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Lola Flores, “libertad” de la buena
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OPINIÓN

Lola Flores, “libertad” de la buena

Para empezar, explico primero que he visto su documental. Por favor no se lo pierdan. Hay que empaparse de Lola para aprender a vivir

Foto: Lola Flores. (Ilustración: Jate)
Lola Flores. (Ilustración: Jate)

Un verso libre que no rima con su tiempo. Un uni-verso, podríamos decir, a fuerza de ser tan única. Uno de esos para lelos. Para los que no se enteran nunca de qué moño va la vida. Lola es la sangre en las venas. El oxígeno que quema. El agua que siempre mana. La voz que nunca susurra. Las manos que agarran el alma. La mirada que te mata. Los ojos que dan la luz. La risa que te rescata. Lola es un universo repletito de marcianos. De diez o doce dimensiones. De seis, casi siete, décadas. Una de cada mil millones. De Jerez de la Frontera.

Foto: Rosario y Lolita Flores, en la presentación de 'Lola'. (Gtres)

A Lola le haría yo patrimonio nacional, monumento protegido, asignatura obligatoria. Manifiesto feminista, icono socialdemócrata y contrato laboral. Portada de mi revista, autora de cabecera y póster espectacular. Pondría Youtube en bucle y Flores por toda la casa. Intentaría que fuera especialidad en psicología y reválida de masas. Siempre sería mi opción para un primer tatuaje. Lola como explicación de todo lo que no entiendes. Lola para el subidón. Y Lola también ante la muerte.

placeholder Lola Flores en la década de los 80.(Getty)
Lola Flores en la década de los 80.(Getty)

Animal de compañía y pantera de mi jaula. Hijo de la que mamar, madre de todos mis hijos e hija a la que adoptar. Le haría himno de España, patrona de media Cataluña, embajadora en la ONU y comandanta en la OTAN. Una fiesta de dos días. Le haría primero de mayo. Un camino hasta Santiago. Un puente aéreo a Jerez. Dolores segundo nombre para el cien por cien de las niñas. Estatua de la libertad, Monna Lisa y torre infiel. Reloj de puerta del Sol con el que despertar el año. Un Big Ben como Dios manda. Un “Big Bang” para empezar y que nos explote el alma.

Para empezar, explico primero que he visto su documental. Por favor no se lo pierdan, como suelen decir los que sobrevuelan a Lola. No hagan ustedes lo mismo. Hay que empaparse de Lola para aprender a vivir. Hay que torturar al que afloje con la historia de su vida. Hay que cargarles las pilas a todos los cansadillos. A todo aquel que se queje, chute de Lola Flores. Al que tenga una desgracia, infusión de faraona. Al que crea que no puede, biografía concentrada. Es una lección por “frame”. Son cuatro capítulos de máster. Es hacer un doctorado en menos de cuatro horas. Es ese recurso milagroso que igual te saca de pobre, te rescata de un divorcio o de la muerte de un padre.

placeholder Lola Flores y su hijo Antonio. (TVE)
Lola Flores y su hijo Antonio. (TVE)

Es obligatorio verlo y obligatorio revisarlo. Y hay que volver a verlo con un cuaderno en la mano. Con Google echando humo y con Youtube preparado. Y después de revisado, hay que debatirlo en familia. Hacer partícipes a abuelos que convivieron con ella en sus primeros escándalos para poner en perspectiva lo difícil que era entonces sacarse los pies del tiesto. Hay que involucrar a padres que vieron sus últimos años toreando decadencias. Hay que sentar a los hijos que hoy se crean desgraciados hasta que entiendan del todo que tanto lo bueno y lo malo con la que trufes tu vida solo tú te lo has ganado.

Porque lo que cura la desidia, la profecía autocumplida, la desgraciada, y la falta de energía es ver a esa mujer desde que era una niña. Con las ideas tan claras que duele su transparencia. Con un feminismo sin rabia que empoderó a varias décadas. Ella era, no ya igual, sino mejor como hembra. Mejor que todos sus ligues, sus futbolistas floreros, aquellos viles empresarios, esos infames puteros. Hombres de usar y tirar convertidos en peldaños por los que avanzar a la cumbre mirando atrás casi nunca y casi siempre de soslayo. Dicen que madre adolescente, dice que víctima de maltrato, dice que comerció con su cuerpo para arrancar la maquinaria. Cuentan, cuenta, cómo le gustaban los hombres y cómo los conseguía. Que no quiso tener hijos hasta elegir bien al padre. Que tenía en la cabeza triunfo, recursos, popularidad y fama, familia y estabilidad en ese orden sucesivo de ir acumulando cosas siempre su alrededor, al alcance de su mano y siempre bajo su control.

placeholder Lola Flores en la imagen promocional de la película 'Morena Clara'.
Lola Flores en la imagen promocional de la película 'Morena Clara'.

Se ven también -tan bien- esas sombras que le dieron tanto frío. Las noches de alcohol y coca, el desastre de amoríos, los defectos de la diva, el creerse más que diosa. El apego al dinero que le persiguió por la vida, los malos asesoramientos, los errores, las mentiras. Se ve esa parte oscura, tirando un pelín a negra, de la que también se aprende. Ese todo por la borda y ese quemar de naves. Se ven hasta esos principios que la llevaron al fin. Principios profesionales. No se quiso quitar un pecho para no afearse a sí misma y el cáncer la fue comiendo. Acabó al fin con su vida y con la de su hijo de en medio.

Cuentan las otras dos hermanas con florida naturalidad la vida de la matriarca. Acompañan el relato fans de todas las épocas. Tangana convertido en “groupie”. Rosalía alucinando. La Mala Rodríguez idolatrando y Nathy Peluso imitando, intentando. Tienen un número musical cantando lo de “Pena, penita, pena” que les va a hacer llorar. Las risas surgirán por varios pero no le pierdan ojo al periodista con sombrero quitándole importancia a todo. Insisto, no se lo pierdan.

Porque Lola solo hay una y es toda una referencia. Es Chernóbil explotando. Es Samotracia con rulos. La imagen de Delacroix guiando desde su libertad a un pueblo que bastante lío tenía tratando de esquivar a Franco.

Destrozando las costumbres desterró convencionalismos mirándolos a la cara. Se abrió el paso a empujones, a requiebros, a canciones. Dejó el corsé hecho jirones cantándoles las cuarenta a muchos bobalicones. Hizo de ella su marca y a todos nos dejó huella. Ojalá mi libertad pudiera seguir sus pasos. Ojalá que mi verdad resultara tan así de verdadera. Porque eso van a ver en Lola: libertad y verdad. “Liberdad”. Y de la buena.

Un verso libre que no rima con su tiempo. Un uni-verso, podríamos decir, a fuerza de ser tan única. Uno de esos para lelos. Para los que no se enteran nunca de qué moño va la vida. Lola es la sangre en las venas. El oxígeno que quema. El agua que siempre mana. La voz que nunca susurra. Las manos que agarran el alma. La mirada que te mata. Los ojos que dan la luz. La risa que te rescata. Lola es un universo repletito de marcianos. De diez o doce dimensiones. De seis, casi siete, décadas. Una de cada mil millones. De Jerez de la Frontera.

Lola Flores
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