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La variante Omega
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OPINIÓN

La variante Omega

Hemos volado un dron en Marte, creado una mezcla de humano y de macaco y operado con bitcoins, pero solo quieren que hablemos de puñetero Omicron.

Foto: El virus del covid. (Ilustración: Jate)
El virus del covid. (Ilustración: Jate)

Por lo visto anda un virus suelto. No es que me entere ahora. La verdad que algo había oído hace unas semanas, pero no le había hecho mucho caso. Notaba algún que otro comportamiento extraño en la oficina. Hubo semanas enteras que no vi a nadie por allí, pero lo achaqué a la típica festividad local que siempre se me olvida y que españolamente encajamos para magnificar su eficiencia fiestera.

Que me evitaran mis amigos tampoco llamó mi atención en exceso. Desde muy joven me ha costado tener normal acceso a la vida social y tenía bastante aceptado que, a partir de los cincuenta, la cosa se pondría aún más fea. La precipitación del proceso hacia la soledad absoluta no ocultaré que me sorprendió un poco pero, estando como estaba esperándolo, lo gestioné con bastante dignidad. Me preocupó algo más que mi madre se distanciara de forma tan evidente. En mi voluntad de hijo ejemplar obvié rencores y otorgué a su nuevo amigo el poder de absorción suficiente, bien ganado se lo tendría, como para arruinar nuestras comidas de los lunes. Creo que mi padre y mi hermana tampoco se han debido enterar bien porque no hemos cambiado ni un ápice nuestras costumbres y aficiones en torno a la mesa y a la barra de la casa del pueblo.

placeholder Una enfermera prepara una dosis de la vacuna contra la covid-19. (EFE / Carlos Ortega)
Una enfermera prepara una dosis de la vacuna contra la covid-19. (EFE / Carlos Ortega)

Ha sido ahora al leer los resúmenes de prensa del año que he tomado cierta consciencia de la importancia que ha tenido que ande un virus suelto. Y he profundizado, a mi pesar, en el tema. Ha debido ser muy gordo. En esa lista de hechos destacados, el seguimiento del virus ha dejado más arrinconadas que a Bale en el Madrid noticias como el asalto al congreso de Estados Unidos. Apenas se nombran las catástrofes climáticas, las guerras vigentes, o la volatilidad de las economías por el impacto de la mayor virtualidad y la inevitable desintermediación de las transacciones. Algo de los talibanes, de un nuevo presidente americano, de unas Olimpiadas descafeinadas, del derrape en el canal de Suez de un carguero. Ciertas alusiones al nuevo Metaverso en el que acabaremos viviendo todos como quien dice que va a llover. A nivel nacional la explosión del volcán se hace hueco, pero no aparece ni Cataluña en los resúmenes.

Un virus dicen. Yo creo que hay más de uno visto el balance generalizado que se hace del 2021 en el que todo gira en torno al coronavirus. Puede que sea el rey de los virus, de ahí su alegórico nombre, pero a pesar de los cinco millones de muertos que parece que ha dejado en su periplo por el mundo durante 2021 no me parece a mí el más peligroso de los cinco quintillones que creen los expertos que nos rodean. 10 elevado a treinta son un montón de virus. Se calcula que cada uno de nosotros carga a diario con 370 billones de bichitos de estos en su cuerpo. Uno, dicen. ¿Por qué nos hemos centrado en uno solo? Poco se estudia, por ejemplo, el virus que ataca el cerebro con la eficiencia demostrada de desarrollar la estupidez, pero está claro que eso sí que se está convirtiendo en pandemia. Con ese no hay mascarilla que valga porque se contagia digitalmente. La televisión, el ordenador y el móvil son sus medios de transmisión más habituales. Ahí sí que estamos todos expuestos.

placeholder Un hombre con mascarilla en una calle de A Coruña. (EFE / Cabalar)
Un hombre con mascarilla en una calle de A Coruña. (EFE / Cabalar)

Este virus en concreto al que me refiero parece que ataca de forma más fiera a periodistas y políticos. A los consolidados y a los que están en prácticas en las redes sociales. No es letal, desgraciadamente. Sus efectos se manifiestan de forma exponencial. Empieza uno viendo el mundo a su manera, totalmente distorsionado por sus propios intereses y, disfrazándolo de servicio público, elige partido o medio de comunicación y se lanza a la carrera de demostrar su imbecilidad. Y su prepotencia. El problema es que, como todos los virus, son seres acelulares. Para reproducirse necesitan células de otros organismos y ahí se ceban en los más débiles de mente. Como en una cadena trófica inversa unos pocos van nutriendo a los del escalón de abajo de noticias o mensajes con los que saciar su hambre de tragedia, con morbo, o llenar su vacío mental a base de insustancialidades. Y claro hacen falta muchas insustancialidades para llenar vacío tan gordo. De estas también hay centenares de listados cuya lectura acredita la existencia y la peligrosidad del que probablemente podríamos llamar la variante Omega. Por ser la última, por ser la que terminará asolando la humanidad entera.

Con ese exhaustivo, me ha dejado exhausto, repaso he entendido la transcendencia del virus. La que ha tenido y la que le han dado. Porque han hallado de golpe la cuadratura del círculo. El alimento perfecto, por seguir con la cadena trófica. El pan nuestro de cada día. El agua para la sed extrema. Morbo, miedo, instrucciones, contenidos, datos, estadísticas, tragedias y gente que se salva y por la que alegrarse. Que de vez en cuando hay que vender alegría o felicidad para valorar la tragedia en su justa medida. Normal que no hablen de otra cosa. Ya no necesitan rebuscar en la basura. La basura está por todas partes y todo lo cubre y lo tapa. Joder, que hemos volado un dron en Marte. Que unos tíos han hecho, con dos huevos, perdón cigotos, una mezcla de humano y de macaco. Que hasta mi sobrino de trece años opera en bitcoin y me ha casi explicado -él si lo ha explicado y yo casi lo entiendo- lo que son las Token no fungibles. Pero solo quieren que hablemos de puñetero Omicron.

placeholder Una representación de la criptomoneda Bitcoin. (REUTERS / Edgar Su)
Una representación de la criptomoneda Bitcoin. (REUTERS / Edgar Su)

El mundo alrededor del coronavirus no creo que dure mucho tiempo. O dejamos de hablar de él o el mundo dejará de ser como lo conocemos. Va más rápido de lo que nos estamos dando cuenta fijándonos solo en la pandemia. 3.400 millones de mascarillas van a la basura al día y la cumbre del cambio climático en algunas listas serias ocupa el puesto noveno de los hechos relevantes de este pandémico y ya casi endémico bienio. La riqueza sigue reconcentrándose, cada vez más gente naciendo, continentes enteros que no avanzan, algunos yendo hacia atrás. Otra crisis de energía, escasez de suministros, al mundo le cuesta ponerse en marcha. La inteligencia artificial imponiéndose, la natural en estampida. Y lo que más les preocupa es contabilizar enfermos y muertos. Dejen de dar cifras a diario como primera medida. Quizá podamos empezar a pensar en las otras cosas de la vida. En esas que son la única cura de la peligrosa variante Omega y sus consecuencias.

Por lo visto anda un virus suelto. No es que me entere ahora. La verdad que algo había oído hace unas semanas, pero no le había hecho mucho caso. Notaba algún que otro comportamiento extraño en la oficina. Hubo semanas enteras que no vi a nadie por allí, pero lo achaqué a la típica festividad local que siempre se me olvida y que españolamente encajamos para magnificar su eficiencia fiestera.

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