Alejandro Sanz: mitad vecino, mitad artista
Tiene pinta Alejandro Sanz de ser el vecino de al lado, 'the man next door'. O eso quiere una creer. Pero, como en las otras rupturas que adornan su vida sentimental, asoman los fantasmas
Cuando era adolescente, quería que Alejandro Sanz fuera mi novio; llegada la veintena soñaba con casarme con él y ahora creía yo encontrarme en esa etapa de mi vida en la que solo puedo aspirar a que cante en mi 50 cumpleaños. Pero no. Ahora quiero que sea mi ex. Porque solo un ex como al que yo aspiro te desea lo mejor y pide a sus fans que respeten a la persona con la que ha compartido sofá y mantita. “Cariño, tú enfócate en tu obra y sube el volumen de tu arte”, le ha deseado a su hasta ahora novia, Rachel Valdés, en un stories de Instagram.
“Toma nota por si acaso”, le dije a mi marido mientras comíamos y en la televisión daban la noticia. Me miró y siguió con la ensalada. Spoiler: no me hará caso.
Tengo entradas para su concierto del día 30 de junio en Madrid y será la primera vez que mi hija me acompañe. Esa hija que tiene ahora casi la misma edad que tenía yo cuando fui a verle cantar ‘Pisando fuerte’. El ciclo de la vida, que decían en ‘El Rey León’. Pero hablemos de Alejandro.
La vida de Sánchez Pizarro, que son sus verdaderos apellidos, se parece mucho a la de cualquier artista de su categoría. Una biografía en las que hay traiciones, infidelidades, excesos, duelos y orfandad, cansancio extremo, triunfo desmedido, premios, subidas y bajadas de ánimo, subidas y bajadas de peso. Dinero y ruina.
Hijos de varias mujeres, mujeres a las que uno quizá tendría más difícil llegar si se hubiera quedado en Moratalaz o en Getafe mismo, que no se nos enfade nadie. Pelos de colores, estilismos imposibles. A veces rap, a veces flamenco, a veces son, siempre pop. Miami, Madrid y el mundo. Rumores sin confirmar, hechos que superan la realidad. Discos que vendieron millones, otros que deberían arder en el infierno de la música. Y lo digo yo, que soy fan, pero del sector crítico.
Tiene pinta Alejandro Sanz de ser el vecino de al lado, 'the man next door'. O eso quiere una creer. Pero, como en las otras rupturas que adornan su vida sentimental, asoman los fantasmas. Se habla de lo difícil de su carácter, como si no lo tuviéramos el resto. Se le achaca a la vida que lleva, ajetreada y nómada, de concierto en concierto, rodeado de aduladores, de interesados y buitres. Porque no puede ser normal la cabeza de una persona que se encierra durante meses en una habitación de la que solo saldrá cuando tenga algo, ya sea un repertorio de doce canciones o el temario de una oposición a notario.
Se le añade, además, como si fuera cosa extraña, que siempre ha sido celoso de su vida privada, de exponerse poco. Que solo conocemos a sus mujeres cuando dejan de serlo.
De su última pareja, la artista Rachel Valdés, sabemos lo justo. Yo bastante, he de decir, porque una vez escogido otro padre para mis hijos, he procurado que los amores de mis ídolos siempre me caigan bien. Valdés es una mujer que habla poco y suave y trabaja, que tiene un currículo detrás y que hasta el momento solo ha mostrado interés en hablar de su obra y de sus exposiciones. Y eso, lo de tener una vida laboral pudiendo dedicarse a enlazar descansos, ya es mucho.
La hemos visto visitando ARCO, con el mono de trabajo salpicado de pintura, huyendo del prototipo de 'hoochie mama' y teniendo como única peculiaridad ser de ese tipo de mujeres envidiables que están mucho más guapas sin maquillar.
Mientras ha durado la relación, él ha hecho un poco lo de siempre. Trabajar mucho y salir poco, que ya vamos teniendo una edad. Tuitero e instagramero empedernido, sus mensajes oscilan entre lo incomprensible y lo cursi, aunque a mí me gana cuando muestra que es un cocinitas y que sus sobremesas son de tapete y cartas. Porque yo también voy teniendo una edad.
Por eso, cuando Sanz salga al escenario del WiZink Center este 30 de junio, yo volveré a llorar cuando encadene fragmentos de sus grandes éxitos, le diremos que le queremos ahora y siempre, y personalmente yo suplicaré que haga un buen disco. Y esta vez puede que ese deseo se nos conceda porque siempre le han salido los mejores mientras tenía la vida patas arriba.
Cariño, tú enfócate en tu obra.
Cuando era adolescente, quería que Alejandro Sanz fuera mi novio; llegada la veintena soñaba con casarme con él y ahora creía yo encontrarme en esa etapa de mi vida en la que solo puedo aspirar a que cante en mi 50 cumpleaños. Pero no. Ahora quiero que sea mi ex. Porque solo un ex como al que yo aspiro te desea lo mejor y pide a sus fans que respeten a la persona con la que ha compartido sofá y mantita. “Cariño, tú enfócate en tu obra y sube el volumen de tu arte”, le ha deseado a su hasta ahora novia, Rachel Valdés, en un stories de Instagram.