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Carta abierta de Javier Rigau a Gina Lollobrigida en el aniversario de su muerte: "A pesar de todo, valió la pena"
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HOMENAJE

Carta abierta de Javier Rigau a Gina Lollobrigida en el aniversario de su muerte: "A pesar de todo, valió la pena"

Se cumple el primer año desde el fallecimiento de la gran intérprete italiana y su viudo ha querido recordar las mejores vivencias de su amada con Vanitatis

Foto: La actriz italiana en uno de los homenajes de su madurez. (CP)
La actriz italiana en uno de los homenajes de su madurez. (CP)

"Yo siempre he sido una persona positiva y así pienso seguir siendo toda mi vida. Como he hecho hasta ahora, voy a recordar todos los buenos momentos vividos junto a ella. Hubiera preferido seguir disfrutando de nuestra eterna relación privadamente, pero eso no pudo ser cuando Gina -con todo el derecho del mundo- empezó a plantear el matrimonio como manera de cerrar el círculo de nuestras vidas en común.

De todo esto, lo único que lamento en el alma han sido los disgustos que nuestra relación causaron en mi familia. Concretamente a mi mamá, a mi padre y a mi tata Julia. Seguro que también a otras personas que me han querido mucho, pero muy lejanas en sentimientos de las mencionadas. A pesar de todo, valió la pena y los disgustos y desencuentros se fueron aparcando. He quedado en paz con todas ellas y en el fondo las entiendo perfectamente.

placeholder Rigau y Lollobrigida, en una imagen de archivo. (Cortesía)
Rigau y Lollobrigida, en una imagen de archivo. (Cortesía)

Conocí a Gina con 15 años en una fiesta en Montecarlo, en casa de los Barones de Portanova. Allí estaba con mi abuelo materno, Salvador, y con mis padres. Gina, tal y como ella misma contó en todo tipo de entrevistas tanto escritas como televisadas, en cuanto me vio, vino directamente a conocerme haciéndonos presentar por la anfitriona. Nunca se me olvidará. Iba embutida en un traje rojo y era una espectacular mujer de 48 años. Estuvimos hablando bastante rato hasta que llegó un momento en que yo pensé que la conversación ya no daba para más. Aunque me trataba como si yo fuera una persona adulta y madura, cosa que me hizo sentir bien y diferente; porque siempre me han tratado, entonces y hasta ahora, como un ser inmaduro y superficial.

En un cierto momento, y buscando un tema recurrente, le pregunté si durante su carrera cinematográfica en Hollywood conoció a Marilyn Monroe. Todas las personas que me han conocido desde niño saben y se acuerdan de cómo me gusta esta preciosa y simpática sexy rubia mujer. La respuesta de Gina fue clara e inmediata: “Siiií. Éramos íntimas y en la época a mí me llamaban 'la Marilyn europea'”. Tal y como después, en los años 90, me volvió a comentar Joe DiMaggio, segundo marido de Marilyn en dos ocasiones en las que acompañé a Gina a la fiesta anual italoamericana que se celebra en Nueva York. En ese momento me dije a mí mismo: “Yo de aquí no me muevo “. Gina no me preguntó por mi edad.

placeholder Rigau. (Cortesía)
Rigau. (Cortesía)

Cuando en la fiesta ya todo el mundo había hecho sus grupos y todo estaba en plena ebullición, nosotros salimos y nos dirigimos paseando al interior de un coche que mi abuelo acababa de estrenar. Era un Rolls Royce Silver Shadow de color azul pavo real con un bar en la parte delantera con 2 botellas siempre llenas de whisky Chivas y de coñac Napoleón, además de cuatro vasos.

¡Cómo han cambiado los tiempos! El coche lo sigo conservando. En esa época, y muchos años más tarde en toda la Costa Azul, que me conozco al dedillo, los coches en las fiestas se dejaban abiertos y vigilados desde lejos por los grupos que formaban los chóferes mientras fumaban y hablaban entre ellos. Allí dentro tuvimos nuestro primer encuentro físico sin que ella se despeinara ni se bajase ninguna cremallera. Yo me quedé más satisfecho imposible. Siempre he creído, y así le he comentado a Gina durante años, que estoy convencido que ella usaba algún producto hipnótico en su barra de labios.

Hoy, Milko, hijo único de Gina, el hijo de éste, Dimitri, nieto único de Gina, y yo hemos ido a la iglesia de Subiaco al funeral por el primer aniversario de su fallecimiento, como empecé diciendo. Además, desde Roma han llegado otras personas muy allegadas a Gina desde los principios de nuestra relación. Me ha hecho una especial ilusión encontrar a Patrícia Quinti, hija de la fiel gobernanta de Gina, María Quinti, tata de Milko desde 1957 y que desde esa fecha vivió con su madre y hermano junto a Gina, su primer marido, Milko Skofich, y Milko Jr.

placeholder Rigau, en el funeral de Gina hace un año. (EFE/Angelo Carconi)
Rigau, en el funeral de Gina hace un año. (EFE/Angelo Carconi)

También hoy, por primera vez en la vida, Patricia ha dicho alto y claro ante los periodistas y las cámaras de televisión que me conoce desde que yo empecé a ir a Roma a casa de Gina con 17 años. Me ha llenado de alegría que tuviera este gesto delante de todos, porque ellos han sido mi familia italiana y los que quedan lo siguen siendo. Gina siempre decía que nuestra vida en Italia, cuando estábamos juntos en su casa romana de la Vía Appia Antica, era una réplica de su película ‘Buonasera Signora Campbell’, donde ella era Carla y yo el amante. Ahora, con la perspectiva del tiempo y viendo de nuevo la película tantas veces vista, debo darle la razón.

Después de tres organizaciones públicas de nuestro matrimonio, siempre realizadas con ilusión por Gina y sin que yo jamás le echase una mano, como ella se quejaba en sus entrevistas, hasta que a la cuarta vez nos casamos por poderes en Barcelona, copiando la boda del año 1957, también por poderes, de su archirrival Sofía Loren con el productor Carlo Ponti, hemos pasado momentos inolvidables e irrepetibles. No creo sinceramente que haya existido en el mundo del cine una mujer tan excéntrica que se haya creado un mundo propio como mi mujer; a pesar de que he conocido a muchos compañeros suyos. Pero me quedo con que Gina me ha metido no solo en su mundo público, sino en ese mundo propio al que me acabo de referir y que si no se vive difícilmente puede explicarse para que los demás puedan llegar a hacerse aunque sea una lejana idea.

placeholder Gina Lollobrigida y Javier Rigau, en el Baile de la Rosa de 2005. (Getty)
Gina Lollobrigida y Javier Rigau, en el Baile de la Rosa de 2005. (Getty)

No pienso profundizar en el enorme daño que durante estos últimos 12 años ha producido el hoy condenado y, por tanto, delincuente exempleado del hogar de mi mujer, destruyendo su mente, rompiendo su familia, mi familia italiana, perjudicando su imagen pública y depredándola patrimonialmente, que era su único objetivo. No vale la pena. Le quedan varias condenas penales por llegar. Quien me hace daño, a mí o a los míos, me la acaba pagando siempre. Milko, Dimitri y yo, siempre unidos.

La obsesión de la eterna juventud, las sesiones salvajes de acupuntura con agujas llegadas de Hollywood, las ceremonias con agua de lluvia recibida durante la tormenta en vasos etruscos en el cementerio de su casa, en la parte colindante con la Vía Appia Antica en Roma, para después beberla, y tantas otras situaciones que formaban parte de nuestra vida real; sé que jamás las volveré a vivir con ninguna otra persona. Ha merecido la pena.

Ahora, habiéndome quedado solo y habiendo perdido a todas las personas más queridas de mi vida, me acuerdo a diario de todas ellas con gran amor y cariño. Me considero una persona que he sido muy querida desde niño y lo que me mantiene vivo y con ganas de seguir hacia adelante son mis innumerables hobbies y que no solo era ella una gran excéntrica, sino que nos juntamos dos a cual más excéntrico".

"Yo siempre he sido una persona positiva y así pienso seguir siendo toda mi vida. Como he hecho hasta ahora, voy a recordar todos los buenos momentos vividos junto a ella. Hubiera preferido seguir disfrutando de nuestra eterna relación privadamente, pero eso no pudo ser cuando Gina -con todo el derecho del mundo- empezó a plantear el matrimonio como manera de cerrar el círculo de nuestras vidas en común.

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