Javier Marías y el futuro de la empresa editorial que compartía con Carme, su gran amor

Para Javier Marías, su pareja nunca fue un secreto a esconder, aunque a su muerte todavía muchos se preguntaban por su estado civil. Pues el escritor se casó hace poco, en 2018, con su pareja desde hacía dos décadas, el amor de su vida, como definió a Carme en una entrevista.

Y se casó porque se dio cuenta de que si moría, todo lo que había ganado a lo largo de su intensa carrera podía acabar en manos del Estado en forma de impuestos en lugar de que su pareja pudiera beneficiarse. Javier Marías, genio y figura, falleció el domingo en Madrid tras una breve enfermedad.

Todo lo que sabemos de su vida privada, esa que a veces se vislumbra en su obra, lo ha contado él mismo. Porque pese a su fama de cascarrabias (merecida, sí), este gruñón concedía entrevistas de forma habitual y en sus encuentros con la prensa contaba lo que le venía en gana. Y cuando le preguntaban por el amor o por su estado civil, recitaba el nombre de su mujer de cabo a rabo: Carme López Mercader.

Relaciones a distancia

La pareja vivía en la distancia. Así lo contó el eterno candidato al Nobel en un encuentro con ‘The New York Times’. Pasaban dos o tres semanas juntos, en Barcelona o en Madrid, y después cuatro y hasta cinco semanas separados, también cada uno en su ciudad. Carme, editora, es de Barcelona, y Javier, de Madrid, donde vivía. Este periódico recordaba que algunas de sus anteriores relaciones también habían sido con mujeres que vivían lejos, incluso en el extranjero, algo que él prefería. “Así es más difícil cansarse el uno del otro”, transcribía el medio, “hay tiempo para extrañarse”.

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Nadie esperaba menos de alguien que se había granjeado la fama de gruñón y de quejica en los últimos años, sobre todo por las columnas que escribía en ‘El País Semanal’ cada domingo y en las que parecía aburrido y enfadado a partes iguales. Exhibía esos pensamientos que la mayoría trata de controlar para no sentirse juzgado. Y él lo hacía sin pensar en que después recibiría críticas; al contrario, poco le importaban esas críticas a no ser que llegaran de su entorno más inmediato. Como Carme.

Pareja editorial

La figura de Carme ha sido fundamental en su vida. Juntos crearon una empresa, una pequeña editorial que publicaba de dos a tres libros al año, como máximo, obras cuidadas y casi olvidadas. Lo escribió también en una columna, ‘Esta absurda aventura’ (‘El País’, 2008), en la que lamentaba el arduo trabajo de editor y lo difícil de lograr un resultado de calidad.

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“La formamos dos personas, una en Madrid, que soy yo, y otra en Barcelona, Carme López Mercader, que es la encargada de las ediciones, es decir, de que los libros existan”, contaba. Y añadía después, con sorna, “sin duda ha de ser la única editorial que no hace cuentas: sé que es deficitaria, porque sus volúmenes están cuidados, llevan muy buen papel y encuadernación, y a los ocasionales traductores les pago el máximo y, si lo desean, la mitad por adelantado, pues no en balde fui yo traductor en su día y habría deseado ese trato para mí. Aun así ponemos a los libros precios razonables, y aun así no se venden mucho”.

Lo cierto es que por mucho que dijera que no le importaban las cuentas, Marías sabía de lo que hablaba: Reino de Redonda SL presentó sus últimas cuentas en 2019 y registró unas ventas de poco más de 45.000 euros, con unas pérdidas mínimas, de 1.400 euros. Para llevar a cabo esa empresa editorial fundaron juntos esta sociedad, participada por Marías, con pocas ínfulas económicas pero con más de 20 años de antigüedad.

“La única forma de no deprimirse en exceso y arrojar la toalla”, proseguía en su escrito, “consiste en ignorar a cuánto ascienden las pérdidas anuales y generales (siempre he odiado saber cuánto gano y cuánto gasto). Me basta con comprobar que el Reino no se arruina por ello y sigo adelante, hasta que me canse, me aburra, o la excesiva indiferencia de los suplementos literarios me obligue a echar el cierre: si ni siquiera los lectores se enteran de la aparición de un título, qué sentido tiene”.

"Para Carme"

La presencia de su mujer en su vida también queda reflejada en su obra, y una forma un tanto poética. Lo contaba Lara Hermoso, periodista literaria, en Twitter cuando supo de su fallecimiento: en casi todos los libros de Javier Marías, la dedicatoria es para Carme. “Para Carme López Mercader”, empezaba sus dedicatorias, a las que después sumaba su piropo personal. “Los ojos atentos que ven, los oídos atentos que escuchan y la voz que aconseja mejor”; “por seguir riendo a mi oído y escuchándome”; “que inverosímilmente no se ha cansado de escucharme. Aún no”.

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Ella desde Barcelona y él desde Madrid cuidaban su trabajo y su relación. Madrileño de nacimiento, su padre fue el filósofo Julián Marías y su madre, la escritora Dolores Franco. Con sus padres y sus cuatro hermanos -uno es el economista y crítico de cine Miguel Marías y el otro el historiador Francisco Marías- vivió parte de su infancia en Estados Unidos porque su padre fue un represaliado del franquismo.

De Oxford a Barcelona

No fue esta la única vez que residió en el extranjero. Se licenció en la Complutense en Filología Inglesa y vivió un tiempo en París, donde residía su tío, el cineasta Jesús Franco. Con él y con su primo Ricardo Franco colaboró en numerosas ocasiones como guionista. Su relación con el mundo anglosajón era legendaria y el año pasado, en diciembre, se convirtió en el primer español elegido miembro de la Royal Society of Literature -cabe recordar que había dado clases en la Universidad de Oxford.

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Y aunque fue siempre Madrid su lugar en el mundo, Barcelona se había convertido en su segunda casa. En la capital catalana vive Carme, el amor de su vida, como la definió él en una entrevista en ‘Vanity Fair’, una mujer madre de dos hijos ya mayores, con quien compartió sus últimos 20 años.