Así se vivió la boda de Tamara Falcó: cuatro vestidos blancos de novia, joyas de impresión y una filtración
Tras tres días de intensas celebraciones con preboda, boda y postboda, 400 invitados, dos escenarios y más de 250 empleados, la aristócrata se ha casado con Íñigo Onieva
-
Boda de Tamara Falcó e Íñigo Onieva, última hora: vestidos, detalles de la ceremonia e invitados
Tamara Falcó ya puede decir que es una mujer casada. Tras tres días de intensas celebraciones con preboda, boda y postboda, 400 invitados, dos escenarios y más de 250 empleados, la aristócrata ha cumplido su sueño de caminar hacia el altar vestida de blanco por Carolina Herrera. Nada ni nadie ha podido impedir este momento, como ya vaticinó Iñigo Onieva cuando se filtró su famosa infidelidad en el festival estadounidense Burning Man. Ni eso ni todo lo que ha pasado después, que muchos han calificado como señales (la última cuando a uno de los sacerdotes que concelebraba la boda se le incendió la casulla), ha parado su amor que se ha llevado todo por delante con la fuerza de los mares.
Feliz, radiante y vestida de blanco, la aristócrata ha celebrado junto con Íñigo Onieva tres días de fiesta non stop que empezaban el viernes con una cena de bienvenida en el Ritz y ponían el broche de oro en este mismo escenario, del que Tamara es imagen, el domingo a mediodía con un brunch perfecto para una resaca de boda: comentar en familia, picar algo sano y volverse a la cama para descansar de todo lo vivido. No es para menos. Los novios llegaban directos de El Rincón desde la boda a las 8:30 de la mañana y en apenas unas horas pondrán rumbo a su primer destino de la luna de miel, aún por determinar.
A pesar del completo dispositivo de seguridad que blindó el palacio de Aldea del Fresno para preservar la millonaria exclusiva con una conocida revista y que incluyó el requisamiento de todos los móviles de la boda y algún momento incómodo más para los invitados, algunos detalles han sido filtrados como los referentes a sus dos vestidos de novia o el menú, todos ellos publicados en estas páginas.
Por si te has perdido algo, esto es todo lo que hemos vivido a lo largo de estos tres días de glamour, amor y lujo.
Preboda con guiño a Letizia y rancheras
Eran las ocho de la tarde cuando puntual como una británica llegó Alejandra Onieva, hermana del novio. Lo hacía sola y mucho antes que su hermano Jaime. Sus amigas la esperaban ya dentro. Con paso firme y decidido recorrió la alfombra roja instalada para la ocasión. Una noche de cine en la que aún hubo que esperar para ver a los novios. Con la puerta abarrotada de medios de comunicación y cientos de miradas indiscretas de gente que pasaba por allí y se quedó a ver el revuelo, por fin llegó Tamara, antes que su futuro marido. La tónica general del resto del fin de semana.
Lo hizo en un coche conducido por su cuñado, Fernando Verdasco, que le tocó interpretar el papel de chófer en el gran día de la hermana de su mujer, que llegó atrincherada en el asiento de atrás del vehículo y aprovechó el revuelo causado por Tamara para entrar corriendo en el interior huyendo de la foto tan esperada por todos. Chábeli entró sin que nadie la viera.
Una velada en la que Tamara lució su primer look de novia, un traje diseñado por ella misma de la colección de TFP, su marca, en colaboración con Pedro del Hierro (que rápidamente fue comparado con el que llevó Letizia en su pedida) y en que hubo dos grandes ausentes. Ni Isabel Preysler ni su consuegra Carolina Molas acudieron a esta primera cita con los novios en la que bailaron rancheras, brindaron con cócteles creados para la ocasión y se hicieron cientos de fotos con los más de 200 familiares y amigos que les acompañaron, sabedores que al día siguiente no podrían hacer ni una sola.
No eran las doce cuando la pareja abandonó el hotel. Al día siguiente, les esperaba lo más importante.
Una boda millonaria, sin móviles y con joyones
El primero en ser fotografiado la mañana del sábado fue el vestido de novia de Tamara, que en un furgón escoltado por media docena de trabajadores de Carolina Herrera abandonó el Ritz con destino a El Rincón a primera hora. También era el primero en llegar.
Tamara, mientras, se arreglaba en casa de su madre junto a sus dos hermanas, Ana y Chábeli, su madre y la mujer de su primo Álvaro Castillejo Preysler. Rozaban las cuatro de la tarde cuando, escoltada por tres hombres de seguridad y una acompañante desconocida, abandonaba la casa de su madre por última vez como soltera. Media hora más tarde, sin nadie de su familia en el coche, llegaba apenas unos minutos después que sus representantes al palacio. Divertida y sonriente bajó la ventanilla para atender a los medios de comunicación que la esperaban en la puerta.
Aún habría que esperar más de una hora para ver aparecer por allí al resto de su familia y sobre todo a su futuro marido que, sin afeitar, ligeramente descamisado y con el chaqué a medio poner, aparecía en escena rodeado de sus testigos, con quienes había estado de despedida de soltero hasta las cinco de la tarde. La ceremonia empezó con 45 minutos de retraso, como era de esperar.
La única que acompañó a Tamara durante todo ese tiempo fue su suegra, Carolina Molas, primer rostro conocido en cruzar la verja de la finca y que lució espectacular en su papel de madrina con un vestido azul petróleo firmado por Lorenzo Caprile y unos pendientes de esmeraldas que se salvaron del famoso robo de joyas que la empresa que se los vendió sufrió apenas unos días antes del enlace.
Las joyas de ambas familias fueron grandes protagonistas. De la sortija chevalier de los años 40 de Chábeli al imponente collar de Bulgari de Alejandra Onieva, no hay duda de que los complementos eclipsaron los looks. No fue el caso de todas las invitadas. Eugenia SIlva brilló con luz propia con su Josep Font vintage, una pieza de museo elegida a la perfección.
La seguridad fue el otro pilar de la noche. Al menos 12 guardias de seguridad de uniforme custodiaban la llegada de los invitados y otros tantos vigilaron durante toda la velada que nadie hiciera fotos que pudieran reventar la exclusiva. Finalmente, hubo quien se las apañó y publicó instantáneas del interior. 400 invitados y 250 empleados era demasiada gente para evitar filtraciones.
Primer vestido, de aire medieval
Todo estaba listo cuando Tamara, del brazo de su hermano, puso rumbo al altar ubicado en las caballerizas del palacio con un vestido de inspiración medieval, largo hasta el suelo, como marca la tradición en las bodas más clásicas. A pesar de las altas temperaturas, también contaba con manga francesa, con la que la novia se siente especialmente cómoda.
Contaba con una peculiaridad que lo hará único y fuente de inspiración para tantas novias: un bordado de unos tres centímetros de ancho en tonos ocres y cobrizos recorría los hombros y el escote y bajaba en línea recta hasta los pies a juego con la puesta de sol que les acompañó durante gran parte de la ceremonia religiosa.
La tiara de su cuñada y velo de tul mórbido remataban este look que la acompañó tan solo durante la ceremonia, en la que leyeron casi todos sus hermanos (con gran emoción de Chábeli), concelebraron tres sacerdotes (uno de ellos casi sale ardiendo por arrimarse mucho a una vela) y que terminó con la Salve Rociera cantada por un coro traído a tal fin.
La cena ya fue otro cantar. El cóctel lo amenizó un grupo británico y contó con 20 aperitivos distintos distribuidos en cinco estaciones y las bandejas del ejército de camareros. Durante este tiempo, los novios se hicieron todas las fotos de rigor y Tamara aprovechó para cambiarse de look antes de sentarse a cenar el menú de tres platos que Eneko Atxa había preparado para la ocasión. Todo ello, ambientado al más puro estilo cuento de hadas por los magos de los eventos dirigidos por Ramiro Jofre.
Segundo vestido, divertido y sexy
Una vez sentado todo el mundo dentro, y fuera de la carpa instalada para tal fin en el jardín norte de la finca, los novios hicieron su entrada estelar al ritmo de la música y con Tamara luciendo su segundo look. Un diseño moderno y mucho más juvenil compuesto por dos piezas en tono marfil; no era blanco, como anunció Gordon a su llegada a Madrid. Tal y como lo describen, estaba compuesto por un cuerpo que en su espalda asemejaba a un corsé y que por delante lucía una pieza que hacía las veces de lazo.
De hecho, a ese lazo los novios hicieron referencia sobre la 1 de la madrugada cuando terminó la cena. Antes de levantarse para el baile, Íñigo cogió el micrófono y se puso de pie para dar un discurso. Unas palabras que aunque pudieran estar preparadas de antes, sonaron a improvisación fruto de la alegría del momento y en las que le dijo a su ya mujer: “Eres un regalo”. Unas palabras a las que Tamara respondió con una mirada de enamoramiento absoluto y con uno de los comentarios más divertidos de la noche: “Por eso me he puesto lazo”, haciendo referencia ambos a su segundo vestido de novia y despertando carcajadas entre los invitados.
Fiesta, drones y un dj internacional
La fiesta, que se alargó hasta pasadas las 6 de la madrugada, tuvo de todo. Un lago de nenúfares, velas, cócteles personalizados y hasta un DJ internacional que hizo que los novios y los invitados lo dieran todo hasta el amanecer.
Durante un momento de la noche, Íñigo sorprendió a Tamara con un emotivo espectáculo de drones en el que participaron más de 200 artefactos para cubrir el cielo del El Rincón de luz y palabras de amor para deleite de los presentes. “Love is in the air”, llegó a leerse.
Fin de fiesta
Los novios pusieron el broche de oro el domingo con un brunch en el Ritz al que asistieron menos invitados de los previstos y en el que pudieron comentar algunos de los cotilleos de la boda. Tamara lució entonces su cuarto vestido de novia: un diseño de Zimmermann de encaje color blanco valorado en algo más de 900 euros.
Tamara Falcó ya puede decir que es una mujer casada. Tras tres días de intensas celebraciones con preboda, boda y postboda, 400 invitados, dos escenarios y más de 250 empleados, la aristócrata ha cumplido su sueño de caminar hacia el altar vestida de blanco por Carolina Herrera. Nada ni nadie ha podido impedir este momento, como ya vaticinó Iñigo Onieva cuando se filtró su famosa infidelidad en el festival estadounidense Burning Man. Ni eso ni todo lo que ha pasado después, que muchos han calificado como señales (la última cuando a uno de los sacerdotes que concelebraba la boda se le incendió la casulla), ha parado su amor que se ha llevado todo por delante con la fuerza de los mares.