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Carmen Sevilla: un icono para España, una madre para Augusto
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Carmen Sevilla: un icono para España, una madre para Augusto

Augusto Algueró júnior es hijo de Carmen Sevilla y Augusto Algueró. Decidió, cuando a su madre le diagnosticaron una enfermedad incurable, que lo mejor era que nos quedáramos con la mujer que actuó en 'Violetas imperiales'

Foto: ILUSTRACIÓN: Jate.
ILUSTRACIÓN: Jate.

Nada de lo que diga en este artículo será nuevo para ustedes, tampoco un secreto inconfesable, porque sé de Carmen Sevilla lo mismo que mucha otra gente. Que es uno de los grandes nombres propios del imaginario popular. Actriz, presentadora, una fábrica de anécdotas, una forma única de hablar y una manera de entender el mundo. Más lista y larga de lo que proyectaba, más currante de lo que muchos seremos jamás. Más de sesenta años en activo, más de sesenta películas.

En casa éramos muy admiradores de ella, pero no en el sentido más intelectual del término. Cuando se mencionaba su nombre, los comentarios oscilaban entre el “qué maja es esta mujer”, “mira que ha sido guapa”, “los artistas de antes sí que valían, no como los de ahora”. Mi madre no paró hasta comprarse unas pantuflas igualitas que las que lució una noche en un 'Telecupón' y enseguida vaticinó que una mujer “de su categoría” acabaría hartita de ovejas y vida rural. A mi padre le bastó con tomar un aperitivo en Cuenllas, un bar de la madrileña calle de Ferraz, solo porque la actriz vivía cerca, no vaya a ser que hubiera suerte y coincidieran. A ella no la vio, pero sí a su entonces marido Vicente Patuel, y eso bastó.

Foto: Carmen Sevilla, en sus inicios profesionales. (Cordon Press)

Hay algo perverso que rodea a todos estos personajes tan populares. Como si su presencia tan prolongada en nuestras vidas, aunque desde la distancia, los convirtiera en un objeto de nuestra propiedad. Como si nos perteneciera su destino, como si tuviéramos potestad para decidir por ellos y para ellos.

En esa cosa tan mitómana que me caracteriza, a veces he rechazado a los de mi propia estirpe y he soñado con pertenecer a una gran saga. Que mis apellidos me abrieran las puertas de par en par de determinados sitios, de determinados privilegios. Luego aprendí que la vejez nos iguala a todos, pero hay hijos que sufren el doble. El juicio de los suyos y el de todos nosotros.

placeholder Carmen Sevilla, junto a su hijo Augusto. (Gtres)
Carmen Sevilla, junto a su hijo Augusto. (Gtres)

Augusto Algueró júnior es hijo de Carmen Sevilla y Augusto Algueró. Decidió, cuando a su madre le diagnosticaron una enfermedad incurable hace años, que lo mejor era que nos quedáramos con la mujer que actuó en ‘Violetas imperiales’, la que nos enseñó que el secreto para lucir un cuello sin arrugas consistía en colocarse dos esparadrapos en la nuca para dominar cualquier tipo de pliegue, la de ‘Cine de barrio’. Optó por protegerla a ella, a sus más íntimos y al resto, para que nos quedara de ella la imagen de siempre. Una muy distinta de la que él ha visto.

De ”Augustito”, como le llaman los cursis, se ha dicho un poco de todo. Se ha hablado del amor inmenso que ha mostrado con su madre, pero también se le ha afeado su carácter reservado, algo arisco incluso. Esa prudencia y discreción con la que lleva actuando durante esta travesía de más de una década se ha interpretado a veces como puro obstruccionismo. Como si además de ver el deterioro de una madre, tuviera que cargar a sus espaldas con el cuidado de un mito.

placeholder Carmen Sevilla, en tiempos del 'Telecupón'. (Telecinco)
Carmen Sevilla, en tiempos del 'Telecupón'. (Telecinco)

Algunos amigos de la actriz le han afeado que no les haya dejado ir a verla a su casa o a la residencia donde ha vivido después. Lo han contado en público, haciendo pucheros, sin entender que hay maneras privadísimas y respetables de asumir los cuidados. Que el dolor cada uno lo lleva como puede, como le dejan. Que a esto no se nos enseña.

Y algunos periodistas afean ahora que no hayamos sabido apenas nada de su estado de salud tras su ingreso hospitalario, que la ha conducido a la muerte este martes por la tarde. Que su hijo no les informe y tampoco los médicos que la atienden. Que habrase visto. Que qué les cuesta. Con lo que ellos quieren a Carmen, lo que la quería España entera.

Como si no nos bastara con saber que ha estado ingresada en la unidad de cuidados paliativos, que tenía 92 años. Que a lo mejor es innecesario hurgar más. Que es algo inhumano vigilar todas las salidas que tiene el hospital para a ver si topan con el hijo y le preguntan qué tal. Porque ya sabíamos cómo estaba, ya sabíamos lo que iba a contestar.

Porque ahora sobran las anécdotas acerca de cuándo y cómo empezó a notarse que algo en su salud no iba bien. Que a lo mejor hay que irse a casa a descansar y dejar de paso que su hijo descanse. Que lo estará deseando. Que lleva años ocupándose de Carmen Sevilla. Esa que para todos ha sido Carmen de España. Esa que para él es solo su madre.

Nada de lo que diga en este artículo será nuevo para ustedes, tampoco un secreto inconfesable, porque sé de Carmen Sevilla lo mismo que mucha otra gente. Que es uno de los grandes nombres propios del imaginario popular. Actriz, presentadora, una fábrica de anécdotas, una forma única de hablar y una manera de entender el mundo. Más lista y larga de lo que proyectaba, más currante de lo que muchos seremos jamás. Más de sesenta años en activo, más de sesenta películas.

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