LA MENOS CONOCIDA DE LA SAGA

CURRA DOMECQ
"Viví el romanticismo del negocio del whisky desde pequeña"

LA MENOS CONOCIDA DE LA SAGA

Curra
Domecq
"VIVÍ EL ROMANTICISMO
DEL NEGOCIO
DEL WHISKY
DESDE PEQUEÑA"

Curra Domeq


A los 24 años empezó a trabajar con su padre, Huberto Domecq, en el negocio de tonelería que lleva su nombre, del que es directora gerente

Texto: Isabel Ribada
Fotos: Agencias / Cortesía
Diseño: Bolívar Alcocer


Una jerezana de pura cepa, descendiente de una de las familias con más solera y abolengo de Andalucía, licenciada en Administración y Dirección de Empresas en Madrid y madre de tres hijos, María Jesús Domecq (el sobrenombre de Curra le viene de la infancia) decidió, con apenas 24 años, trabajar mano a mano con su padre en el negocio de tonelería que lleva su nombre, Huberto Domecq, dedicado a fabricar barricas sherry casks para la crianza de los mejores vinos y destilados del mundo, siendo Escocia y Japón sus mejores clientes. Actualmente ejerce como directora gerente de la empresa. "Desde niña viví la pasión y el esfuerzo de mi padre por su trabajo y yo siempre supe que aquello tenía que seguir en la familia", apunta Curra.


¿Cómo surgió en su familia el negocio de la tonelería?

Mi abuelo, Luis Domecq Rivero, inició la actividad en 1930 y yo soy la tercera generación. En aquella época, la familia regentaba una de las mayores y más reconocidas bodegas de Jerez, exportaba grandes cantidades de vino y lo hacía en barricas, de modo que surgió un negocio paralelo de tonelería para dar servicio a la propia bodega. Al mismo tiempo se sentaron las bases de los sherry casks en el mundo del whisky, es decir, barricas fabricadas envinadas con vino de Jerez para su exportación.

Usted es licenciada en Administración y Dirección de Empresas, ¿cómo se le ocurrió trabajar entre destilados y barricas?

Lo que pasó es que viví el romanticismo de este negocio desde pequeña, literalmente me crie con ello. Mi ilusión era gestionar la tonelería y por eso elegí los estudios que me dieran las herramientas para hacerlo de la mejor forma posible. De hecho, según terminé los estudios me vine para Jerez. No tuve ninguna duda: si iba a gestionar una empresa, esa sería la de mi padre.



Domecq

Una empresa con tradición familiar desde 1930.



¿Qué papel jugó su padre, Huberto Domecq, para que se involucrara en el negocio familiar?

Mi padre me ha transmitido desde siempre la dedicación y la pasión por su trabajo, pero la que dio el primer paso de trabajar juntos fui yo. Los dos somos igualmente perfeccionistas, pero él es más pasional y yo más racional, de modo que nos entendemos muy bien.

¿Qué es lo que más le gusta de su trabajo?

Uno de los grandes atractivos son las relaciones internacionales puesto que son muchos los países con los que trabajamos. Y también formar parte de una industria, la tonelería, con un fuerte tinte artesanal, donde el tratamiento del roble, el factor humano, la tradición y la nueva tecnología funcionan al unísono para elaborar una barrica de calidad, fundamental en la crianza de vinos y destilados.

"En el mundo de la tonelería no somos muchas y los comienzos no fueron los ideales"

Intuyo que es de las pocas mujeres que se dedican a este negocio, ¿cómo se maneja?

Es cierto que en este mundo de la tonelería no somos muchas y que los comienzos no fueron los ideales, con el añadido de que, cuando empecé, era muy joven. Tuve que madurar rápido y ponerme las pilas a toda velocidad. Hoy en día es distinto y ves cómo con el paso del tiempo y el buen hacer te ganas el respeto y la confianza de los que te rodean.

¿Cuándo fue la primera vez que se enamoró del whisky?

¡Ah, fue muy pronto! (risas). Recuerdo que de niña, en la casa familiar de Jerez, escuchaba mil conversaciones en torno a la grandeza y la historia del whisky, y aunque entonces no entendía casi nada, me fascinaba observar su evolución en aquellas catas continuas, apreciar cómo año tras año la vasija trabajaba silenciosamente en el resultado final del destilado creando colores, aromas y sabores excepcionales. Todo ese mundo artesanal, paciente, lento... me conquistó desde el principio y hoy estoy muy orgullosa de formar parte de él.

¿Qué le exige a un buen whisky?

Sobre todo, que haya sido envejecido en barricas sherry casks, que tenga identidad y su propia historia para tener una conversación en torno a él. Eso es importantísimo. Todo comienza con la nobleza del roble, la elección de las barricas, el envinado previo en bodegas de Jerez y el buen hacer de las destilerías que esperan pacientemente a que todo el proceso de elaboración interactúe para crear un producto prémium y cien por cien natural. Es puro romanticismo.


Foto Reportaje

Su hermana Inés Domecq. (LP)



Gran relación con sus hermanas

Sus hermanas, Mercedes e Inés, trabajan vinculadas a la moda, ¿usted está cerca o lejos de ese mundo?

Yo lo observo desde la barrera (risas). Más que la moda me interesa el mundo de la estética, la belleza de lo simple, la armonía natural.... Por lo demás, me gusta vestir con prendas que me hagan sentir cómoda, jerséis de cashmere, trajes pantalón, blazers o calzado cómodo. No sigo las tendencias.

"A mis hermanas Mercedes e Inés y a mí nos gusta reunirnos con nuestros hijos en el campo"


¿Cuál es su plan favorito juntas?

Como vienen continuamente a Jerez, lo que más nos gusta es reunirnos con nuestros hijos en el campo y hacer que los primos convivan juntos, como lo hacíamos nosotras de niñas, pasear a caballo por la sierra de Cádiz, organizar una comida fantástica y alargar las sobremesas sin prisa para ponernos al día de nuestras vidas... Cosas simples que valoramos más que nada.

Creo que la decoración es otra de sus pasiones.

Es verdad. Necesito sentirme cómoda en el espacio donde vivo, rodearme de detalles que me hagan sentir bien... Y me encanta rastrear anticuarios, tiendas vintage o de decoración textil y encontrar tesoros deco inesperados. ¿El último tesoro que he adquirido? Una vajilla inglesa antigua y un escritorio inglés con marquetería.