Marta Chávarri y la noche en que se coronó Lady España con la duquesa de Alba enfadada
Fue en el mes de agosto de 1988 y la fiesta se celebró en una discoteca de Ibiza. La encargada de coronarla fue la duquesa de Alba, que esa noche discutió con su marido
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La última vez que vimos a Marta Chávarri en público fue en la boda de su hijo Álvaro con Isabelle Junot. El hijo del marqués de Cubas y la hija de Philipe Junot se casaron en el palacio de Mirabel, en Plasencia, a principios de abril. Los novios habían pactado una exclusiva y la aparición de Marta era el gran reclamo junto con Tamara Falcó, la prima del novio. Sólo se dejó ver de refilón cuando llegó al parador donde se alojaban los invitados VIP. El mismo lugar donde se encerró hasta que llegó la hora de ejercer de madrina de su único hijo.
Después de ese día retomó la vida discreta que había elegido desde que se divorció de Alberto Cortina, cuando cambió totalmente su agenda social. Dejó de acudir a fiestas de los patrocinadores de empresa de lujo donde era el plato fuerte. Una reunión de ese tipo sin Marta no era reunión. Los relaciones públicas se la rifaban y cuándo estalló su historia sentimental con Cortina, casado entonces con Alicia Koplowitz, su nombre apareció en titulares de prensa económica. La infidelidad provocó una tormenta financiera que llegó incluso a frustrar una fusión bancaria.
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Hubo un tiempo en que consiguió eclipsar en las portadas de las revistas a la que fue su cuñada durante un tiempo, Isabel Preysler. En la década de los noventa la llegada de la despampanante Marta a los restaurantes y locales de moda con su golpe de melena (que ahora se habría hecho viral) era uno de los momentos preferidos de los fotógrafos. Ella sonreía y nada más.
Uno de los momentos más difíciles fue cuando, siendo ya novia de Alberto Cortina, la revista Interviú publicó una foto donde aparecía sentada en la discoteca Mau Mau y se entreveía que no llevaba bragas, solo los pantys. Hoy esa imagen sería una anécdota. Para ella fue tan tremenda la situación que durante un tiempo no pudo salir de casa porque se moría de vergüenza. Después vendría la boda con Cortina y su estatus cambió. Vivía en una jaula de oro en un piso imponente de 500 metros cuadrados en la calle General Arrando. Salía siempre en coche y con escolta. Se rumoreaba que el empresario prefería tenerla controlada por aquello de evitar tentaciones, tanto por sus conocidos como por el coqueteo innato de su mujer.
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A mediodía acudía con sus hermanas y amigas a los llamados 'restaurantes de señoras', donde no acudían los tiburones en busca de presa. En cambio, por la noche su marido la llevaba a locales propios del mundo empresarial tipo Horcher, Zalacaín y similar. Para el empresario era una manera de presumir delante de sus conocidos. En su boca, el periodista Pepe Oneto puso esta frase: “Estoy con la mujer más imponente de Madrid”.
Hubo un antes y un después de su resurgir y este punto de inflexión fue su elección como Lady España. Un título que nada tenía que ver con la elección de Miss España y similar. Se trataba de una especie de reconocimiento social a damas de apellidos ilustres o con títulos nobiliarios, como también fue el caso de Tita Cervera. En el caso de Marta aún era la marquesa de Cubas. Una chica mona, nada espectacular y más bien sosa.
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Fue en el mes de agosto de 1988 y la fiesta se celebró en la discoteca KU de Ibiza a razón de 15.000 pesetas (90 euros de ahora) por cubierto con actuación. La encargada de coronarla fue la duquesa de Alba que esa noche discutió con su marido Jesús Aguirre por su prepotencia. Ese desencuentro apareció en la crónica de la revista 'Tiempo'.
El duque consorte no quería que en la mesa presidencial estuviera Abel Matutes, comisario europeo, porque no tenían afinidad. Con malos modos y delante de toda la prensa le dijo al organizador: “Hay dos maneras de resolver esto. Como yo digo que se haga o como yo quiero que se haga”. Cayetana, que no soportaba la impertinencia de su marido, no le habló en toda la noche.
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Como si el título tuviera efectos mágicos, los meses siguientes hubo una transformación física con un nuevo vestuario y actitud. Cambió los estilismos ñoños por ropa ceñida. Los pantalones marcando trasero fueron su seña de identidad. Después vendría el tonteo con Cortina que acabó en boda y divorcio cinco años después. Marta Chávarri ya era la mujer espectacular que llegó a enamorar al playboy por antonomasia Philippe Junot.
Pero esto ya es otra historia. Ahora vive tranquila en un piso del barrio de Salamanca, donde se entretiene pintando. Su vida social se limita a meriendas en casas de amigas de toda la vida que no la traicionan y salidas con sus hermanas. Hace siete años tuvo un accidente doméstico que le desfiguró parte del rostro. Paso por el quirófano y el resultado fue muy positivo. Ese percance le produjo un decaimiento emocional del que poco a poco fue saliendo y ella misma así lo confirmaba a Vanitatis: “Estoy feliz y tranquila con mi vida. Me dedico a pintar y a estar con la gente que quiero”.
La última vez que vimos a Marta Chávarri en público fue en la boda de su hijo Álvaro con Isabelle Junot. El hijo del marqués de Cubas y la hija de Philipe Junot se casaron en el palacio de Mirabel, en Plasencia, a principios de abril. Los novios habían pactado una exclusiva y la aparición de Marta era el gran reclamo junto con Tamara Falcó, la prima del novio. Sólo se dejó ver de refilón cuando llegó al parador donde se alojaban los invitados VIP. El mismo lugar donde se encerró hasta que llegó la hora de ejercer de madrina de su único hijo.