Kiko Hernández: el amor está en Melilla
"Francisco es desacomplejado, un poco hortera, un echado para adelante. Con una vida privada de la que sabemos poco"
Francisco Hernández Ruiz (Madrid, 1976) ya era muy querido en casa antes de que se le cayera una muela en directo en ‘Sálvame’ y nos diera una de las mejores risas de nuestras vidas. No habíamos visto ni un solo ‘Gran Hermano’ -participó en la tercera edición- y nunca nos íbamos a la cama más tarde de las doce, así que no éramos público cautivo de ‘Crónicas marcianas’, donde también colaboró. Pero siempre fuimos partidarios de los villanos de la tele. A veces sinceros, más veces faltones, de esos que destilan el arrojo que a otros nos falta. De esos que te caen bien cuando sus balas no te tocan.
Kiko es, y será siempre, el eje del mal con Mila Ximénez y el otro Kiko, Matamoros. Kiko es y será siempre el espabilao, el que ha hecho de todo. Vender pisos, organizar bodas, ser imagen de cosas inimaginables, presentar programas, tertulianear, tener un blog al que puso por nombre ‘El confesionario de Kiko’, entrevistar a todo tipo de fauna y flora en la revista '¡Qué me dices!', tener un business durante las madrugadas de Telecinco absolutamente hipnótico.
Una teletienda en la que te vende un sillón masaje, un masajeador para pies, un reloj para aspirantes a Vin Diesel y joyas para aspirantes a emperatriz de barrio que se llama 'Mejor llama a Kiko'. Para que luego hablen de otro tipo de cesarismos. Para que luego vengan otros a darte la turra con la marca personal.
Francisco es desacomplejado, un poco hortera, un echado para adelante. Con una vida privada de la que sabemos poco. Tiene dos hijas nacidas de vientre de alquiler llamadas Jimena y Abril, tenía una casa a la que llamó Villa Chatín en homenaje a Arturo Fernández, es agarrado hasta el extremo, tan entregado a sus amigos como a sus enemigos. Ha llorado en directo la muerte de dos de las mujeres de su vida, Mila y Begoña Sierra, fundadora y dueña del bingo Las Vegas.
Es un hombre de asadores y bingos, de sobremesas con tapete y orujo de hierbas, de esos que se hacen fotos con los dueños de los lugares a los que va, de esos que vuelven a casa con productos típicos de los sitios a los que viaja. Kiko cumple con todos y cada uno de los estándares de comportamiento de mi familia.
Hubo un tiempo en el que acababa sus frases con un “¡claaaro!” en el que las aes se alargaban hasta el infinito. Hubo un tiempo en el que echó cara, que es la manera elegante de decir que engordó un poco. Hubo un tiempo en el que llevaba el pelo pincho. Y ahora vive un momento personal con pelo canoso y más fino, el cuerpo más fibroso y un indescriptible colgante de cuero al cuello al que le suponemos que tiene un cariño infinito. A quién no le ha pasado. Y tiene una noticia que darnos: “En septiembre me caso en Melilla”.
Hernández se ha subido al pulpillo esta semana en ‘Sálvame’, dispuesto a devolverle al programa todo lo que este le ha dado. Para los no iniciados, es el lugar donde uno dice las cosas importantes, donde se anuncian las bombas aunque a veces sean petardos.
Ahora que quedan apenas unos días de emisión, ahora que ya nada le importa, ha mandado a paseo el hermetismo y se ha abierto la camisa y las carnes. Está enamorado de Fran Antón. Otro Francisco. Kiko y Kiko. Fran y Fran. Un lío.
Un actor del que yo desconocía su existencia, pero que me interesó desde que supe que contó con Josele Román para un proyecto. Antón es de Melilla y de ahí las últimas vidas de Hernández. Desde que están juntos es el mejor embajador de la ciudad autónoma, presentador de una gala para las personas mayores -que alguien rescate este concepto merece mi aplauso-, quizá próximo alcalde o concejal de festejos.
Ahora vive cautivado por lo bereber, por las especias, aunque se queje de la pasta que se deja en billetes de avión por amor. Ahora vive con tanta intensidad el amor que ha montado un fiestón con ambas familias, la biológica y la política, y se los ha llevado al bingo Las Vegas, situado en la madrileña calle de los Hermanos García Noblejas, a echarse unas risas y unos cartones.
Para los no iniciados, en la página web de este establecimiento hay un apartado denominado ‘Cadillac of fame’ en el que aparecen algunos de los famosos que han acudido a pasar un buen rato. Están Leticia Sabater, Mónica Hoyos, Malena Gracia, Ismael Beiro y Terelu Campos, aunque la imagen que encabeza es la del propio Hernández posando esposado por una ‘policía’ llamada Sonia Monroy. Picarones. Viva (esta) España. Y viva este Kiko Hernández, que dice que se casa con otro señor el mismo día que PP y Vox firman un acuerdo para gobernar la Comunidad Valenciana. ¡Claaaro!
Francisco Hernández Ruiz (Madrid, 1976) ya era muy querido en casa antes de que se le cayera una muela en directo en ‘Sálvame’ y nos diera una de las mejores risas de nuestras vidas. No habíamos visto ni un solo ‘Gran Hermano’ -participó en la tercera edición- y nunca nos íbamos a la cama más tarde de las doce, así que no éramos público cautivo de ‘Crónicas marcianas’, donde también colaboró. Pero siempre fuimos partidarios de los villanos de la tele. A veces sinceros, más veces faltones, de esos que destilan el arrojo que a otros nos falta. De esos que te caen bien cuando sus balas no te tocan.