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José Luis Coll, la cara oculta del genio del humor: "Cuando me iba al colegio, siempre estaba 'mamao"
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ENTREVISTA EXCLUSIVA CON SU HIJO

José Luis Coll, la cara oculta del genio del humor: "Cuando me iba al colegio, siempre estaba 'mamao"

Mario Coll, psicoterapeuta y autor de varios libros, narra en primera persona detalles escalofriantes de la vida privada de uno de los grandes humoristas de nuestro país

Foto: José Luis Coll (derecha), junto a su inseparable Tip. (Getty)
José Luis Coll (derecha), junto a su inseparable Tip. (Getty)

“Dame la manita, Pepe Lui". O "¿Para qué...? ¿Paraguayo?”. Probablemente cueste reconocer ambas expresiones en la jerga española del siglo XXI. En su momento, ambas formaron parte del léxico del españolito de a pie, que encontraba en el humor el refugio perfecto para los sinsabores del franquismo. Los autores de esas y otras coletillas, Tip y Coll, llevaron el humor surrealista al gran público, que solo había conocido el humor absurdo a través de figuras foráneas como las de los hermanos Marx. Luis Sánchez Pollack y José Luis Coll fueron dos genios del humor, dos amigos que se habían conocido a mediados de los 60 y que, tras debutar en Televisión Española, se convirtieron en uno de los dúos cómicos más famosos y queridos de nuestro país. Su sketch sobre cómo llenar un vaso de agua, por ejemplo, fue comentado hasta en el último pueblo de nuestra geografía.

Pollack falleció en 1999 y Coll un 6 de marzo de 2007, hace ahora quince años. Este último desarrolló, en los últimos años de su vida, una prolífica carrera como presentador en el Telecinco de Valerio Lazarov. Programas como ‘Hablando se entiende la gente’ le devolvieron la popularidad entre un público más joven; una audiencia que tal vez no conocía su faceta de actor y escritor (uno de sus libros, ‘El diccionario de Coll’, fue prologado por el mismísimo Camilo José Cela). El recuerdo profesional es también grato para su hijo Mario Coll, escritor, psicoterapeuta y profesor de lengua y literatura castellana. No tanto el personal. “Como humorista, fue uno de los creadores del humor surrealista a nivel televisivo. Como padre era un pobre loco que se destruyó a sí mismo. La fama le devoró”, cuenta a este medio cuando nos ponemos en contacto con él.

placeholder Jose Luis Coll, en sus años de madurez.(Cordon Press)
Jose Luis Coll, en sus años de madurez.(Cordon Press)

Las palabras de Coll hijo, el mayor de cinco hermanos, son duras, contundentes y sin paños calientes. También resultan insólitas, ya que hasta ahora jamás había narrado lo que se ocultaba tras la cara pública de su padre. Mario fue, de hecho, el que más insistió en que el Ayuntamiento de Cuenca cumpliese la promesa de ponerle el nombre de su padre a una calle en 2017. Pero, aun reconociendo la grandeza profesional de su padre, la cara oculta del genio ha sido, para él, un trago mucho más amargo. “Era ludópata y dejó a mi madre con apenas 600 euros. Era un auténtico desequilibrado, pero quizá esa patología también fue la que le llevó a ser el humorista que fue”, afirma.

¿Por qué cree que esa patología contribuyó a su lado profesional?

Porque lo que formó con Tip fue una locura de a dos. De hecho, la química es eso, una locura de a dos.

¿Era muy grande el contraste de su figura pública con la de su labor como padre?

Es que como padre no existió. Fue uno de los mayores desastres y en el día a día iba completamente a lo suyo. Yo sé que hizo feliz a mucha gente con su trabajo, pero yo se lo regalo a la gente.

¿En qué consistían esos desastres?

Pues, por ejemplo, podía discutir hasta el paroxismo y la violencia asegurando que existían los gnomos. Y no es sarcasmo.

placeholder Tip y Coll (a la derecha), en una de sus legendarias actuaciones.(Getty)
Tip y Coll (a la derecha), en una de sus legendarias actuaciones.(Getty)

El relato de Mario retrata a un José Luis Coll sorprendentemente despreocupado por los suyos, más interesado por el juego o las mujeres que por llevar una tranquila vida familiar. “Recuerdo cómo despertaba a mis hermanos mientras dormían para gritarles cuáles habían sido las audiencias de sus programas. Además era un erotómano. Nadie le podía presentar a una novia porque se la podía quitar”, rememora.

Coll asegura que le ha llevado “años de psicoanálisis” entender la compleja psique de su padre y califica a su madre, Clotilde Rodríguez, de “superviviente de una situación insostenible”. Esa situación también tenía que ver con el abuso del alcohol por parte del humorista. “Te puedo decir que todos los días que yo me iba al colegio, él estaba ‘mamao’. Yo he llegado a sacarle de un coche completamente dormido porque había bebido”, advierte.

Lo define usted como ludópata… ¿Qué hacía exactamente?

Pues se lo pulió todo en el casino de Torrelodones, por ejemplo. De hecho, no nos dejó absolutamente nada. A mí me da igual, pero hombre, no dejarle nada a la mujer que lo aguantó tantos años…

¿Por qué cree que nunca salió a la luz su verdadero carácter?

Siempre amamos a quienes nos hacen reír. Y tampoco sabemos cómo es la gente de puertas para adentro. Tú puedes arreglar muy bien motos y ser un hijo de puta en tu casa. En el caso de mi padre, es porque la prensa lo respetaba y el público siempre piensa que un tío que te hace reír no puede ser malo. Mira, yo iba a Bocaccio y él estaba allí con una amante oficial. En aquella época, si eras famoso, tener una amante, alguien aparte de la mujer que tenías en casa, era como una señal de poder. Pues los paparazzi los veían igual que yo y jamás lo fotografiaban. Era una señal de cómo lo respetaban.

¿Cómo se tomaba su madre esa infidelidad?

Era la típica mujer de la época, de aguantar y aguantar. Yo le comentaba que había visto a mi padre con otra y lo que ella hacía era culpar al mensajero.

Aunque sus declaraciones son duras, Mario, desde la óptica de su profesión, entiende en parte por qué su padre tuvo ciertas actitudes. La razón, algo freudiana, es la consecuencia de un pasado algo traumático. Huérfano de padre, vio cómo su madre, autora de ideas republicanas, emigró a Argentina, dejándolo al cuidado de otras personas y con muy poco que llevarse a la boca. “Venía de una posguerra muy dura, con una madre que no pudo estar con él. Se crio con las tías y no tenían absolutamente nada. Pasó de comer bocadillos de choped en Cuenca (la ciudad natal del humorista) a que lo llamase el mismísimo rey de España. Ese salto no debió ser fácil de digerir”, señala.

Coll hijo también quiere dejar claro que sus declaraciones, hasta ahora inéditas, no son “producto del típico rencor de adolescente”, sino que están tejidas por la realidad de la experiencia en primera persona. “En los últimos años se volvió loco, y además mis hermanos y yo tuvimos que soportar ciertas derivaciones de su fama. Recuerdo al típico fotógrafo del ‘Diez Minutos’ que nos perseguía donde quiera que fuésemos. Pero nada de eso se lo podía imaginar la gente. Tú eras un niño que iba creciendo, veías que tu papá era famoso y que la gente había creado muchos espejismos. Eso es difícil de desmontar”, apunta.

Pese a todo, ¿conserva buenos recuerdos de él?

Recuerdo algunos veranos de vacaciones en los que éramos felices, o cómo nos compraba cromos. Pero insisto, en el día a día no estaba. De hecho, cuando nacieron sus hijos él siempre estaba jugando al póker.

Al respecto, Mario Coll recuerda una anécdota muy particular que mezcla el humor de su padre con su despreocupación familiar. Cierto día, jugaba a las cartas con el recordado periodista Fernando García Tola mientras su mujer daba a luz a uno de sus hijos. Cuando Tola le reprochó que estuviese más preocupado por sacar una buena mano que por su futuro vástago, Coll hizo gala de su fina ironía. “Fernando, tú del cinismo solo conoces la teoría. Yo conozco la práctica”, replicó.

El humorista era humorista hasta para contarle a su hijo la razón de su cacareada amistad con Felipe González. “Una vez le dije: ‘Papá, ¿tú por qué eres amigo de Felipe? ¿Por su persona o porque es presidente? Él no dudó en contestarme: ‘Porque es presidente'”. Anécdotas que hacen gala de ese particular e inteligente sarcasmo que no tuvo tanta gracia para aquellos que lo tuvieron cerca...

“Dame la manita, Pepe Lui". O "¿Para qué...? ¿Paraguayo?”. Probablemente cueste reconocer ambas expresiones en la jerga española del siglo XXI. En su momento, ambas formaron parte del léxico del españolito de a pie, que encontraba en el humor el refugio perfecto para los sinsabores del franquismo. Los autores de esas y otras coletillas, Tip y Coll, llevaron el humor surrealista al gran público, que solo había conocido el humor absurdo a través de figuras foráneas como las de los hermanos Marx. Luis Sánchez Pollack y José Luis Coll fueron dos genios del humor, dos amigos que se habían conocido a mediados de los 60 y que, tras debutar en Televisión Española, se convirtieron en uno de los dúos cómicos más famosos y queridos de nuestro país. Su sketch sobre cómo llenar un vaso de agua, por ejemplo, fue comentado hasta en el último pueblo de nuestra geografía.

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