertura que merecidamente parece que se le está dando. Una mujer con la que querer estar “por si el invierno viene frío” decía Nacho Cano. Lo suscribo sabiendo de sobra que nunca será mi destino.

La fuerza del destino es insoslayable. Afirmación suscrita de forma unánime por aquellos que no alcanzan sus metas en la vida. Los que están más cerca de ellas o las consiguen de forma plena creen más en la fuerza del desatino que en la del destino. De una forma u otra todos acabamos posicionados en uno de ambos extremos. Unos tratando de justificar sin pudor las carencias que les han lastrado y tratando los otros de exaltar decorosamente las virtudes, acreditar los esfuerzos y ponderar los aciertos que les han encumbrado.

Penélope Cruz