Domingo Villar, de ejecutivo del plástico a escritor internacional de 'bestsellers'
El vigués, autor de novela negra, falleció el miércoles 18 por un ictus. Casado con una periodista aragonesa y padre de tres niños, vivía en Madrid
“Mi padre se murió en diciembre del 2013 y me hizo jurarle que nunca mataría al padre de Caldas, y por tanto, los juramentos en pie”. Lo contaba Domingo Villar en una entrevista el año pasado sin saber que el propio Leo Caldas, su alter ego, el detective para el que creó una saga literaria, desaparecería pronto, tan pronto como a la muerte del autor. Villar falleció esta semana a los 51 años dejando huérfano a Caldas, claro, y a los miles de lectores que esperaban la nueva entrega en la que estaba volcado este vigués.
El escritor siempre quiso dedicarse al oficio, pero en su casa al principio no lo entendieron. Quería estudiar Filología o algo que le llevara hacia las letras, aunque su familia, de industriales, le pidió que estudiara algo más ‘serio’. Así que hizo el petate y se fue a Madrid, donde estudió Empresariales para volver después a casa y trabajar en la empresa familiar.
Villar estuvo unos años como ejecutivo del plástico, el sector al que se dedicaba la empresa de su familia. Hasta que decidieron deshacerse de ella. Cuando los Villar decidieron vender el negocio, el hijo volvió a empaquetar y se instaló en Madrid, donde vivía, diciendo siempre que Vigo era su “paraíso perdido”.
Vigo, el paraíso perdido
Allí, en la ciudad portuaria, este gallego algo melancólico (los tópicos se cumplen a veces) se sentía más inspirado que en ningún otro lugar, y en la misma ciudad situaba todas sus tramas. Los bares de siempre, las calles empinadas con olor a salitre que ha pisado Leo Caldas durante páginas y páginas. Hasta el padre del detective es parecido al padre de Villar, de ahí que le pidiera que no lo matara.
En su Madrid querido formó una familia que ahora llora su muerte: su mujer, Beatriz Lozano, periodista, y sus tres hijos, Tomás, Mauro y Antón. Los cuatro sufren por una muerte prematura que sorprendió a todos el miércoles 18: Siruela, su editorial, confirmaba que había sufrido un ictus del que no sobrevivió.
Su mujer, nacida en Teruel, también ha sido fuente de inspiración en su obra. Porque Estévez, la sombra de Caldas en sus novelas, es un aragonés bruto y directo que hace de contrapunto del protagonista, un hombre algo triste y tímido. Ese personaje se inspira en su mujer, tal y como contó el autor en ‘El Heraldo de Aragón’.
Su familia y su tierra
Y le servía también para hablar de Galicia: "Me gusta contar cómo es mi tierra, y de ese modo, a través de este personaje que acaba de llegar a Galicia, que pregunta cosas, puedo realizar un retrato de la tierra. Me hace gracia burlarme un poco de cómo somos los gallegos a través de la lógica aplastante del aragonés".
Convertido en uno de los grandes de la novela negra de este país, en los últimos meses trabajaba en una nueva. Una obra que iba a protagonizar, claro, Caldas, de quien logró que hablara varios idiomas. Su trilogía formada por ‘Ojos de agua’ (2006), ‘La playa de los ahogados’ (2009) y ‘El último barco’ (2019) se ha traducido al inglés, francés, alemán, italiano, ruso, checo, noruego, hebreo, polaco, holandés, búlgaro o sueco.
Para llegar al éxito literario tuvo que pasar por varias fases y la más entretenida fue la de dedicarse al audiovisual. Estudió un máster en el Instituto de Empresa que dirigía el abogado Hugo Écija.
Así lo contaba él mismo: “Yo pensaba que el camino más corto para llegar a la escritura era el audiovisual. Entonces comenzaban las plataformas de pago: Canal Satélite Digital y Vía Digital, aunque la verdad siempre encontré ahí muchas reticencias, en el área creativa, para contratar a alguien que procedía de empresariales, de una industria química”.
Del audio a los libros
De su paso por la industria audiovisual, Villar recordaba que le hizo desenfocarse de la escritura, su verdadera vocación, así que lo dejó para poner negro sobre blanco todas sus historias. Historias que le reportaron muchos premios, además: Premio Antón Losada Diéguez, Premio de la Federación de Libreros de Galicia, Premio Frey Martín Sarmiento, el Premio Sintagma o el Brigada 21, siendo finalista de los Crime Thriller Awards y el Dagger International en el Reino Unido, el Le Point du Polar Européen en Francia y el Premio de la Academia Sueca de Novela Negra.
Entre otras de sus vocaciones se cuenta también la viticultura, algo que heredó de su padre, quien a los 60 años decidió plantar vides y hacer vino. Sobre este negocio, al que no entró nunca pero sí que disfrutó como aficionado, decía que “no se diferencia tanto de la literatura: es constancia, cariño, paciencia y dejar que se vayan decantando los aromas y los sabores”.
Por eso, quizás, fue también crítico gastronómico en varios programas de radio, comentarios que compaginaba con sus ideas sobre literatura. Porque esa era su pasión y a ella estaba entregado. Hasta que llegó la muerte mucho antes de lo esperado.
“Mi padre se murió en diciembre del 2013 y me hizo jurarle que nunca mataría al padre de Caldas, y por tanto, los juramentos en pie”. Lo contaba Domingo Villar en una entrevista el año pasado sin saber que el propio Leo Caldas, su alter ego, el detective para el que creó una saga literaria, desaparecería pronto, tan pronto como a la muerte del autor. Villar falleció esta semana a los 51 años dejando huérfano a Caldas, claro, y a los miles de lectores que esperaban la nueva entrega en la que estaba volcado este vigués.