Los herederos de Lucía Bosé comienzan a poner orden en el legado de su madre
Organizar los bienes materiales no ha supuesto un problema ni ha creado las fricciones que en muchas ocasiones generan en las familias este tipo de asuntos
Hace poco más de año y medio que Lucía Bosé falleció. Con ella fallecieron todas sus facetas, la de artista, la de pintora, la de actriz, la de escultora y la más importante de su vida, la de matriarca de un clan que nunca dejará de echarla de menos. Pero la vida sigue para los suyos y llega un momento en el que hay que poner las cosas en orden, y a juzgar por los movimientos de una de las empresas que Lucía creó con más ilusión, parece que su familia está tratando de pasar a limpio el legado que les dejó.
En el año 2000, Lucía y su hija Paola Dominguín pusieron en marcha la empresa Tureart SL, de la que ella era administradora única y la hermana de Miguel Bosé apoderada, con el fin de gestionar el llamado Museo de los Ángeles, ubicado en Segovia, en un espacio de más de 2.000 metros cuadrados que antes había sido una fábrica de harina.
El proyecto era muy ambicioso. La idea era exponer arte relacionado con los ángeles, tanto propio como de otros artistas contemporáneos, y a su vez abrir el espacio para otras actividades culturales.
El comienzo fue muy bueno, pero mantenerlo era muy costoso y apenas tuvieron ayuda de las instituciones públicas. En 2007 anunciaron el cierre temporal y poco después el definitivo, fue una gran ilusión que finalmente no salió como se esperaba.
Desde 2010, Tureart SL no presentaba actividad alguna ni cuentas en el Registro Mercantil. En aquel entonces el balance era aún positivo, concretamente se cerró aquel año con 52.000 euros de ganancias limpias. Desde entonces no había habido movimiento alguno hasta ahora. Un año y siete meses después del fallecimiento de la matriarca, se ha reabierto la hoja registral y se han actualizado las cuentas. Ocurrió el pasado 20 de octubre y se presentaron los documentos relativos a los ejercicios de 2018 y 2019, aunque por el momento no están disponibles.
La otra empresa que Lucía tenía a su nombre era Lumi SL, una sociedad dedicada al alquiler de bienes inmobiliarios gestionada por Miguel Bosé a cuya titularidad solo constaba la famosa mansión de Somosaguas que después de ser la casa familiar pasó a ocupar Miguel. La disfrutó junto a Nacho Palau, para el que creó una ‘sala de cerámica’ con el fin de que pudiera trabajar en casa en sus esculturas, de la misma manera que él disponía de un estudio de grabación. Por el momento, al respecto de esto no ha habido ningún cambio. La sociedad no presenta actividad y la casa continúa a su nombre.
Pero sin duda la gran incógnita sobre su herencia es ahora mismo la famosa ‘Casa azul’. Se trata de la vivienda en la que Lucía Bosé pasó sus últimos años, en Brieva (Segovia) y cuyas puertas y ventanas estaban pintadas de azul, de ahí su nombre, a juego con el pelo que la caracterizó las últimas décadas. Su nieta, Alma Sofía Villalta, se está encargando de la casa desde que su abuela falta. En principio se tomó la decisión de venderla y se anunció en un portal inmobiliario a razón de 430.000 euros, pero pasado casi un año y sin ningún comprador interesado intentaron que se alquilase por 459 euros mensuales. En mayo de este año Paola confirmaba que no se había vendido, pero no daba más detalles, y a pesar de que anunciaron su alquiler, el cartel de venta no se retiró hasta septiembre de este año, tal como informó Vanitatis.
Teniendo en cuenta que se han tomado diferentes decisiones respecto a la casa y que no se han hecho movimientos en las empresas hasta año y medio después, está claro que los hijos y nietos de Lucía no han tenido prisa en repartir y organizar los bienes materiales, lo que parece una evidencia de que no ha supuesto un problema ni ha creado las fricciones que en muchas ocasiones generan en las familias este tipo de asuntos.
Finalmente, a pesar de no ser trámites agradables, han tenido que comenzar. Tampoco es de extrañar, son un clan bastante unido, con vidas muy dispares entre sí, pero sin grandes problemas. Y, además, el mayor legado de la fallecida artista fue el cultural, una mujer inquieta donde las haya que nunca dejó de tener un proyecto entre sus manos. El último fue la creación de platos de bambú y plástico en los que representaba los rostros de mujeres icónicas como Frida Kahlo, Marilyn Monroe o Greta Garbo e incluso a sí misma.
Ella, que hizo del color azul su bandera y con él homenajeó a su fallecida nieta Bimba Bosé. Una mujer peculiar cuya vitalidad es sin duda su mejor herencia.
Hace poco más de año y medio que Lucía Bosé falleció. Con ella fallecieron todas sus facetas, la de artista, la de pintora, la de actriz, la de escultora y la más importante de su vida, la de matriarca de un clan que nunca dejará de echarla de menos. Pero la vida sigue para los suyos y llega un momento en el que hay que poner las cosas en orden, y a juzgar por los movimientos de una de las empresas que Lucía creó con más ilusión, parece que su familia está tratando de pasar a limpio el legado que les dejó.