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Hablamos con el conde Rudi, el aristócrata alemán que se refugió de los rusos en Marbella
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Hablamos con el conde Rudi, el aristócrata alemán que se refugió de los rusos en Marbella

Rudolf Graf von Schönburg, más conocido como el conde Rudi, es primo político de la reina Sofía e inspirador de una novela

Foto: El conde Rudi, junto a Gunilla y Luis Ortiz. (AG)
El conde Rudi, junto a Gunilla y Luis Ortiz. (AG)

Los rusos se lo quitaron todo. Y, prácticamente con la ropa de andar por casa, Rudolf Graf von Schönburg, más conocido como el conde Rudi, tuvo que huir de los rusos del castillo familiar de Glauchau (Sajonia, Alemania). Él salía por una puerta, mientras el ejército de Stalin entraba por el portón principal de la fortaleza. Son hechos que ahora el octogenario aristócrata rememora para Vanitatis, al hilo de la guerra que ha desatado Putin.

“Es paradójico -nos dice-, pero si no me hubieran quitado todo los rusos, nunca hubiera llegado a Andalucía, donde he vivido una vida maravillosa con mi familia. Se da el caso de que parte de nuestros clientes principales en Marbella Club son rusos. Así que aquello ya solo reside en mi lenta memoria”. Rudi pasó su juventud en las propiedades de la familia en Sajonia hasta que en 1945 huyó a la parte occidental del país. La salida del castillo familiar la recuerda casi como un acto de heroicidad. Un relato que ahora ya puede contarle a sus nietos, a los que adora: “El tener que salir con unas pocas pertenencias, quedándote con una mano delante y la otra detrás, fue algo que soportaron muchos. Y eso nunca se olvida. Me da mucha pena la guerra tan dura que se está viviendo ahora entre Rusia y Ucrania”.

placeholder El conde Rudi, en una entrevista. (AG)
El conde Rudi, en una entrevista. (AG)

Entre las imágenes que tiene prendidas en su retina está la salida con sus ocho hermanos, y él solo con 12 años, llevando las riendas de un coche de caballos a galope, huyendo de los rusos. Ahora estas vivencias, y muchas más, han sido recogidas en el libro ‘La última condesa nazi’, de la escritora Viruca Yebra, donde el relato del aristócrata es básico para dar cuerpo a esta novela, de la que su autora significa a este medio que “un ochenta por ciento es todo basado en hechos reales. Y, sin duda, la narración del conde Rudi ha sido esencial para conformarla”.

El mismo conde relata en sus vivencias el día que tuvo que salir del castillo en el que siempre había vivido con sus hermanos: “Fue como una película, si echas el tiempo atrás. Yo miraba con ojos de niño, para despedirme de esas murallas y de lo que allí se quedaba y había sido mi hogar hasta entonces”. Y así recuerda ese carruaje donde hacía frío, huyendo con los pantalones Lederhosen de cuero, con unas gruesas medias encima, camisa jersey chaqueta, abrigo gorro y guantes de lana, muy deprisa para llegar a un lugar seguro, atravesando toda Baviera.

placeholder La autora, con el libro. (AG)
La autora, con el libro. (AG)

"Atrás quedaba una vida que nada tenía que ver con la que después iba a empezar. Los enemigos estaban muy cerca. Había un puente, ya controlado por los americanos, y escapar de los rusos, no muy lejos del castillo, nos llevó como un kilómetro hasta que estuvimos a salvo". En junio de 1944 tuvo lugar la llegada de los aliados, que se extendieron por el país. Poco a poco fueron incluyendo la Alemania nazi, arrasando a toda una nación que había mirado con desprecio a naciones, pueblos y religiones. Y así, el aristócrata Rudi, que huyó a caballo de su castillo con los soviéticos pegados a sus talones, pudo encontrar el sosiego y la paz. En esta nueva vida que inició Rudi convivió con un tío suyo, que le aceptó como a un hijo y quería que se dedicara a la banca, un negocio muy rentable por aquel entonces. Su padre había muerto en la guerra y su madre, sabedora del carácter de su hijo, intentó que cursara la carrera diplomática. Pero ni una cosa ni otra, porque el joven Rudolf quiso dedicarse a la hostelería, lo que ha sido hasta hora “toda una vida” y así entró en la célebre Escuela de Hostelería de Lausana (Suiza).

Amor a primera vista

El conde Rudi pertenece a la estirpe aristocrática germana que le dio nombre a Marbella. Este noble, junto a Alfonso de Hohenlohe, fundó Marbella Club a mediados del siglo pasado. En su memoria residen aún las fiestas más chic, protagonizadas por los famosos y millonarios más destacados de la época. Acercándose a los 90 años, el noble aún recuerda los pastos del terruño de Sajonia.

placeholder Alfonso de Hohenlohe, con sus hijos Kiko y Hubertus. (EFE)
Alfonso de Hohenlohe, con sus hijos Kiko y Hubertus. (EFE)

Aterrizó en la Costa del Sol en diciembre de 1956 y ya nunca se fue. Tras su prestigiosa formación en Suiza, su familiar el príncipe Alfonso de Hohenlohe lo reclamó para gestionar el santa sanctórum del Marbella Club, lo más parecido a su palacio de Sajonia. “Lo que sentí por Marbella fue amor a primera vista. Tiene algo tan cálido esta ciudad que cuando llega nos abraza, y ya no nos queremos marchar. El carácter especial de la gente, las bondades de su clima y ese electromagnetismo que imprime me arraigaron hasta ahora”. Y así a Marbella la convirtió en su segunda patria, al lado de su esposa, la princesa María Luisa de Prusia, y sus hijos Sofía y Federico.

En el Marbella Club, él y Alfonso hicieron la marca de la ciudad. El nombre de Rudolf Schönburg está unido sin remedio a la historia del Marbella Club. El mítico hotel, que a día de hoy sigue siendo paradigma de lujo y buen gusto, lleva impreso su sello: “Pienso que el éxito está en que yo entendí desde el primer momento lo que los clientes querían. Un lugar donde la gente se pudiera reunir y se sintieran como en su casa. Así recalaron Henry Ford, Edward Kennedy, Audrey Hepburn, la Ava Gardner de la época de Luis Miguel Dominguín, Kim Novak, James Stewart, Gina Lollobrigida...”. Hay cosas que nunca se olvidan y el conde Rudi recuerda a la primera clienta que le marcó: Merle Oberon, actriz casada con un italiano y que vivía en México.

placeholder El conde Rudi, con su esposa. (AG)
El conde Rudi, con su esposa. (AG)

El conde nunca se olvida de la anécdota del duque de Windsor, hermano del rey Jorge VI: "Nuestro trato fue siempre muy normal, para que se sintieran como en casa. Una de esas veces organizamos una fiesta en la playa y le preguntamos a su esposa si el duque iría con corbata. Ella nos dijo que sí. Nosotros advertimos al resto de invitados y todos los asistentes acudieron con corbata. Pero el duque llegó sin corbata y todos los invitados se quedaron paralizados. Él, dándose cuenta, se marchó y volvió a los pocos minutos con corbata. Entonces todo el mundo ya se la había quitado la corbata… Y él se la quitó y la tiró a la piscina".

Otra de sus anécdotas es el día que Elizabeth Taylor fue cazada por un paparazzi sin sostén tomando el sol en el Beach Club. A Rudy no le gustó: “Esa moda de las francesas decidí que se quedara en Francia. No era bonito que las mujeres practicaran topless. Me alegaron que era la moda en la Costa Azul, pero no lo veía correcto. Marcamos que había que ir con los cuerpos cubiertos y los hombres con camiseta: no hay nada más feo que un hombre sudando”.

Vida tranquila con María Luisa y sus nietos

De misa diaria, Rudi siempre está risueño. Va a la iglesia del Ángel y, como buen católico, madruga para asistir a la oración. Ahora, una de las cosas que más le gusta hacer después del oficio religioso es darse su paseo por el Marbella Club, donde el silencio de sus jardines es casi impagable, o como Rudi dice: “Como de convento”.

Los únicos que hacen ruido son sus tres nietos. El conde Rudi está casado desde 1971 con la princesa María Luisa de Prusia, bisnieta del emperador Guillermo II y prima de la reina Sofía. A lo largo de toda una vida dedicada al turismo, ha recibido reconocimientos como la Cruz Oficial de Isabel la Católica o la Medalla de Plata al Mérito Turístico. Desde el 25 de septiembre, el día de su cumpleaños, su nombre está impreso en el Bulevar de la Fama de Puerto Banús. Desde que su “princesa” llegó a su vida todo cambió: “Mi primo Alfonso se puso muy contento con nuestro matrimonio. Él estaba divorciado por entonces y que entrase en nuestras vidas para el Marbella Club alguien del calado de María Luisa fue un lujo. Necesitábamos la mano de una mujer”.

Con el paso de los años, el aristócrata se ha convertido en todo un abuelazo, que les cuenta a sus nietos cómo inventó las 'burradas': “Esas subidas que les hacíamos a los turistas que venían a la pineda de Marbella Club en burritos y bebíamos sangría y comíamos tortilla de patata mientras los gitanos cantaban. Esto es Andalucía”. Ahora que llega la Semana Santa saldrá de procesiones, “que me gustan mucho”. Y entre sus pensamientos no está el de la retirada. Espera que Dios le regale “muchos años” como asesor y consejero del Marbella Club.

placeholder El conde, durante una entrevista con Amparo de la Gama. (AG)
El conde, durante una entrevista con Amparo de la Gama. (AG)

En sus sueños aún está esa otra Costa del Sol en la que, cuando él llegó de Alemania, solo había un aeropuerto de pista cortísima y el avión tenía que dar varias vueltas para ahuyentar al ganado. Su deseo ha sido siempre el de salvar Marbella, ya que él se siente “protector”: “Esa simbiosis perfecta, entre el colono del sombrero regio que, como refugiado, salió de su castillo sajón para encontrar en Santa Margarita su lugar en el mundo en el paraíso de la ‘beautiful people”.

Los rusos se lo quitaron todo. Y, prácticamente con la ropa de andar por casa, Rudolf Graf von Schönburg, más conocido como el conde Rudi, tuvo que huir de los rusos del castillo familiar de Glauchau (Sajonia, Alemania). Él salía por una puerta, mientras el ejército de Stalin entraba por el portón principal de la fortaleza. Son hechos que ahora el octogenario aristócrata rememora para Vanitatis, al hilo de la guerra que ha desatado Putin.

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