¿Qué le pasa a Iñaki Urdangarin? "Está muy desmejorado, al límite, se ha roto"
El exmarido de la infanta Cristina declara ante la prensa que es "un hombre divorciado", que ha cumplido la condena y que quiere ser una persona anónima. Sus íntimos aseguran que sufre por su falta de empleo
“Soy un hombre divorciado y ya no formo parte de eso”. Con “eso” Iñaki Urdangarin se refiere a su pasado, a la Casa Real, a la infanta Cristina, a prisión, a todo lo que le llevó a vivir los peores años de su vida, los que pasó encarcelado. Y en “eso”, Iñaki Urdangarin sigue atascado, debatiéndose entre ser feliz con su pareja, Ainhoa Armentia, que le da todo lo que necesita, o sumirse en la más absoluta derrota, porque no hay manera de encontrar trabajo.
El exduque de Palma ha sido portada este miércoles en la revista ‘Semana’ tras unas exclusivas declaraciones pilladas a pie de calle en Vitoria y Barcelona por unos reporteros. Y las palabras que les dedica son las mismas que repite, a modo de mantra, a todos quienes le escuchan.
“Iñaki está roto, los nervios le comen por dentro”, dice a Vanitatis una persona de su entorno directo. El exmarido de la infanta Cristina se formó mientras estaba en la cárcel de Brieva, tantas veces se ha contado, y pretendió desarrollar esos estudios de coaching deportivo en alguna empresa o club deportivo. Tenía la certeza de que con su experiencia como campeón olímpico, con sus contactos y con su pena cumplida encontraría su lugar. “Nunca imaginó que le pasaría lo que le está pasando, incluso pensó en elaborar vinos”, señalan las mismas fuentes, “así de positivo veía su futuro”.
Sin trabajo
Nada de eso ha sucedido, todo lo contrario: movió incluso los hilos en su Barça del alma y lo máximo que logró fueron unas prácticas, y encima casi todas a distancia, con algún jugador de segunda a quienes mostró algunas herramientas para afrontar la dureza de la competición. “No fue a más”, avisan fuentes del club, “cómo iban a mojarse contratando a Urdangarin, cualquiera que sepa de imagen de empresa sabrá que darle un trabajo es ponerse en el punto de mira y no por algo positivo, precisamente”, señala la misma persona.
A mediados del pasado mes de diciembre, Vanitatis recibía una llamada de alguien muy cercano a Urdangarin y avisaba: “El divorcio ya está y lo que Iñaki nos ha dicho es que se acabó, que quiere ser una persona anónima, desaparecer de los medios, ser un ciudadano corriente”. Con el divorcio firmado, el exduque veía algo de luz. Y para llegar a ese punto ‘anónimo’, perder la escolta del Estado era un paso fundamental, que se dio la semana del 8 de febrero. A partir de entonces, Urdangarin se mueve con cierta libertad, y desde el pasado 9 de abril, con la condena cumplida en su totalidad, espera poder moverse con total libertad. Será difícil.
Nervios a flor de piel
Tanto en Vitoria como en Barcelona y otros lugares por los que se le ha visto, se ha encontrado con fotógrafos, ya sean profesionales o espontáneos. Siempre ha sido extremadamente amable y educado con todos, y últimamente, en ese intento de no salirse del guion, se le ha visto “al límite”. “Habla tan nervioso que saliva y casi escupe, se le entrecortan las palabras, respira fuerte y se pone hasta rojo”, señalan quienes han hablado con él, tanto amigos cono espontáneos.
Se desgañita con las explicaciones, recuerda que ya ha cumplido su condena y que es “un hombre divorciado”, intenta hablar con temple pero le salen los nervios por las orejas. Tanto en Vitoria como en Barcelona se topó con periodistas que le seguían y se encaró con ellos, siempre tratando de controlarse, pero visiblemente nervioso. Son las imágenes y palabras que ha publicado la revista 'Semana'.
Tan tenso estaba en uno de estos choques, sucedido en Barcelona delante de su hijo Pablo, que los reporteros se acercaron después al joven para pedirle disculpas por haber alterado a su padre. Urdangarin júnior, como siempre, les dijo que entendía cuál es el papel de la prensa, que tanto él como sus hermanos aceptaban quienes eran, pero que su padre quería ser anónimo.
Por eso, añaden las fuentes consultadas, no le vemos en los partidos de su hijo Pablo, a quien hace semanas que no visita en una grada. Además, tiene un acuerdo tácito con la infanta Cristina de no encontrarse, algo que él respetará al máximo porque sabe que una nueva imagen pública suya con su exmujer volvería a ponerle en el centro mediático.
"Ciudadano normal"
No ayuda, señalan, que sus hijos se hayan convertido en noticia. Eso le molesta a él y molesta también a Cristina de Borbón. En especial, que Irene Urdangarin, la pequeña de sus cuatro hijos y la única chica, se haya convertido en objeto de deseo de la prensa y portada en la revista ‘cabecera’ de la familia. La joven es sensible y extremadamente tímida y aparecer en los medios le provoca ‘alergia’.
Una de las cuestiones que más lamenta es que sigue siendo un personaje buscado por la prensa pero no consigue un trabajo. “Sigue despertando interés mediático pero no tiene ningún apoyo profesional o aboral”, lamentan sus íntimos, que repiten que “ya es un ciudadano normal”.
Quienes lo han visto estos días en Barcelona, donde estuvo hace una semana durante varias jornadas, viendo amigos y a familia, describen un Iñaki Urdangarin muy desmejorado, flaco, algo descuidado y muy envejecido. Se les recuerda que hace mucho deporte, sobre todo en bicicleta, con la que hace largos trayectos, de decenas de kilómetros, algo que adelgaza e incluso marca las facciones faciales. Sus allegados matizan: “No es el deporte, su ánimo está bajo, va al límite” y añaden “la falta de trabajo le está dejando huella, se ha roto”.
“Soy un hombre divorciado y ya no formo parte de eso”. Con “eso” Iñaki Urdangarin se refiere a su pasado, a la Casa Real, a la infanta Cristina, a prisión, a todo lo que le llevó a vivir los peores años de su vida, los que pasó encarcelado. Y en “eso”, Iñaki Urdangarin sigue atascado, debatiéndose entre ser feliz con su pareja, Ainhoa Armentia, que le da todo lo que necesita, o sumirse en la más absoluta derrota, porque no hay manera de encontrar trabajo.
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