El Madrid de Ana Rosa: del cuarto sin ascensor de Usera a los veraneos en Parla
La periodista recibe hoy la Medalla de Honor del Ayuntamiento de Madrid. Recorremos con ella los paisajes de su infancia en el barrio de Almendrales, al que sigue yendo con frecuencia
Ana Rosa Quintana es madrileña con D.O. Usera. Tiene ese punto chulesco, el acento rotundo y la mirada de acera estrecha con roña en las rodillas. El barrio donde se crio la presentadora más famosa de la tele toma su nombre de Marcelo Usera, un militar y empresario español que decidió urbanizar los terrenos agrícolas de su suegro, el Tío Sordillo, en la zona de Villaverde. Tras el desarrollo de los años 60 gracias a la inmigración procedente del resto de España, asomaron por allí las fauces de la droga, un estigma difícil de extirpar. El Usera de hoy se organiza en siete barrios: Pradolongo, Orcasur, Orcasitas, San Fermín, Almendrales, Moscardó y Zofio. Tiene algo más de 50.000 habitantes cuya edad media es de 42 años. Su renta per cápita se sitúa en 24.480 euros y su tasa de paro registrado, en un 13,21%. En las últimas municipales votaron a la izquierda. También se ha convertido en el gran barrio chino de la capital.
Esas calles son las que vieron crecer a Ana Rosa Quintana, que recibe hoy la medalla de honor del Ayuntamiento de Madrid de mano del alcalde. La periodista encuentra hueco para hablar con Vanitatis pocas horas antes de que se anuncie que se hará cargo de las tardes de Telecinco tras el cierre de 'Sálvame'. Queremos hacer un retrato de su Madrid, trazar con ella ese paralelismo entre su historia personal y la transformación épica de la ciudad de los últimos años. Ana Rosa se crio en Usera, estudió en la Complu y hoy domina el mundo televisivo desde la cadena de Fuencarral, pero no se ha olvidado nunca de sus orígenes. Las raíces la tienen poderosamente atrapada a la tierra.
“Estoy orgullosa, sí, es un honor para mí recibir esta medalla de honor. También se la dan a Alaska y al Ángel Rojo. Cómo no me va a hacer ilusión si soy de los pocos madrileños que hay ‘de verdad’, se cuentan con los dedos de una mano, mis padres son de Madrid, tres de mis abuelos… solo tengo una que nació en Jaén”, explica al otro lado del teléfono.
O sea, que eres gata.
Lo soy, aunque ya mis hijos tienen padres que no son de aquí.
En la foto que encabeza este artículo, vemos a esa niña que eras en el salón de tu casa. ¿Cómo era el Madrid en el que creciste?
Yo nací en la plaza de España, en la calle Cadalso, pero con cuatro años mi madre consiguió una casa de construcción pública del Ministerio de la Vivienda en el poblado de Almendrales, que está en Usera, era una colonia construida con casas de protección oficial, casas muy humildes que se construyeron a mitad de los 50. Nosotros nos fuimos a vivir allí a principios de los 60, a una cuarta planta sin ascensor, y recuerdo el calor y el frío que pasábamos. Eran pisos de ladrillo visto por fuera y de ladrillo visto por dentro.
Sin aislamiento.
Yo recuerdo eso de poner la mano o los pies en la pared en la hora de la siesta y ardía la pared en verano, y en invierno igual pero al revés. Luego ya enseguida vinieron los radiadores eléctricos. Ahora sería imposible por el precio de la electricidad.
"Nos fuimos a vivir allí a principios de los 60, a una casa de protección oficial, y recuerdo el calor y el frío que pasábamos. Eran pisos de ladrillo visto por fuera y de ladrillo visto por dentro"
¿Cómo eran los vecinos?
Casi todo el barrio, sobre todo al principio, procedía de la inmigración interna. Había mucha gente de Extremadura y Andalucía, gente obrera; me acuerdo de Cándida, del bajo izquierda, que era extremeña. Sacaban las sillas a la puerta en cuanto bajaba el sol. Enfrente vivía otro señor que era electricista. En el primero había un guardia civil que por la tarde era zapatero remendón. En el otro, un conductor de autobús. El padre de mi amiga, que vivía en el quinto, trabajaba en el taller de Renfe. Mi padre era viajante de comercio, especializado en repuestos de automóvil.
¿Y tu madre ama de casa?
Al principio, pero en cuanto mi padre consiguió quedarse en Madrid porque cogió representaciones, montaron un almacén y mi madre llevaba la oficina. Mi padre era el que visitaba a los clientes y vendía. La recuerdo siempre trabajando.
¿Cuánto tiempo vivisteis allí?
Hasta los 18 años, y entonces nos fuimos a Antonio López, tampoco muy lejos. Ya luego me independicé.
Pero siguió volviendo a Usera, donde conserva amistades y una prodigiosa memoria para los buenos sitios de comer y tapeo. “Tengo un grupo de amigos periodistas de distintos medios que somos todos de Usera y quedamos una vez al año a comer por allí. Solemos quedar en el Ciri, que está en la calle Amor de Dios, pero también hemos estado en el Royal Cantonés, que es el mejor chino de España, o en la terraza del Moscardó Club de Fútbol”. Algún domingo se deja caer por la Casa del Pulpo de la calle Almendrales. En Usera se siente a salvo del personaje Ana Rosa Quintana.
"Me conocen desde pequeña, no me dan ninguna importancia. Los parroquianos te saludan, ¡pero es que al chico que lleva ahora la Casa del Pulpo lo he visto en el carrito! Es el hijo de los dueños, que ahora se encarga él", relata.
¿A qué colegio fuiste?
Empecé yendo al Grupo Escolar Marcelo Usera, que era el colegio público. Luego estuve en la Academia Central y ya luego me mandaron a un colegio de monjas en Bailén, en la calle Don Pedro.
"En verano mi padre nos instalaba en algún cámping más o menos cercano. Un año en San Rafael, otro pasamos todo el verano en Arganda. Es así como veraneábamos. En otra ocasión alquilamos un chalet en Parla"
He leído que ibas con tu padre a ver al Atleti, con tu bocata.
Hombre, es que mi padre era del Atlético Aviación, que jugaba en el Metropolitano, antes de que estuviera el Calderón siquiera, eh. Me dio mucha nostalgia cuando quitaron el estadio. Mi padre, mi hermano, mi madre, todos hemos sido del Atleti a muerte.
¿Has vuelto alguna vez a aquella casa de Usera? ¿Qué pasó con ella?
En un principio, cuando nos mudamos se la quedaron mi abuela y mi tía. Luego la vendieron, ¡era un cuarto sin ascensor! Era estupendo cuando nos marchábamos de vacaciones, pero imagínate lo que era volver. Hacíamos mucho camping y había que ir subiendo las 500.000 cosas que nos llevábamos.
¿Acampabais también por Madrid?
Sí, sí. En verano mi padre nos instalaba en algún camping más o menos cercano. Un año en San Rafael, otro pasamos todo el verano en Arganda. Es así como veraneábamos. En otra ocasión alquilamos un chalet en Parla. Mi padre trabajaba en verano, invierno, primavera y otoño. Nosotros acabábamos el colegio y teníamos tres meses de vacaciones, había que buscar alternativas para mi hermano y para mí. Estuvimos una temporada en un chalé en Parla, a 20 kilómetros, entonces no había ni un edificio alto, era un pueblo. Ten en cuenta que nosotros no teníamos pueblo.
Claro.
Todas mis amigas de Almendrales, cuando llegaba el verano, se iban al pueblo. Mi amiga Mari Carmen, que es la que vivía en el 5º y que sigue siendo como una hermana, y yo no teníamos pueblo. ¡Y eso era un drama! Porque en el pueblo se vivían todas las aventuras: el primer beso, las fiestas… Ahora ya tengo pueblo, Cuacos de Yuste.
Ana Rosa, ¿te reconoces muy madrileña?
Sí, mucho. Me reconozco en ese carácter madrileño. Además, toda la familia de mi madre es muy castiza. Mi abuela era de Peñuelas (Arganzuela). Sus hermanas vivían en Lavapiés y siempre lo hemos llevado a gala. Mi madre era muy castiza y yo creo que soy muy castiza también.
¿Ibais a la pradera?
Sí, pero sobre todo íbamos mucho a las fiestas de San Antonio de la Florida. Una de mis tías, la hermana de mi padre, vivía allí e íbamos mucho a la verbena, a comer a Casa Mingo… lo que hacíamos todos los madrileños entonces, ¡buscar sitios frescos!
"La gran revolución de esta ciudad la llevó a cabo Alberto Ruiz-Gallardón. A partir de ahí se convirtió en una ciudad cosmopolita y moderna"
De ese Madrid tan céntrico, tan patata frita coronada con mejillón, Ana Rosa salió a otros mundos. “Después he vivido en Arturo Soria, en Chamberí, cerca de Mar de Cristal… y ahora ya llevo 27 años en la misma casa, que está cerca de la plaza de Castilla”.
Pero nunca ha dejado de ser aquella niña de Usera. Puedes sacar a la chica del barrio, pero no el barrio de la chica. No quiso marcharse a las afueras, a esas extensiones verdes de tierra prometida y carril bici. “Me gusta mucho mi barrio de ahora, estoy a diez minutos del trabajo, pero también estoy cerca del centro. Siempre he vivido en barrios. Me gusta salir y poder coger un taxi o dar un paseo, soy urbana”. Un rato vivió en Sanchinarro. “Cuando nacieron los niños, tuvimos que hacer una reforma en la casa y nos fuimos a vivir por esa zona, está muy bien de restaurantes”.
Has sido testigo del gran cambio que ha sufrido Madrid en los últimos 50 años, ¿cómo lo valoras?
Es impresionante, sobre todo en las vías de comunicación. Mi padre era el único que tenía coche en todo el barrio porque lo necesitaba para trabajar. Nadie tenía coches entonces ¡y ahora apenas puedes aparcar! España cambió muchísimo a mediados de los 60 y 70, todo el mundo empezó a prosperar, a tener sus teles...
¿Recuerdas tu primera televisión?
Sí, la trajo mi padre unas navidades. Él viajaba sobre todo al norte, País Vasco, Galicia. Pasaba mucho a Francia y me trajo una tele, que era la única de todo el bloque. Cuando había algún acontecimiento como un partido los vecinos venían con sus sillas. Era en blanco y negro y había que darle patadas cuando se iba la antena.
Para ir terminando, Ana Rosa, ¿qué te gustaría destacar de los madrileños, qué te hace sentirte orgullosa de serlo?
Madrid es una ciudad acogedora, donde a nadie se le pregunta de dónde viene. Tú eres de aquí si vives aquí. También es una ciudad muy abierta. Madrid ha avanzado y ha mejorado muchísimo. La gran revolución de esta ciudad la llevó a cabo Alberto Ruiz-Gallardón y a partir de ahí se convirtió en una ciudad cosmopolita y moderna. Vayas donde vayas, todo el mundo quiere estar en Madrid. Es una ciudad alegre a cualquier hora del día que además está en plena expansión. Mira todo lo que ha crecido hacia el norte, o todos los pisos que están haciendo en Carabanchel para gente joven. A mí me parece que es una ciudad muy moderna.
Ana Rosa Quintana es madrileña con D.O. Usera. Tiene ese punto chulesco, el acento rotundo y la mirada de acera estrecha con roña en las rodillas. El barrio donde se crio la presentadora más famosa de la tele toma su nombre de Marcelo Usera, un militar y empresario español que decidió urbanizar los terrenos agrícolas de su suegro, el Tío Sordillo, en la zona de Villaverde. Tras el desarrollo de los años 60 gracias a la inmigración procedente del resto de España, asomaron por allí las fauces de la droga, un estigma difícil de extirpar. El Usera de hoy se organiza en siete barrios: Pradolongo, Orcasur, Orcasitas, San Fermín, Almendrales, Moscardó y Zofio. Tiene algo más de 50.000 habitantes cuya edad media es de 42 años. Su renta per cápita se sitúa en 24.480 euros y su tasa de paro registrado, en un 13,21%. En las últimas municipales votaron a la izquierda. También se ha convertido en el gran barrio chino de la capital.