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Nuevos datos del conde de Atarés: patrimonio, familia y origen nobiliario del presunto asesino
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Nuevos datos del conde de Atarés: patrimonio, familia y origen nobiliario del presunto asesino

Miguel López y Díaz de Tuesta, su tío abuelo, fue su valedor mientras vivió. Su madre y sus hermanas también llegaron a denunciarle

Foto: González de Castejón, en una imagen de La Sexta.
González de Castejón, en una imagen de La Sexta.

Fernando González de Castejón no era un hombre conocido mediáticamente hasta que el lunes pasado se convirtió en protagonista de una tragedia. Se suicidó en su casa de Serrano 205, y en el piso de 170 metros cuadrados aparecían muertas su pareja Gemma, de 44 años, con la que no consta que compartieran libro de familia, y la amiga de esta. Cuando se supo del suceso hubo informaciones que identificaban a la mujer de 70 años como empleada del hogar. La realidad era otra. Se trataba de una amiga. La razón de que estuviera en el domicilio tenía que ver, precisamente, como apoyo externo o testigo presencial para no tener que aguantar en solitario una de las muchas broncas que solía mantener con González de Castejón.

Los vecinos ya estaban acostumbrados a las discusiones, pero nadie imaginaba que ese día no habría vuelta atrás. El destino hizo que la amiga se encontrara en el peor lugar en el día y la hora donde el aristócrata decidía, presuntamente, acabar con su vida y la de las dos mujeres de la manera más drástica. La mujer había pasado unos días en Disneyland París con su hija y unos amigos. Ella volvió antes porque tenía intención de cortar la relación e irse a vivir a otro domicilio y quería tener preparada la nueva casa para cuando llegara la niña.

La policía de Homicidios que investiga el suceso baraja la posibilidad de que esta noticia del abandono acelerara el enfado del González de Castejón. En su día hubo una denuncia de malos tratos por parte de su pareja que no llegó a resolverse al no ratificarla. En cambio, según fuentes cercanas, sí se tramitó en 2009 "la que interpusieron la madre y una de las hermanas contra él". La sentencia fue muy clara contra González de Castejón, al que se impuso orden de alejamiento. Desde aquella fecha, la familia prefirió no tener relación con el hijo y hermano salvo lo imprescindible, lo que permitiera la relación con la menor. En este caso, la mujer era la que facilitaba los encuentros.

Supuestamente, el conde de Atarés utilizó una de las muchas armas que tenía en la vivienda para las que no tenía permiso y con las que atemorizaba al vecindario. Según la información de los investigadores, en el domicilio había una especie de arsenal. La mayoría de las armas que poseía, y aquella con la que presuntamente asesinó a su mujer y a la amiga, eran de colección. Tenía escopetas de perdigones con las que practicaba en el patio de su vivienda, tal y como confirmaron algunos de los vecinos. Ninguno de ellos le demandó, aunque sí tenían enfrentamientos. Según parece, años atrás sí que había participado (o al menos acudido) a monterías en fincas cercanas a Madrid y por contactos de su tío abuelo, Miguel López y Díaz de Tuesta, que fue su valedor mientras vivió. Nunca se casó y tampoco tuvo descendencia. Murió a los 92 años.

placeholder El conde Atarés, en una de sus participaciones en 'Espejo público'.
El conde Atarés, en una de sus participaciones en 'Espejo público'.

Patrimonio y familia

Este familiar era realmente el que manejaba un importante patrimonio y no el sobrino. Parte del cual, tal y como confirmaba Mariángel Alcázar en 'La Vanguardia', fue a parar a manos de su secretario, Vicente Marín, que estuvo junto al anterior conde Atarés durante treinta años. Esta decisión molestó a los sobrinos, pero no sirvió de nada la pretendida impugnación, ya que Marín heredó legalmente.

Además del palacete neoclásico de la calle Alcalá Galiano que el tío abuelo decidió convertir (parte del edificio) en hotel. En la parte superior tenía sus habitaciones y la primera planta se habilitó para los visitantes. Como hacían los lores británicos, el aristócrata recibía a la clientela y enseñaba las obras de arte. Años después, se convirtió en el museo María Cristina Masaveu. El conde anterior tenía también una propiedad en Biarritz que formó parte del lote que le tocó al empleado.

placeholder González de Castejón, durante otra de sus intervenciones. (La Sexta)
González de Castejón, durante otra de sus intervenciones. (La Sexta)

Fernando González de Castejón recibió parte del legado que va unido al título nobiliario. En este sentido, Miguel López y Díaz de Tuesta favoreció al primogénito de la familia. Lo hizo en detrimento del resto de los sobrinos.

En realidad, González de Castejón no era ni tan rico como presumía ni tan querido en los ambientes aristocráticos. A pesar de ser grande de España al ostentar el título de conde de Atarés y también el de marques de Perijá, no frecuentaba los ambientes habituales de las reuniones sociales o de la Diputación de la Grandeza.

El presunto homicida, de 53 años, "no era un buen vecino" y, según algunos de los propietarios de la vivienda, le gustaba alardear de su patrimonio y de sus relaciones. En junio de 2015 y con motivo del bicentenario de la fundación de la Diputación de la Grandeza, acudió junto con otros cuatrocientos nobles al palacio de El Pardo para ser recibido por el rey Felipe. A la vuelta de ese acto, González Castejón se fue a celebrarlo y al regresar a su casa, sin llaves, molestó a una parte del vecindario, a quienes increpó por no abrirle.

Fernando González de Castejón no era un hombre conocido mediáticamente hasta que el lunes pasado se convirtió en protagonista de una tragedia. Se suicidó en su casa de Serrano 205, y en el piso de 170 metros cuadrados aparecían muertas su pareja Gemma, de 44 años, con la que no consta que compartieran libro de familia, y la amiga de esta. Cuando se supo del suceso hubo informaciones que identificaban a la mujer de 70 años como empleada del hogar. La realidad era otra. Se trataba de una amiga. La razón de que estuviera en el domicilio tenía que ver, precisamente, como apoyo externo o testigo presencial para no tener que aguantar en solitario una de las muchas broncas que solía mantener con González de Castejón.

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