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El día en que el perro de Paquito Fernández Ochoa se cansó de buscarle
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El día en que el perro de Paquito Fernández Ochoa se cansó de buscarle

Un día como hoy del año 2006, el legendario esquiador moría rodeado por toda su familia tras un cáncer linfático fulminante. Fue un golpe muy duro para su hermana Blanca

Foto: Blanca y Paco Fernández Ochoa, en Baqueira Beret. (EFE)
Blanca y Paco Fernández Ochoa, en Baqueira Beret. (EFE)

Jazz se hizo famoso aquellos días. El fiel labrador negro pasaba las horas subiendo y bajando por la calle de Cercedilla donde estaba la casa de su amo, Paco Fernández Ochoa. Estaba muy atareado recibiendo a todas las personalidades y amigos que quisieron acercarse al domicilio del esquiador para despedirse de él. Su carácter alegre parecía una réplica de la positividad de su dueño, que hasta el último momento había mantenido la fuerza y la valentía. Un cáncer linfático que le habían detectado menos de un año antes había acabado con la vida del mejor deportista 'de invierno' de la historia de España. Tenía 56 años.

Su despedida del público había tenido lugar apenas dos semanas antes. Ese 27 de octubre, Paquito Fernández Ochoa recibió un homenaje en su pueblo junto a otros campeones de España salidos de Cercedilla. Aquel día, Paco, ya sin pelo, flaco y en silla de ruedas, volvió a enfrentarse al mundo con una sonrisa. Rodeado por las infantas Elena y Cristina y por toda su familia, el esquiador descubrió una estatua de piedra que recuerda el momento en que recibió la medalla de oro en Sapporo'72. La misma que luego besó tantas veces su hermana Blanca para acordarse de él.

placeholder Lola Fernández Ochoa, en la capilla ardiente de Blanca. (EFE)
Lola Fernández Ochoa, en la capilla ardiente de Blanca. (EFE)

"He corrido muchas carreras, unas las he ganado y otras las he perdido, pero siempre me empleé a tope, a fondo, como lo estoy haciendo ahora", dijo Paquito en aquella última aparición pública. Después hubo otro homenaje organizado por la Feria de Esquí y Montaña, pero ya no tuvo fuerzas para ir.

"Hasta el último momento ha estado dándonos ánimos él a nosotros", contaba Blanca Fernández Ochoa a los medios, convertida en altavoz improvisada del dolor de la familia. Paco había decidido unos días antes dejar la clínica oncológica donde le estaban tratando para marcharse a casa, a su Cercedilla natal, y descansar al lado de las montañas donde se habían criado él y su familia.

placeholder Blanca Fernández Ochoa, en una imagen de archivo. (EFE)
Blanca Fernández Ochoa, en una imagen de archivo. (EFE)

Las mismas montañas que en agosto de 2019 acunaron el último adiós de su hermana pequeña y heredera de su gloria olímpica. "Mi primera afición es la familia, y lo que más me gusta es volver a casa y estar con todos. Somos una familia muy unida", recordaba Blanca en una entrevista. Los hermanos Fernández Ochoa superaron como pudieron el fallecimiento de Paquito. Dicen que a Blanca le costó un poco más.

No le gustaba

"Vivíamos en el Puerto de Navacerrada. Mi padre [Francisco] era gerente de la escuela española de esquí y mi madre [Dolores], la cocinera del edificio. Salíamos de casa y lo teníamos todo para hacer el salvaje. El esquí empezó como un juego. Luego pasó a ser una obsesión. Y más tarde mi profesión. Recuerdo una infancia muy dura. Fui seleccionada para el equipo español de promesas y me enviaron con 11 años interna a un colegio en Viella, en el Valle de Arán. Me alejaron de mis padres, de mi casa, de mis amigos y lo pasé francamente mal, lloré mucho, hasta que arranqué y empecé a vivir".

Blanca contó en muchas entrevistas las anécdotas de su infancia. Cómo el esquí pasó de ser algo que no le gustaba a una obsesión para casi toda la familia. Cuando tenía ocho años, una madrugada se despertó al escuchar gritar a toda su familia en el salón. Era 13 de febrero de 1972 y el mayor de los hermanos acababa de ganar el oro en los Juegos Olímpicos de Sapporo. "Tu hermano Paco acaba de hacer historia". Todos bajaron después a Cercedilla a tocar las campanas de la iglesia.

Veinte años después del histórico éxito de Sapporo, su hermana Blanca Fernández Ochoa también fue medallista olímpica, al conseguir el bronce en Albertville. En medio, mucho trabajo y el convencimiento de que el gen Fernández Ochoa podía dar grandes alegrías al árido deporte blanco en nuestro país. De aquello salieron hasta seis hermanos olímpicos: Paco, Juan Manuel, Ricardo, Luis, Blanca y Lola (solo quedaron José María y Jesús).

Tiendas de esquí

Paco fue el más brillante (deportivamente hablando) de todos ellos. Hacía tiempo que se había retirado. Entre otras cosas, había fundado con sus hermanos una cadena de tiendas especializadas en artículos de esquí. También Blanca se metió en eso, aunque no salió bien, como contó en El Confidencial: "Yo me meto en todos los fregados. Tuvimos varias tiendas de deportes con mis hermanos, pero lo tuvimos que dejar por la crisis y porque nos ahogaba. Ahora hemos montado una empresa de electroestimulación y vamos a domicilio; lógicamente hemos empezado con amigos y amigas que, a su vez, lo han ido diciendo y nos va bastante bien. A mí me encanta, me lo paso fenomenal, la gente es superagradecida y se pone en forma”.

Tras las tragedias, la familia ha logrado recomponerse y sobreponerse a la pena. Aunque días como hoy parece más duro el eslalon.

Jazz se hizo famoso aquellos días. El fiel labrador negro pasaba las horas subiendo y bajando por la calle de Cercedilla donde estaba la casa de su amo, Paco Fernández Ochoa. Estaba muy atareado recibiendo a todas las personalidades y amigos que quisieron acercarse al domicilio del esquiador para despedirse de él. Su carácter alegre parecía una réplica de la positividad de su dueño, que hasta el último momento había mantenido la fuerza y la valentía. Un cáncer linfático que le habían detectado menos de un año antes había acabado con la vida del mejor deportista 'de invierno' de la historia de España. Tenía 56 años.