REPORTAJE

El refugio inesperado de Sir David Chipperfield: un pueblo pesquero español

El arquitecto estrella británico ha encontrado en Corrubedo su lugar en el mundo (y lo está revolucionando)

Texto Sarah Medford
Fotografía Salva López
Formato EC Diseño|F. Anido

ace unos años, un trabajador llamó a la puerta de casa de David Chipperfield y su esposa, Evelyn Stern, situada en Corrubedo, un pueblo gallego de la costa noroeste de España. Al dejar allí los sacos de ropa de cama limpia, se encontró con un grupo de personas alrededor de la mesa del desayuno y entabló conversación con Evelyn, lamentándose sobre los dolores de cabeza de "la temporada", generados por el negocio de lavandería de él y la pensión de ella. ¿Pensión? Evelyn respondió amablemente diciendo algo así como: "Oh, sólo somos nosotros y nuestros amigos".

La confusión era comprensible dada la libertad con la que los Chipperfield hacen de anfitriones. A lo largo de los años, a medida que se multiplican las visitas de amigos, han comprado y renovado tres casas en la localidad, a un minuto de la suya, para sumar un total de 27 camas. La hospitalidad no se ha detenido ahí. A finales de 2019, antes de que la familia optase por retirarse de Gran Bretaña a España para pasar allí la pandemia, Chipperfield decidió que los habitantes de Corrubedo necesitaban un nuevo lugar para socializar. La ciudad más cercana, Santiago de Compostela, está a una hora en coche a través de bosques caducifolios y pastos sembrados de rocas, pasando por fábricas de conservas de pescado y profundos desfiladeros acuáticos, un largo camino para ir a por una buena comida.

 El arquitecto David Chipperfield en la mesa del salón de su casa de Corrubedo.
El arquitecto David Chipperfield en la mesa del salón de su casa de Corrubedo.

Además, estaba deseando volver a sacar el lápiz. Chipperfield, de 68 años, supervisa un próspero estudio de arquitectura mundial, con unos 250 empleados que trabajan en oficinas en Londres, Berlín, Milán y Shanghái. Conocido por sus edificios elegantemente sobrios que contribuyen al entorno, ha diseñado proyectos culturales, cívicos, comerciales y domésticos, desde Anchorage y Ciudad de México hasta Zúrich. Cada edificio responde a las condiciones locales sin alejarse demasiado del modernismo de la Bauhaus que, como el uniforme de Chipperfield de camiseta negra y vaqueros blancos, se ha convertido en parte de su identidad.

"Hicimos todo lo que no debíamos", recuerda alegremente sobre la despreocupada, y en retrospectiva ingenua, reconstrucción de un bar restaurante que había cerrado hace tiempo, mientras enrolla una loncha de jamón de Lugo en su tenedor en la mesa del comedor. "Por un lado, el bar ha sido una distracción. No sé cómo lo habríamos hecho si no hubiéramos estado encerrados. Pero a la vez, no sé cómo lo hemos hecho".

Ocho meses después de soñar con la idea, los Chipperfield abrieron el toldo verde brillante del Bar do Porto, un pequeño local con suelos de bloques de piedra caliza rústica, un paisaje marino de Hiroshi Sugimoto colgado en la pared y una terraza con mesas de café que dan a la calle.

Chipperfield, con Evelyn Stern, su esposa, y la hija de ambos, Celeste, en el Bar do Porto que acaban de abrir.
Chipperfield, con Evelyn Stern, su esposa, y la hija de ambos, Celeste, en el Bar do Porto que acaban de abrir.

La hija de la pareja, Celeste, de 28 años, se encarga del personal y del abastecimiento con ingredientes locales. Stern se encarga de las carnes y los quesos y prepara los pasteles del desayuno: es fácil reconocerla cuando entra en el bar con un vestido suelto de algodón, su bolso y un paño de cocina en equilibrio sobre una bandeja de horno. Criada en Argentina, Colombia y Alemania, Stern trabajó como profesora de literatura comparada en Florencia y como editora de FMR, una revista de cultura italiana.

"David pensó que estaría muy bien tener un lugar donde todo el mundo pudiera ir y venir", explica, apartándose de la mesa del comedor. "Era divertido. Era bonito. Pero ahora creo que hemos llegado a la conclusión de que cocinar para 15 o 20 personas a la vez es fácil. No tenemos que lidiar con recursos humanos".

A lo largo de los años, a medida que se multiplican las visitas de amigos, han comprado y renovado tres casas en la localidad, a un minuto de la suya, para sumar un total de 27 camas.

Los Chipperfield descubrieron Corrubedo a principios de los 90 a través de su amigo Manuel Gallego Jorreto, un arquitecto español. Buscando un lugar de vacaciones familiar fuera de lo común (la pareja tiene tres hijos, y Sir David también tiene un hijo de un matrimonio anterior), probaron una serie de casas locales para alquilar. En sus paseos por el pueblo, Chipperfield empezó a fijarse en un hueco en una línea de casas adosadas a lo largo de la carretera del mar. El estrecho terreno tenía unas vistas tremendas, y en 1996 decidió comprarlo.

Su idea inicial era hacer algo "puro", recuerda. Pero las casas situadas a ambos lados tenían tejados desviados y ángulos sobresalientes que pedían a gritos ser reconciliados. Desde el punto de vista estilístico, se asemejaban a una categoría de construcción poco rigurosa y muy denostada que los españoles han bautizado como "feísmo gallego".

 Al anochecer, el porche empotrado del tercer piso brilla como una linterna sobre la cocina y la sala de estar.
Al anochecer, el porche empotrado del tercer piso brilla como una linterna sobre la cocina y la sala de estar.

El diseño de Chipperfield, con su altura y geometría, funciona un poco como un amortiguador visual para los vecinos de su acera, pero por lo demás se aleja de ellos. En lugar de estar orientada hacia la calle, la casa de cuatro plantas se abre al mar desde varios puntos de vista: a través de una rampa de acceso a la playa a nivel del suelo, una ventana panorámica en la cocina y el salón de la segunda planta, una terraza al aire libre junto a los dormitorios superiores y una cubierta en la azotea. Cuando Chipperfield está trabajando en la mesa de la cocina, puede mirar hacia el horizonte y ver a Evelyn, en su bikini rojo, nadando entre las rocas.

En una entrevista de 2012 con The Guardian, Chipperfield calificó su casa de Corrubedo como una "completa declaración de intenciones. Así es como veo la arquitectura, y la vida". Íntimo y sensible a las necesidades diarias, el lugar da la impresión de ser una celebración de la unión familiar. Recuerda a otra casa frente al mar con ventanas panorámicas, muebles adaptables y un solárium en el tejado: Villa Le Lac, diseñada por Le Corbusier para sus padres en el lago de Ginebra en 1924. Chipperfield describe la espartana villa como una construcción "afectuosa" (y podría ser el primero en hacerlo), que considera una de las mejores obras del arquitecto suizo.

Izquierda, el hueco de la escalera iluminada con luz natural; derecha, un dormitorio infantil de la casa.

El interior de la casa muestra las señas de identidad de su propio estilo austero. En la planta baja, tres habitaciones estrechas y ligeramente monásticas, diseñadas para los niños cuando eran pequeños, tienen el mismo suelo de baldosas color café que el resto de la casa y puertas que se abren a una rampa a la playa. Una claraboya ilumina un tramo de escaleras que parecen ascender hacia lo alto de una torre, donde cada rellano tiene un mostrador con una fila de conchas de vieira o un cuenco de mayólica. Como en un barco, los muebles son, en su mayoría, empotrados; las puertas, con tiradores también empotrados, se deslizan para cerrarse. Losas de mármol de Carrara de 1¼ de pulgada forman una cuadrícula irregular de estanterías abiertas en la compacta cocina (una renovación, dice Chipperfield, ideada cuando "me di cuenta de que tener armarios era una molestia").

Un estante estrecho está revestido con uno de los proyectos paralelos de Chipperfield: una gama de cafeteras moka de diversos tamaños que el arquitecto diseñó para Alessi, una empresa italiana de artículos para el hogar. "La idea era venderlas en los supermercados", dice, mirando hacia ellos. "Tuve que ir rediseñándolas para bajar el precio".

Las estanterías de mármol de una cocina bien surtida y muy vivida.

Tras casi 20 años de uso intensivo, la casa de Corrubedo empieza a mostrar su edad. Las delgadas banquetas de cuero del salón han ido perdiendo su color hasta alcanzar el mismo que la mesa del comedor de roble, y las paredes, antaño desnudas, están llenas de pequeñas esculturas y trozos de madera a la deriva. El año pasado fue especialmente duro, reconoce Stern: "Siento que ha afectado levemente al diseño".

"He tenido que controlar a ciertos miembros de la familia", cuenta Chipperfield, mientras mira de reojo un jarrón de hortensias sobre la encimera de la cocina.

"A él no le gusta tenerlas dentro de casa, y yo no puedo resistirme a ellas", repone ella. "Aquí crecen de forma salvaje".

“Son demasiado buenas para la casa”.

Chipperfield, de 68 años, supervisa un próspero estudio de arquitectura mundial, con unos 250 empleados que trabajan en oficinas en Londres, Berlín, Milán y Shanghái. Acaba de abrir un bar en Corrubedo.

La contribución del propio Chipperfield consiste en una colección de viejas piedras de granito talladas por los pescadores locales, que las utilizaban como pesos. Entre llamadas de Zoom, el año pasado, bajaba a la playa a buscarlas.

"La gente del pueblo le preguntaba a Evelyn: '¿Qué hace tu marido? ¿Qué está buscando? Podríamos ayudarle'", cuenta Chipperfield, sonriente. "Porque aquí la gente sólo busca comida".

La cubierta del techo corbusiano de la casa de Chipperfield con vista a la bahía de Corrubedo.

Aunque los encargos de casas forman parte del flujo constante de proyectos de la empresa, Chipperfield no se hizo arquitecto para hacer extensas villas de vacaciones. Su instinto doméstico -que consiste más en elevar las rutinas diarias que en hacer obras a lo grande- tiene sus raíces tanto en su educación rural inglesa y en sus primeros trabajos en Japón como en sus años en la escuela de arquitectura.

Hijo mayor de un agricultor, previamente tapicero, y su esposa, Chipperfield nació en Londres y creció entre las colinas de Devon, en la costa suroeste de Inglaterra. Destacó corriendo los 400 y 800 metros y dibujando; un profesor le recomendó que acudiese a la escuela de arte, tras la que obtuvo un diploma de la Architectural Association en 1977. Después de pasar por los despachos de Richard Rogers, Norman Foster y Douglas Stephen, abrió su propio estudio en 1985.

Las delgadas banquetas de cuero del salón han ido perdiendo su color hasta alcanzar el mismo que la mesa del comedor de roble.

Los proyectos en Londres eran casi inexistentes en aquella época, pero gracias a su diseño reductor para su propio apartamento en Bayswater, Chipperfield recibió el encargo de dar forma al interior de la boutique del diseñador de moda japonés Issey Miyake en Sloane Street. La tienda mostraba un único perchero perfecto de ropa. Ese vacío destilado llamó la atención de la gente, y Chipperfield pasó los años siguientes diseñando locales de Miyake por todo Japón. El diseño de tiendas (para Valentino, Brioni, Dolce & Gabbana, entre otros) ha sido una constante para la empresa desde entonces.

A finales de los años 80, el fotógrafo británico Nick Knight quería construir un estudio con luz natural en su casa de las afueras de Londres. Hizo una pequeña lista de los jóvenes modernistas de la ciudad y, junto con John Pawson y Claudio Silvestrin, el nombre de Chipperfield estaba en ella. "Para ser sincero, no llegué más allá de David", dice Knight. "Pensé: 'bueno, en realidad, está ofreciendo muchas más cosas para la realización del estudio de las que yo imaginaba. Y me encanta trabajar con gente que lleva mi mente mucho más allá de lo que yo podría por mi cuenta'".

Las carreras profesionales de ambos hombres estaban en ascenso. Knight fotografiaba para la revista de moda británica i-D y creaba campañas publicitarias para el diseñador Yohji Yamamoto; Chipperfield trabajaba en Japón, donde recibía un curso intensivo de materialidad y poética del espacio. (El célebre arquitecto Tadao Ando se ofreció a dar a su amigo inglés una lección sobre el hormigón vertido en el lugar tras pasar por uno de los edificios terminados de Chipperfield). "Si trabajas con David por un lado y con Yohji Yamamoto por otro, hay mucha coherencia entre las estéticas", cuenta Knight. "Fue una época muy nutrida".

A la izquierda un baño de mármol con las conchas, erizos y algas que recoge Chipperfield. Derecha, un dormitorio con libros apilados sobre un banco de Alvar Aalto.

Chipperfield creó el nuevo hogar de Knight y su estudio con luz natural a partir de una casa suburbana de la posguerra que había pertenecido a sus padres. El resultado -de un color blanco cremoso, con techo plano y en forma de L, que se proyecta hacia un jardín de abedules blancos- estaba bañado por la luz de enormes ventanas y un techo de cristal que cerraba el estudio de la planta superior. Generoso es la palabra que utiliza Knight para describirlo. "No da la impresión de que tengas que hacer cambios en tu vida para encajar en la arquitectura", dice. Los dos siguieron colaborando en una exposición en el Museo de Historia Natural de Londres (Plant Power, en 1993) y luego en una segunda casa para la familia Knight, en Cornualles. Si la autoridad de planificación costera de España se da por aludida, también habrá otra casa en Corrubedo. Knight dice que ya tienen asegurada la ubicación.

Vista de la playa de Corrubedo, en la costa gallega.

En los años siguientes, la práctica de Chipperfield despegó, con proyectos en Asia, Estados Unidos y el continente europeo. Sin embargo, los grandes edificios en Gran Bretaña le fueron esquivos hasta 2011, cuando se inauguraron el mismo año los museos Turner Contemporary y Hepworth Wakefield, ambos diseñados por él.

"No creamos iconos", afirma Chipperfield sobre su empresa, para explicar por qué no hay una cafetera moka de 80 pisos con su nombre en el horizonte de Londres. En cualquier caso, no cree que los iconos sean lo que la ciudad necesita ahora mismo. Lamenta el enfoque poco regulado y orientado a la inversión del desarrollo de Londres, que ha pasado por alto la inversión en proyectos públicos y se ha convertido en su propia versión del feísmo británico.

Hace unos años, un funcionario local solicitó su opinión sobre una remodelación urbana. Lo que comenzó como un pasatiempo se convirtió en la Fundación RIA, que explora los problemas de calidad de vida locales.

La empresa tiene proyectos de reutilización adaptativa en marcha en tres continentes, como la renovación de los edificios Procuratie Vecchie, del siglo XVI, en la plaza de San Marcos de Venecia (que se inaugurará esta primavera) y la conversión de la antigua embajada estadounidense en Londres en el hotel de cinco estrellas Chancery Rosewood, con interiores del diseñador Joseph Dirand (previsto para 2024). Este tipo de trabajos impiden el desarrollo una cierta cantidad de nuevas construcciones, añade Chipperfield, uno de los mayores problemas en la lucha contra el calentamiento global.

Una edificación típica del pueblo pesquero donde el arquiecto londinense ha encontrado su lugar en el mundo.

En un momento dado, mientras hablamos, suena su teléfono. Se trata de un próximo viaje a Berlín para asistir a una ceremonia de reapertura de la Neue Nationalgalerie de Ludwig Mies van der Rohe, que la empresa de Chipperfield ha pasado los últimos nueve años reconstruyendo. El edificio de 1968, que condensa el apogeo del estilo de Mies, había cerrado en 2015 después de que las ventanas agrietadas y otros problemas de diseño comprometieran su función como uno de los principales museos de arte moderno de Berlín. El proyecto, y la remodelación del bombardeado Neues Museum de la ciudad en 2009, han sido dos de las obras arquitectónicas más debatidas públicamente del siglo XXI. En Nueva York hay otros dos edificios de Chipperfield en marcha: un centro cultural para el gobierno alemán en la antigua sede del Goethe-Institut de Nueva York, en la Quinta Avenida, frente al Museo Metropolitano de Arte, y una torre de cristal plisado para Rolex en la esquina de la Quinta Avenida y la calle 53, cerca del edificio de uso mixto que diseñó en 2021, The Bryant.

En Galicia, Chipperfield ha dado con una oportunidad que no podía prever. Sus pueblos rurales, dispersos en torno a bosques de eucaliptos y escarpadas cuencas marinas donde se recoge gran parte de las conservas de marisco del mundo, sostienen a una pequeña población en vías de desaparición que se enfrenta a los retos de la modernización. Hace unos años, un funcionario regional solicitó su opinión sobre una remodelación urbana. Lo que comenzó como un pasatiempo, solucionando problemas los sábados por la tarde, se convirtió en la Fundación RIA, una agencia de investigación independiente que el arquitecto creó en 2017 para explorar los problemas de calidad de vida locales. Con una plantilla de cinco personas, su oficina en Santiago de Compostela se ocupa de los patrones de tráfico, las prácticas forestales, el aparcamiento en los puertos y las explotaciones lácteas y marisqueras.

Vista al mar desde el porche de la casa de David Chipperfield.

Las lecciones que salen de esta quinta oficina, como la llama Chipperfield, han empezado a filtrarse a las otras cuatro. "Los arquitectos siempre están obsesionados con el objeto. Y aquí decimos que nos interesa el proceso", afirma Chipperfield. "Y cómo se toman las decisiones. Y formar parte de ese proceso. Creo que los arquitectos son bastante buenos a la hora de unir eslabones. Somos muy buenos pensadores horizontales, laterales, y el problema es que toda nuestra sociedad es ahora vertical. Pero puedes hacer que las cosas sucedan. Despacio, despacio; así es como van las cosas", explica, con un tono de voz que, si bien brevemente, roza el desánimo.

¿Pero los arquitectos no deberían estar acostumbrados a la postergación de la gratificación? Y, ¿se es realmente tan mayor a los 68?

"Supongo que no", refunfuña Chipperfield. "En años Gehry".

Vista del interior del Bar do Porto, el nuevo negocio de la familia en la localidad coruñesa.

En el Bar do Porto, se sienta en una mesa justo en la puerta principal y pide un café expreso. "Siempre llego y digo: 'hoy sólo vengo a comer', pero no funciona así". Divisa a dos pescadores que conoce de pasada. Vinieron la otra noche a tomar una cerveza y acabaron poniendo a toda la clientela a cantar.

"Estos dos son auténticos personajes", dice Chipperfield. "Me alegro mucho cuando aparecen por aquí. Permítanme saludarles".


*Contenido con licencia de “The Wall Street Journal”