Fernández Tapias, un marinero de tierra adentro al que no le gustaba que le llamaran Fefé
Recordamos de cerca la figura del que fuese presidente de la CEOE y vicepresidente del Real Madrid, fallecido a los 84 años este 25 de octubre
La salud de Fernando Fernández Tapias fue variable durante su último año. Sus ingresos y altas hospitalarias eran una constante. Por ello, dejó de reunirse con su grupo de amigos fijos en su restaurante de referencia: el Qüenco de Pepa. Quizá uno de sus lugares preferidos, porque se encontraba como en casa. En la mesa de siempre se reunía con sus íntimos, entre los que se encontraban Lalo Azcona, Enrique Cerezo, Ruiz-Gallardón, Arturo Fernández, Juan Palacio o Díaz Ferrán, a quien, como él mismo decía, “le apoyé para la presidencia de CEIM y después me traicionó”.
Por otro lado, con el actor de la panda tenía un nexo de unión muy fuerte y nunca se perdía uno de sus estrenos. En marzo de 2019, cuando Arturo presentaba su éxito ‘Alta seducción’, en el teatro Amaya, ahí estaba el empresario con Nuria González para mostrarle su apoyo. Meses después, en verano de ese mismo año, falleció. El hombre de negocios, consciente de su atractiva presencia para los reporteros, siempre les atendía con amabilidad. “Arturo es uno de mis íntimos y muchas veces me da el pulso de la calle que demasiadas veces se pierde”, llegó a asegurar, aludiendo al buen aspecto del intérprete.
Precisamente, su gran sentido del humor fue uno de los principales vínculos con sus respectivas mujeres, Carmen Quesada y Nuria González. Ambas eran muy parecidas, tanto en lo relativo al carácter como cuando se trataba de dejar brillar a sus parejas. A su vez, coincidían en que ambos eran también mucho más mayores que ellas y que les hacían caso en cuestiones ajenas al mundo laboral. Por ejemplo, acudir al centro de belleza de otra amiga común como era Maribel Yébenes.
Para las reuniones de los viernes en el local de Pepa Muñoz no había prisa. Las tertulias se podían alargar fácilmente hasta pasadas las siete de la tarde, cuando la dueña les decía con humor: “¿Qué pasa, que no tenéis casa?”. Sin embargo, para Fernández Tapias este cuartel general gastronómico guardaba grandes recuerdos familiares. Allí celebraba los cumpleaños de sus hijos, las celebraciones del Día del Padre y de la Madre o los días previos a Navidad.
Los que le trataron más allá del mundo laboral aseguraban que era un hombre generoso y cariñoso, con un pronto fuerte que se le pasaba enseguida. A sus hijos mayores, que después le traicionaron con una demanda de incapacidad, les ayudó hasta que se revolvieron contra él. Esta ruptura fue uno de los momentos más duros de su vida junto con la muerte de su hijo Bosco en 2010, mientras practicaba buceo. Fue una tragedia de la que solo se pudo recuperar, en parte, por la convivencia con sus dos vástagos menores, Iván y Alma, a los que dedicó mucho más tiempo que al resto. El empresario siempre aseguraba: “Lo único que se puede elegir en la vida son tus amigos y tu mujer”.
Nuria González y su importante papel
No obstante, él fue siempre consciente de que había delegado demasiado en las madres. Por ello, reconocía, cuando aún no se había roto el hilo filial con los hijos que tuvo con Victoria Riva y Juana García-Courel, que no fue un padre presencial a la manera del día a día; con los pequeños fue otra historia. Con ellos compartía múltiples tardes de domingo en el palco del Real Madrid. A diferencia de otros 'hijos de' que se comportaban como adolescentes pesados, los Tapia González no daban la lata.
Nuria González luchó para que los hijos de los dos matrimonios anteriores formaran también parte de la unidad familiar. Es más, cuando llegó la ruptura por la demanda de incapacidad, no tuvo nada que ver con la negativa del padre a no dejarlos entrar en la casa. Así lo contaban desde el entorno del naviero.
Cuando se conoció la relación de la joven y el empresario, casi nadie creyó que iban a funcionar como pareja. ¿El motivo? Llegaba después del volcán en erupción que supuso su noviazgo con Mar Flores. Nuria había trabajado en el mundo de la moda y nada tenía que ver con el grupo de alegres chicas que rodeaban la vida lúdica de Tapias y sus amigos separados. Tiempo después, se casaron en una ceremonia civil sin exclusiva por medio y, contra todo pronóstico, durante más de veinte años ha sido la mujer que le ha dado estabilidad, tranquilidad familiar y una dedicación total.
Fernando Fernández era un hombre enamoradizo. Así, aunque sus divorcios fueron millonarios, nunca hubo enfrentamientos por temas económicos con sus exmujeres, a quienes estuvo eternamente agradecido. Por ejemplo, gracias al apoyo de su primer suegro (padre de Victoria Riva), pudo comenzar sus primeros negocios, que le convirtieron con el tiempo en una de las grandes fortunas de España.
Sus lujos, compartidos con sus amigos, se materializaban en sus viajes a Mónaco en avión privado y sus vacaciones a bordo de su megayate, el Nufer, del que se deshizo posteriormente. En él, navegaron desde Ruiz-Gallardón a Teresa Campos y Terelu, Isabel Preysler o Arturo Fernández. Lejos de tales grandezas, Galicia siempre fue su lugar de veraneo. Fernández Tapias tenía una gran querencia por el mar. Decía que su vocación frustrada era haberse dedicado a recorrer el mundo en un velero. Y este era el empresario al que no le gustaba que le llamaran Fefé, un apelativo que, por cierto, le puso el periodista Jesús Cacho.
La salud de Fernando Fernández Tapias fue variable durante su último año. Sus ingresos y altas hospitalarias eran una constante. Por ello, dejó de reunirse con su grupo de amigos fijos en su restaurante de referencia: el Qüenco de Pepa. Quizá uno de sus lugares preferidos, porque se encontraba como en casa. En la mesa de siempre se reunía con sus íntimos, entre los que se encontraban Lalo Azcona, Enrique Cerezo, Ruiz-Gallardón, Arturo Fernández, Juan Palacio o Díaz Ferrán, a quien, como él mismo decía, “le apoyé para la presidencia de CEIM y después me traicionó”.
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