Tamara Falcó y los preparativos de su boda: sacerdote amigo y "normopeso"

El 8 de julio, Tamara Falcó e Íñigo Onieva se casan. La boda se celebrará en la capilla de la finca El Rincón, el palacio que forma parte de la herencia que le dejó su padre, Carlos Falcó. En este lugar se rodó el documental 'La marquesa' y la propia Tamara explicaba que no se encontraba en buenas condiciones. Todo este tiempo ha servido para solucionar determinadas cuestiones logísticas del recinto y adecuar parte del interior y exterior para los cuatrocientos invitados que verán la ceremonia religiosa a través de pantallas. La capilla solo tiene espacio para doce personas.

Habrá una carpa para el convite y otra para que el chef, Eneko Atxa, prepare el menú nupcial. En este caso, sí ha contado con algunas ideas que quería Tamara que se sirvieran el día más importante (por ahora) de su vida. El siguiente será cuando se convierta en madre, un deseo que siempre ha manifestado a los periodistas en entrevistas y photocalls. El tema del traje de novia y el segundo vestido también está solucionado después del gran drama que supuso su desencuentro con las diseñadoras vascas. Hay que destacar que el asunto está zanjado y que no habrá demanda por ninguno de los dos lados. Al menos, así lo confirman fuentes fiables, que aseguran que meterse en juicios solo complica la vida de las dos partes.

Una vez que los imponderables han desaparecido, Tamara Falcó continúa con su vida laboral acudiendo los jueves a 'El hormiguero' y cerrando temas publicitarios que tiene aún pendientes. Por eso, no tiene intención de encerrarse en la clínica Buchinger. Ni cuarenta días, como hizo Abraham en el desierto, ni treinta, ni quince. “Lo que hare será lo mismo que hago en verano. La diferencia es que voy a cambiar el timing”, aclara Tamara Falcó a este medio. La hija de Isabel Preysler no entiende esa preocupación pública por su físico: “El vestido me lo hacen a medida y, por lo tanto, está hecho a mi cuerpo. Menuda tontería y falta de respeto. Yo estoy en mi 'normopeso”.

Hará unos días de dieta detox y tratamientos de belleza igual que hacen muchas novias y novios. Nada más. Está muy molesta con las afirmaciones que se han hecho de que tenía previsto adelgazar diez kilos en muy poco tiempo: "Para bajar esos kilos tendría que estar un año. Que podría estar más delgada, pues sí; pero, vamos, que lo encuentro todo un poco indignante. Como ya he dicho varias veces, para mí lo importante es el sacramento del matrimonio".

Efectivamente, donde no ha existido ningún problema es con el permiso que la pareja solicitó para casarse en la capilla privada de El Rincón. Se dieron informaciones que no se ajustaban a la realidad, que aseguraban que era imposible que pudiera celebrar el sacramento en la finca. Lo cierto es que, para contraer matrimonio en ese lugar o de cualquier otra finca, en principio, según establecen diversos obispados, el novio o la novia tiene que ser el titular de la propiedad, o, en su defecto, un familiar directo hasta cuarto grado de consanguinidad. En algunas diócesis, como la de Santiago de Compostela, además de solicitar permiso, los novios deben disponer del llamado indulto o licencia de oratorio.

Hubo informaciones en las que se afirmaba que la marquesa había tenido desencuentros con el párroco de Aldea del Fresno. Nada de esto sucedió, tal como informan a Vanitatis desde la diócesis de Madrid. Acudimos a ellos para preguntar en qué situación se encontraba la pareja ante su boda religiosa. La respuesta ha sido muy clara: “La diócesis de Getafe, a la que pertenece la finca de la marquesa de Griñón, asegura que la tramitación de toda la documentación, por parte de Tamara Falcó e Íñigo Onieva, ha sido ejemplar. La pareja podría contar, por tanto, con el obispo de Getafe, Ginés García Beltrán, para celebrar su boda religiosa en el palacio El Rincón. No será él quien celebre el matrimonio ni tampoco el párroco de Aldea del Fresno, localidad en la que se ubica el palacio, sino un sacerdote amigo de la pareja”.

No ha sido fácil el camino, pero por fin las complicaciones más importantes, como la de la ruptura, se solucionaron, igual que el vestido nupcial. En el reencuentro, la pareja estableció sus prioridades. Íñigo dejó el trabajo nocturno en la discoteca Lula. Ese fue su primer compromiso con su novia, y se dedicó a otros menesteres dentro de la empresa Mabel, para la que trabajaba hasta hace poco. Con el grupo mantiene unas relaciones espléndidas y, además de su propio proyecto gastronómico, tendrá en un futuro colaboraciones.