Un joyón familiar, una coleta y PCR: 'entramos' en la boda más blindada de los Alba
Todos los detalles de la boda de Belén Corsini y Carlos Fitz-James, condes de Osorno, de la que hoy se cumple un año
Los condes de Osorno cumplen hoy, domingo 22 de mayo, su primer año de casados. 365 días de discreta convivencia en los que tan solo les hemos visto en contadas ocasiones a pesar de la inmensa expectación que generó su boda, una de las más importantes de la temporada de primavera del año pasado. Tras varios meses de espera, incertidumbre por las posibles restricciones por culpa de la crisis del coronavirus y un tiempo que amenazaba tormenta, Carlos Fitz-James Stuart y Solís y Belén Corsini Lacalle pronunciaron bien alto el ‘sí, quiero’ ante un buen número de invitados en los jardines del palacio de Liria.
Una organización salida de las expertas wedding planners de A-Típica, que en los días previos al enlace parecía que seguiría un esquema más que similar a la de Fernando Fitz-James y Sofía Palazuelo. Nada más lejos de la realidad.
Si en la boda de los Huéscar disfrutamos de un extenso número de invitados que rozó los más de 700, en esta fueron algo menos de la mitad. Un recorte que se llevó por delante a personajes tan carismáticos como Esperanza Aguirre, Ágatha Ruiz de la Prada o Paloma Segrelles y a otros tan mediáticos (sobre todo en lo que a redes sociales se refiere) como Josie, estilista e íntimo amigo de Palazuelo.
Una boda completamente blindada de la que, a pesar de todo, trascendieron, tal y como relatamos en estas páginas en riguroso directo, algunos detalles que quizá pasaron desapercibidos entre tanta invitada fascinante como Inés Domecq o Alejandra Domínguez. El catering, como ya anunciamos las semanas previas, lo sirvió Ciboulette y fue de nuevo un gran acierto entre los invitados; la novia también vistió finalmente de Navascués con un vestido que nos explicó al detalle la propia diseñadora y directora creativa Cristina Martínez-Pardo Cobián. Los siete detalles que quizá te perdiste de la boda de la temporada:
El vestido y el joyón familiar
Un vestido de corte imperio, realizado en georgette pesante de seda natural con doble falda y enagua en satín con remate bordado. Las mangas, fiel al estilo romántico de la novia, son de una pieza, abullonadas en la parte de arriba y algo más entalladas hasta el codo. Un diseño de lo más cómodo si tenemos en cuenta que la cola es independiente.
Confeccionada en tul de plumeti bordado con flores en un tono rosa apagado sobre gazar (el mismo tejido con el que se elaboró el cuello del cortejo), tras la ceremonia y con el objetivo de disfrutar del cóctel servido por Ciboulette lo más cómoda posible, se la quitó dejando a la vista el 'segundo' vestido.
El velo fue de tul plumetti con aderezo de joya de familia. Una joya que, tal y como ha pudo saber Vanitatis en primicia, se trató de unos pendientes de brillantes propiedad de la abuela materna de la novia. Según relataron a estas páginas personas cercanas a Belén, podrían haber sido modificados por tratarse de una pieza de alta joyería bastante llamativa.
El encargado de maquillar y peinar a la novia fue Álvaro Talayero, el favorito por excelencia de la jet patria. Belén fue fiel a su estilo y lució una coleta pulida a media altura peinada con raya al medio sobre la que destacaba un tocado de estructura similar al que lució su cuñada Sofía Palazuelo en su boda. Una pieza diseñada y creada a medida por Suma Cruz que completaba un look de sobresaliente y que destacó una vez se quitó el velo para disfrutar más cómoda de la fiesta posterior.
Un look nupcial sin pegas que la hace sin ninguna duda una de las mejor vestidas de las últimas temporadas.
Más de 300 invitados
Mucho se especuló durante las últimas semanas sobre el número de invitados al enlace. Tras decaer el estado de alarma, los nuevos condes de Osorno pudieron abrir la mano y ampliar el número de invitaciones a una boda que en un momento dado parecía que sería íntima y estrictamente familiar.
Finalmente no fue así. Aunque no hubo confirmación oficial por parte de la organización, por delante de los medios que se arremolinaron en la puerta del palacio de Liria (entre los que se encontraba Vanitatis) pasaron más de 200 invitados a pie que posaron para ser fotografiados para la posteridad. Entre ellos, Brianda y Jacobo, hijos de Jacobo Siruela; Alejandra Corsini, prima de la novia; Sofía Barroso, madre de Sofía Palazuelo, o los propios duques de Huéscar, los más generosos y amables de la familia Alba con la prensa.
Teniendo en cuenta que la mayor parte de los Alba (ninguno de los hermanos del duque y sus familias ni primos cercanos) posaron ante las cámaras, así como otros nombres de la escena patria que quisieron pasar desapercibidos, calculamos que asistieron unos 300 invitados a la boda. Una cifra alta que aún así cumplía con las restricciones: no ocupaban ni el 50% del aforo del jardín, capaz de acoger a 800 personas.
Imposible hacer fotos
A pesar de tener como testigos a más de 300 personas, no ha fue hasta varias horas después cuando empezaron a filtrarse fotos del interior del palacio de Liria. Tal y como nos confesaron algunos invitados, no solo les pidieron en varias ocasiones que mantuvieran un perfil de discreción absoluta respecto a todo lo que rodease el enlace (algunos ni siquiera respondían si venían de parte del novio o de la novia en la puerta de acceso). Nada más entrar, las organizadoras de la boda entregaron unas pegatinas rojas a todo el mundo para que tapasen con ellas las cámaras de sus teléfonos móviles para evitar filtraciones.
No obstante, finalmente Vanitatis conseguía en exclusiva las primeras fotos de dentro, tanto del vestido de novia de Belén como del uniforme de maestrante con el que su ya marido, el conde de Osorno, caminó al altar.
El aplauso a los duques
De hecho, fue ese uno de los momentazos de la llegada de los invitados al palacio. Fernando Fitz-James Stuart y Sofía Palazuelo, a quienes pensábamos que no veríamos hasta la difusión de las fotos oficiales, pasearon junto a todos los demás ante la prensa. Un gesto que fue agradecido con un sentido aplauso por los vecinos que se acercaron a ver los detalles del enlace, que gritaron “¡guapa, guapa!” a la duquesa -que por cierto, estaba espectacular-.
Muy simpáticos, atendieron a la prensa asegurando que esa misma mañana habían hablado con sus cuñados y que estaban bien aunque algo nerviosos y que el vestido de Belén sería precioso y ella estaría “guapísima”.
Un gesto de cercanía por parte de los Huéscar que recuerda a la personalidad de Cayetana de Alba, siempre tan divertida y campechana con la prensa.
La orden de San Jorge
Tal y como pudimos observar durante el posado ante la prensa de los duques de Huéscar, Fernando Fitz-James, primogénito del duque de Alba y, por lo tanto, heredero del emblemático ducado, aderezó la levita de su chaqué luciendo en la solapa una miniatura de la Sagrada Orden Militar Constantiniana de San Jorge.
Las mascarillas de la jet
Todos los invitados cumplieron con las normas que establecen las autoridades sanitarias y, por tanto, no vimos a ninguno de ellos desfilar sin la mascarilla de camino al enlace. Entre mascarillas higiénicas (las más habituales) y confeccionadas a juego con los vestidos, destacaron varios modelos diseñados por Bárbara Pan de Soraluce (Los Platos de Pan) para Kausi. Unas mascarillas lavables con diseños coloridos y favorecedores que siempre utilizan Preysler, Tamara Falcó o Eugenia Silva, y que durante la boda lucieron invitadas como Bárbara Mirjan, la madre de Sofía Palazuelo y otras tantas invitadas a la moda en lo que a este nuevo accesorio obligatorio se refiere.
PCR y sin cóctel
Por supuesto, tal y como confesaron varios invitados antes de entrar, para evitar sustos y provocar un foco de contagio de coronavirus, todos y cada uno de los invitados y los trabajadores (de la seguridad al catering) se sometieron a una prueba PCR en los días previos a la boda.
Una medida de seguridad, cortesía de los novios, que no consiguió evitar que pudieran celebrar el cóctel que les hubiera gustado. Cumpliendo con las medidas vigentes, según ha podido saber Vanitatis, distribuyeron a sus invitados en mesas de seis personas repartidas por los jardines franceses en Liria, en la parte de atrás. Una vez sentados, los camareros repartieron entre los comensales las piezas de cóctel en menaje individual que impidiera al máximo el contacto de unos con otros sin la mascarilla.
El look de Matilde Solís
Aunque pasó completamente desapercibida, sí hubo una tiara entre las invitadas al ilustre enlace. Matilde Solís, madrina de la boda, decidió aderezar su impecable vestido rojo largo (como manda el protocolo), confeccionado por Lorenzo Caprile, con la mantilla de rigor con peineta (negra, como debe ser) y con una joya a la altura de las circunstancias.
El collar era una tiara desmontable de brillantes de diferentes tallas perfecta para lucirla en ocasiones como esta. Una pieza propiedad de su madre, la marquesa de la Motilla, que recibió en herencia la que fuera en su día duquesa de Huéscar y que tiene una historia de lo más curiosa detrás. Tan solo lleva una generación en la familia.
Esta joya fue comprada hace alrededor de 20 años en el rastrillo de Nuevo Futuro, amadrinado durante años por la infanta Pilar y que siempre contaba con la ayuda inestimable de su amiga la duquesa de Alba y Carmen Tello. De hecho, fue esta última la que medió en la compraventa de esta joya que ha tenido un papel tan protagonista en el enlace.
Los condes de Osorno cumplen hoy, domingo 22 de mayo, su primer año de casados. 365 días de discreta convivencia en los que tan solo les hemos visto en contadas ocasiones a pesar de la inmensa expectación que generó su boda, una de las más importantes de la temporada de primavera del año pasado. Tras varios meses de espera, incertidumbre por las posibles restricciones por culpa de la crisis del coronavirus y un tiempo que amenazaba tormenta, Carlos Fitz-James Stuart y Solís y Belén Corsini Lacalle pronunciaron bien alto el ‘sí, quiero’ ante un buen número de invitados en los jardines del palacio de Liria.