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El CNI del pueblo: cómo Mariñas se convirtió en la persona más temida de España
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Muere el padre de la crónica rosa

El CNI del pueblo: cómo Mariñas se convirtió en la persona más temida de España

Tenía antenas en todas partes, puso firmes a los famosos y el rey despachaba con él para saber qué se cocía en la corte

Foto: Julio Iglesias y Jesús Mariñas. (Cortesía)
Julio Iglesias y Jesús Mariñas. (Cortesía)

Palabra de Jesús Mariñas, tótem de la prensa del corazón, muerto hace unos días:

"Es lo que tiene husmear: casi nunca nada es lo que parece”.

“Es mi gran vicio. Me acerco tanto a la noticia que llego a dormir con ella. Conocí a los personajes en la intimidad de sus miserias cuando el maquillaje se cuarteaba”.

En efecto, en el periodismo de Mariñas, de proximidad a las celebrities, el trampantojo se vivía de cerca. Mariñas fue (muy) amigo de Julio Iglesias, cuyo ascenso planetario cubrió de cerca. El cantante le regaló una vez un reloj Cartier, “con los que también cautivaba a sus amantes”, según el periodista. Todo un detalle de Julito hacia el periodista. Pero, ay, cuando Mariñas fue a cambiarle la pila al Cartier, descubrió que era falso… Gran metáfora del trabajo de Mariñas, que vivió de escribir sobre los relojes falsos, las relaciones truchas y las desventuras de los famosos.

Solía acusarse a Mariñas de dar patadas sin balón a las celebrities, y de abusar del moralismo, pero hay que reconocer que tenía estilo. Cuando Camilo José Cela le pegó un puñetazo en una fiesta, Mariñas tituló: “La mano que escribió ‘La familia de Pascual Duarte’ acarició mi rostro”.

"Me gané el título de periodista temido y odiado en una competición que duró años, tantos asaltos como crónicas"

En efecto, el 21 de agosto de 1991, en un cóctel en el hotel Coral Beach, en Marbella, Cela atizó a Mariñas al grito de “¡hijo de puta!”. Mariñas recordó así el episodio: "No todos los días uno puede contar que ha recibido un puñetazo de un premio Nobel. Vale que te busque Isabel Pantoja o alguno de sus acólitos para hacer vudú, o un actor en horas bajas, o una cupletista de lengua serpentina, o una duquesa de almohadas cambiantes. Me gané el título de periodista temido y odiado en una competición que duró años, tantos asaltos como crónicas. Decían 'Marinas' y se abrían las puertas del infierno".

"Los famosos tenían pavor a Mariñas. Era muy ácido, un demonio, pero también un compañero generoso", cuenta la periodista Paloma Barrientos.

¿Cómo llegó Mariñas a ser tan temido y odiado?

Encarna de noche

Lo más gordo que le pasó con un famoso no fue lo de Cela, sino lo de Encarna Sánchez, de la que desveló el triángulo sentimental que mantenía con Rocío Jurado e Isabel Pantoja... En efecto: fuegote.

“Cuando conté lo que se cocía en aquel puchero, Encarna montó en cólera. Era la comidilla en la radio. Nadie, sin embargo, se había atrevido a darlo a conocer. Encarna era un personaje siniestro, astuto, singular, extraño, contradictorio, que no se aceptaba a sí misma por ser lesbiana. Entonces, todavía se consideraba monstruoso, no reconocido e ignorado por la sociedad, y no digamos la alta sociedad… Las amenazas de Encarna fueron creciendo hasta que me advirtió: ‘Voy a mandar que te corten las piernas, que me cuestas poco porque eres un enano’. Y así fue. Fui al kiosco a comprar la prensa. Por detrás me asaltó un desconocido que me golpeó con un objeto, una barra, no sé lo que era. Me quedé temblando y a duras penas llegué a casa. Encarna había redoblado la apuesta”, contó el periodista en su autobiografía, ‘Jesús por Mariñas: memorias desde el corazón’, publicadas recientemente, cuando ya sabía que iba a morir y que o lo soltaba todo o callaba para siempre.

Encarna Sánchez a Mariñas: "Voy a mandar que te corten las piernas, que me cuestas poco porque eres un enano"

¿Por qué un esbirro de Encarna Sánchez, según él, le golpeó con una barra? ¿Por qué Cela le pegó un puñetazo? En el segundo caso, por lanzar vitriolo sobre la pareja del Nóbel, Marina Castaño, y "sus tejemanejes de escaladora social”. Pero lo importante no era tanto los motivos del puñetazo o del barrazo, como lo que reflejaban: que Mariñas tenía poder, influencia y lengua afilada. Mariñas era temido porque Mariñas sabía cosas.

El confidente

El tópico de que “la información es poder” era real en el caso de Mariñas. A las seis de la mañana, un par de horas después de llegar de cubrir una fiesta, solía llamarle la duquesa de Alba. Cayetana quería que Mariñas le diera el parte. “Quería estar enterada y saber quién había acudido, de qué se había hablado, cómo iba vestida una y la otra, quién había destacado más… Era una curiosidad insana y absurda, y más tratándose de alguien que más que persona era personaje”.

Que la duquesa de Alba le interrogara podría pasar por mero chismorreo entre la aristócrata aburrida y el periodista cuore. Lo singular es que lo mismo hizo durante años Sabino Fernández Campo, máximo fontanero real cuando los periodistas trataban con pies de plomo a la monarquía.

Las “frecuentes” reuniones entre Sabino y Mariñas tenían un ritual: Sabino mandaba un coche (no oficial) a recoger a Mariñas, le recibía en Zarzuela y charlaban durante más de una hora. ¿De qué hablaban? Atentos:

"El rey se pasaba la tarde con Mariñas. Bebía whisky mientras Mariñas le contaba (casi) todo"

1) “Me preguntaba qué personajes iban a tal sitio o qué se comentaba de unos y otros... El trasfondo del mundillo frívolo, que igual no era tan frívolo, sino una representación del Madrid de entonces Yo le contaba lo que se cocía, pero siempre estrictamente sincero y nada adulador”.

2) “Le daba mi impresión guardando las distancias. No me interesaba ni quería traicionar a nadie, ni tampoco tenía por qué hacerlo”.

3) “Sabino sonsacaba lo que el famoseo comentaba del rey y sobre las mujeres que le interesaban para poder sofocar antes de tiempo algún incendio. Quería saber cómo eran y qué le unía a ellas, no de un modo corporal, sino emotivo, el escarceo puntual le traía sin cuidado. Deseaba monitorizar sus relaciones y su corazón. Si los encuentros sexuales se repetían más de lo normal, sonaba el zafarrancho de combate para controlar dentro de lo posible la situación, porque al rey no le podía decir abiertamente que dejara de verse con alguien. Una cosa es encamarse y otra encariñarse”.

Jesús Mariñas: el Pegasus del pueblo, el CNI de mesa camilla.

placeholder Mariñas, con Juan Carlos I. (Cortesía)
Mariñas, con Juan Carlos I. (Cortesía)

Resumiendo: Sabino sabía que con los Borbones, los asuntos de alcoba podían llegar a ser asuntos de Estado o crisis de Estado. Cuando Sabino dejó de apagar fuegos sentimentales en Zarzuela, ya sabemos qué ocurrió. La de Dios es Cristo.

Pero no se vayan todavía porque aún hay más: Mariñas acabó despachando directamente con Juan Carlos I. “Se hizo habitual. Digamos que se interesaba por mi trabajo. Yo le contaba: ‘He visto a este o aquel, y se rumorea tal cosa'. Alguna vez me dio alguna información que no era lo que se estaba publicando y alguna otra que le interesaba que se supiera”.

"El rey se pasaba la tarde con Mariñas. Bebía whisky mientras Mariñas le contaba (casi) todo", asegura Barrientos.

La hora de los mamporros

El mamporro de Cela a Mariñas fue inmortalizado por el fotógrafo Bernardo Paz. La imagen anticipó una nueva era de tensiones entre famosos y periodistas… en la que Mariñas jugó un papel fundamental vía ‘Tómbola’, el programa noventero de Canal Nou. Toda una generación perdió la inocencia viendo a Marinas y compañía desollando famosos en 'Tómbola'.

El día que empezó ‘Tómbola’, un pelotón de periodistas liderado por Mariñas fusiló en directo a una Chabeli que huyó estupefacta del plató (con buen dinerete en el bolsillo). Las reglas del juego habían cambiado. Paloma Barrientos, que participó en el primer programa de "Tómbola', lo recuerda como pura improvisación: "No estaba en absoluto preparado. Salió así. Lo que pasa es que Chabeli nunca había caído bien, era un poco déspota, y cuando dijo que no sabía qué eran las Fallas, la cosa se salió de madre, marcando el tono del programa para siempre".

En palabras de Mariñas: “Se pontifica que ‘Tómbola’ fue la semilla de la prensa rosa en la televisión, el germen de la telebasura, el padre de ‘Sálvame’… Fue el momento en el que los ídolos se prestaron a arder en la hoguera de sus vanidades. La ya escasa distancia entre los famosos y su público se desvaneció, vendieron los bajos por altas sumas. Desde entonces pagan las consecuencias. La prensa los acechó y los populares vieron lo que se llama una oportunidad de negocio. El periodismo había levantado la veda y fue comiéndole terreno a su intimidad, hasta hoy, que se mete hasta en la cama de los reyes... En las casas se presagiaba el siglo XXI. Se usaba ya internet... Ninguno de los que acudieron a 'Tómbola' lo hicieron engañados, iban dispuestos al sacrificio y a poner la mano”.

“Sigo añorando aquellas noches valencianas donde hubo mucha ruptura, quizá excesos, pero mucha verdad”, concluyó Mariñas sobre 'Tómbola' en sus memorias. Nostalgia del territorio comanche pionero.

Habla Ángel Moreno, creador de 'Tómbola':

"Mariñas era especialmente ácido con los famosos que no conocía, para marcar territorio, para que vieran que no era una pieza fácil de abatir".

"Algunos famosos le tenían temor reverencial, miedo, más que a ningún otro periodista, sabían que se enfrentaban a un Miura, que si te pillaba en un renunció estabas jodido", zanja Moreno.

La invención de la noche

Pero viajemos al principio de los tiempos para entender bien el 'método Mariñas'.

Aún estaba el caudillo en forma cuando el joven Mariñas entró en su primer periódico, ‘El ideal gallego’, en el que empezó de botones en el turno de noche y acabó en redacción.

Siguió en el diario ‘Mediterráneo’, de Castellón, pero ni la ciudad ni el trabajo le impresionaron: demasiado viejuno. “Cuando llegué, qué coño, quise pegarme un tiro. Era, con Albacete, el lugar más aburrido de España. De una magnífica ‘catetez’”.

Culminó su aprendizaje en Barcelona, en ‘La prensa’, diario del Movimiento: “En las redacciones de entonces, la mayoría tenía sesenta años, o a mí me lo parecía. En ‘La Prensa’ comía con Maruja Torres, que era secretaria de redacción, un menú que costaba noventa pesetas, siempre en el mismo bar. Me pagaban tres mil doscientas. El apartamento, en el culo del mundo, suponía novecientas. Si comía, no podía cenar y viceversa”.

En 'La prensa' empezó a escribir la sección ‘La ciudad vive’ y a patearse saraos religiosamente. Así hasta el día de su muerte.

Mariñas llegó a Barcelona en 1965, a tiempo de cubrir los primeros salseos del tardofranquismo en la discoteca Bocaccio:

1) “De Bocaccio salieron muchas de mis crónicas de Barcelona. Descubrí que la noche tiene tantas horas como para llenar todo un periódico. La fiesta no tiene fin… Allí aguardaban féretros célebres para que hoy les rindamos homenaje. Dalí. García Márquez. Terenci Moix. Oriol Regás, el dios que inventó aquel infierno. Todos acababan escupiendo un titular. Yo les acariciaba el lomo antes de mordisquear su carne. Qué quieren que les diga, de algo hay que vivir”.

2) “Además de los antifranquistas, y restando a los comunistas, que eran muy aburridos y se enclaustraban como sacerdotes, alternaban todos. También la alta burguesía. El grupo de los Samaranch, por ejemplo. En Barcelona había 'casas bien' que exponían sin problema una tabaquera con cocaína sobre la mesa del salón. Unas cajas negras con dos tapas, que se abrían una para cada lado. Veías que todo el mundo se metía. Aquel desenfreno de Barcelona se cortó con Pujol. Lo jodió todo”.

En efecto, Mariñas fue, por encima de todo, periodista de saraos. Periodista de revelaciones soltadas entre ginebras y bambalinas. “El mundo del teatro era entonces básico para escribir, para contar, para hablar. Solo había una cadena de televisión. Yo buscaba la noticia y el morbo tras los telones”.

“Durante los treinta años que viví en Barcelona, asistía al Liceo… Escribía crónicas sociales observando los palcos o la platea. Un cotilleo permanente pasaba de fila en fila… La burguesía catalana siempre se distinguió por tener no una doble, sino una triple moral... Era habitual que coincidieran la pareja oficial y la de turno. Era lo más normal del mundo… Las santas esposas se sentaban en butaca y las amantes, quizá porque resultaba más ostentoso, en los palcos. O codo con codo en las butacas. Competían a la hora de vestirse, de maquillarse. Y lo contaban las engañadas. Ufanándose. Presumían de las amantes de sus maridos. —Pues la mía es más guapa que la tuya —, se retaban. Era un observatorio de la vanidad… Hoy cuesta creer la actitud frívola ante el engaño. No sé si era un sentimiento auténtico o adoptado para disimular lo jodidas que estaban”, escribió en sus memorias.

Estado mental Marbella

Mariñas entró en órbita en 1974. Luis del Olmo, cuando ‘Protagonistas’ se emitía en Radio Nacional, le contrató para llevar la sección ‘Del rosa al amarillo’. "Nunca se había hecho nada parecido. Fue una revolución. España entera se informaba del cotilleo nacional. Se ha dicho que soy el inventor de la crónica rosa y no es así. Me limité a contar sin considerar que estaba haciendo historia. Del Olmo me jaleaba: ‘Cuéntame chorradas’".

14 años después, Del Olmo despidió a Mariñas por sus crónicas viperinas sobre la primera dama, Carmen Romero. “La mujer del presidente no tiene solución. Ni sabe ni quiere aprender, se pone la Moncloa por montera”, contó, ganándose un despido por presiones de arriba. “Volví a encontrarme con Carmen Romero en un concierto. Le recordé: —Gracias a ti me quedé en la calle. —Ah, pues no sabía nada —se apresuró a contestar cínicamente. —Pues ya lo sabes".

Si Moncloa daba disgustos, el hábitat natural de Mariñas era Marbella.

La edad de oro de Marbella también fue la edad de oro de la crónica social. O eso cuenta la leyenda. Porque, una vez más, nada es lo que parece cuando rascas. Palabras de Mariñas sobre la Marbella decadente sin saberlo:

Marbella empezó su decadencia cuando los periodistas entramos a la caza de una presa… Una locura y un negocio… Vestían un escenario con un oropel algo gastado pero que gustaba a las revistas… Señoras pintarrajeadas como monas, maquilladas para un verano de 38 grados. Los churretones caían como lágrimas entre los surcos de las carcajadas. Mucho escote, rebrillo, lentejuela, vestidos recargados. Allí, más que desmadrarse, figuraban”.

“Estábamos en una Marbella cursi y clasista, reflejo bisutero de una cierta España. La velada seguía monótonamente el guion. Las señoras presumían de su bronceado y del modelo que habían elegido. La alta sociedad y los parásitos que jugaban a ser parte de ella se divertían o imitaban lo que ellos creían que era pasárselo bien... Todo giraba en torno a cómo fulana se había teñido o el Dior falso que llevaba mengana. Como se aburrían tanto, montaban aquellas fiestas para olvidarse de su monotonía... Al día siguiente sus nombres estarían resaltados en negrita, que era como se acomodaba la resaca en el papel”.

"Ahora se habla de oídas. El cotilleo ha degenerado en cotorreo"

¿No se aburría Mariñas nunca de ir a fiestas? "No saben lo que es estar cuarenta días en el mismo lugar, la misma playa, en los mismos clubes, viendo cada noche a las mismas personas con la misma pinta, el mismo gesto y la misma conversación”, contó Mariñas. Suena a hastío tras cubrir demasiadas fiestas, al clásico queme periodístico, pero no: Marinas nunca dejó de picar piedra. “Llegué a cubrir hasta cinco eventos al día… Unos me apetecían más y otros menos. Pensaba que si no estás, no te enteras de lo que pasa. Eso no lo hace todo el mundo. Solo puedes tener credibilidad asistiendo a los saraos. Me cuesta mucho escribir de un acto en el que no he estado porque me faltan detalles fundamentales: si alguien se rascaba la nariz o se frotaba las manos… Soy un observador de la vida y si por algo me he distinguido es por la autenticidad, por la verdad, por la realidad de lo que he contado”.

"Siempre estaba al pie del cañón en los saraos. Con su libretilla en la mano", recuerda Barrientos.

Mariñas, en definitiva, era de la vieja escuela. Y aunque algunos le asociaban al cuore más tóxico, él se reivindicaba como profesional escrupuloso.

1) “Me ponían a parir. ¿Malo? No creo haberlo sido. He estado muy comprometido con mi profesión, he sido muy exigente… Esa manera de actuar provocó que mucha gente me asaltara: — ¿Cómo publicas esto? —Pues porque es mi trabajo. Para mí es como el hecho de afeitarme, una necesidad”.

"Algunos famosos le tenían temor reverencial, miedo, más que a ningún otro periodista, sabían que se enfrentaban a un Miura"

2) “Creo que me he caracterizado siempre por la precisión de mis informaciones. Nunca he recurrido al 'según se dice'. Yo afirmaba. Si no tenía esa seguridad, no lo contaba".

3) “Nunca he sido una persona conflictiva, de generar problemas. Los he creado como consecuencia de los asuntos que destapaba, no intencionadamente ni por provocar incomodidades. Todo ha sido consecuencia de mis ganas de informar lo mejor posible sobre lo que sabía”.

Por último, Mariñas lanzó una advertencia a la industria: si mi periodismo te parece degenerado, con el de ahora te explotará la cabeza. “La prensa del corazón se ha emputecido entre las redes sociales y los programas de televisión que miden su éxito por los escándalos. Se habla de oídas. La diferencia es que yo contaba lo que vivía… Antes, currábamos cada noticia, la investigábamos, le buscábamos adornos para engrandecerla. El cotilleo ha degenerado en cotorreo. No hay grandes temas y, además, apenas te crees lo que te cuentan”.

"Mariñas conocía personalmente a muchos famosos de los que hablaba. ¿Qué quiero decir? Que ahora en la información deportiva y del corazón se habla mucho de oídas, pero Mariñas tenía casi siempre información de primera mano, sabía de lo que hablaba", zanja Ángel Moreno.

Moraleja: Todavía hay clases.

Palabra de Jesús Mariñas, tótem de la prensa del corazón, muerto hace unos días: