PRIMICIA| Fueron novios, ahora consuegros: el baile del reencuentro de Marta Chávarri y Philippe Junot
El padre de la radiante novia del fin de semana se marcó unos pases con la madre del apuesto novio, recordando un romance que marcó el verano de 1996
Una vez que los novios, Álvaro Falco e Isabella Junot, firmaron su compromiso matrimonial en la pequeña capilla del palacio de Mirabel, los siguientes momentos importantes en el ritual casamentero eran el corte de la tarta nupcial y el baile de los protagonistas. Así funciona en todas las bodas, donde los invitados y familiares se emocionan al ver bailar al novio con la madrina y a la novia con el padrino.
Como no podía ser de otra manera, sucedió lo mismo este sábado, 2 de abril, en el enlace que ha marcado el fin de semana y del que aún se sigue hablando. Lo único que no hubo fue tarta nupcial, pero sí un baile muy esperado. Y no solo por la felicidad de la pareja protagonista, sino porque el destino había unido de nuevo a los padres respectivos, Marta Chávarri y Philippe Junot, que tuvieron una historia sentimental en el verano de 1996.
Ese romance duró lo mismo que la canción del Dúo Dinamico que decía: “El final del verano llegó y tu partirás”. En septiembre cada uno volvió a sus quehaceres sentimentales. Ninguno de los dos tenía en aquellas fechas pareja y, por lo tanto, eran libres para vivir su romance. Chávarri se había casado con el exmarido de Alicia Koplowitz en 1991 y se divorciaron cinco años después.
Como todo lo que afectaba a la que fuera esposa del marqués de Cubas, cualquier noticia era motivo de portadas en la prensa y titulares en los programas de sociedad de la radio y en los matinales de televisión. Y más aún cuando se trataba del gran galán que enamoró a la princesa Carolina de Mónaco y que después tendría una trayectoria emocional importante.
De ahí que cuando se hizo pública la relación de los hijos respectivos, Álvaro e Isabelle, y después confirmaron la fecha de boda, una de las fotografías más buscadas era el encuentro de los dos personajes que fueron las estrellas del corazón del mundo mediático rosa.
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A Marta solo se la vio llegar en el coche acompañada de su hermana Isabel el día anterior. A Junot, ni eso. De ahí el interés de volver a verlos juntos. Su primera aparición fue a la llegada a la capilla. Cada uno cumpliendo con el protocolo. La que fuera impactante Lady España acudió con un conjunto de la firma Tot-Hom, del brazo de Álvaro. Testigos presenciales aseguran a Vanitatis que la emoción de la madrina era visible y que, en más de una ocasión, se le escaparon las lágrimas.
Junot cumplió con su papel de padrino de Isabelle. El financiero tiene cuatro hijos. La última, Chloe, no estuvo presente y es hija de su tercera esposa. Los invitados pudieron seguir la liturgia desde una estancia donde se dispuso de un plasma, mientras que los testigos estuvieron en la puerta de la capilla, que al ser muy reducida, tenía poca capacidad.
Volvamos al baile, que era lo más esperado por todos: por los jóvenes para aplaudir al nuevo matrimonio y por los invitados mayores que esperaban presenciar ese reencuentro lleno de nostalgia. No hubo el típico vals para los padrinos. El tema que sonó en el patio del palacio de Mirabel fue ‘These Arms of Mine’, de Otis Redding. Primero, Marta bailó con su hijo y Philippe lo hizo con su niña querida. Después, hubo un intercambio de parejas con ese momento de vuelta al pasado. Mientras duró la pieza estuvieron intercambiando conversación. El destino caprichoso los volvía a unir, esta vez como padres de los recién casados.
La historia sentimental de los padrinos
Corría el verano de 1996. Finales de julio, para ser precisos, y se producía la desbandada de los personajes que ilustraban las revistas del corazón a sus destinos vacacionales. Abrían sus casas de Mallorca, Menorca, Costa Brava y, por supuesto, Marbella mientras que Madrid se quedaba vacía. Las revistas enviaban a sus redactores a las playas y los paparazzi desaparecerían de la capital. Campo libre para las relaciones extraconyugales o los romances incipientes como era el de la exmarquesa de Cubas y el playboy. No hubo seguimiento porque nadie imaginaba esa relación.
Marta pasaba unos días en la Costa del Sol y la prensa daba por seguro que se quedaría todo el verano en Marbella. La coartada era perfecta, pero la realidad era otra: una vez que se dejó ver, volvió a Madrid, donde se encontraba con el caballero Junot.
Y ahí fue cuando la casualidad y el destino se enredaron. La pareja decidió cenar en un restaurante que no formaba parte del circuito de 'ver y dejarse ver'. Se trataba de Sacha, un local pequeño en la calle Hurtado de Mendoza con una carta exquisita y un pequeño jardín donde se ubicaban las mesas y al que no se podía acceder, salvo que fueras cliente. A este local solían acudir políticos y empresarios para reuniones secretas. Una de las noches hubo una filtración de una cena de esas características de Felipe González con comensales con los que no quería ser visto. Muy cerca estaba la redacción de la revista ‘Tiempo’ y un reportero, que vio la seguridad en la calle, esperó hasta que saliera el presidente. Cuál no sería la sorpresa al ver que Marta y Junot abandonaban el restaurante de la mano y se besaban sin darse cuenta del ojo indiscreto que presenciaba la escena.
A partir de ese día, el romance fue público y duró lo que tenía que durar. Una historia sin final feliz, pero con diversión asegurada para ambos mientras formó parte de su agenda emocional. Los invitados de esa generación que vivieron aquel romance lo recordaron el sábado.
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Una vez que los novios, Álvaro Falco e Isabella Junot, firmaron su compromiso matrimonial en la pequeña capilla del palacio de Mirabel, los siguientes momentos importantes en el ritual casamentero eran el corte de la tarta nupcial y el baile de los protagonistas. Así funciona en todas las bodas, donde los invitados y familiares se emocionan al ver bailar al novio con la madrina y a la novia con el padrino.