Sofía Cristo y su terapeuta, mano a mano: drogas, recaídas, familia, amor y maternidad
La hija de Bárbara Rey y Ángel Cristo desvela todos sus secretos: "Yo me drogaba para estar anestesiada y no sentir el dolor y sufrimiento que había a mi alrededor"
Sofía Cristo y su terapeuta, Montse Martínez, tienen ese tipo de complicidad en la que se acaban las frases la una a la otra. Con una mirada se entienden, ríen y recuerdan todo el rato, y a pesar de todo eso, nunca dejan fuera de la conversación al invitado. Al revés, lo incorporan como uno más y el encuentro termina siendo una charla entre amigas.
Así sucedió en la cita con Vanitatis, que tuvo lugar en Addict, el centro que Martínez inauguró hace un año en Badalona tras varias décadas como terapeuta en centros de alto prestigio. De tonos blancos, con muebles de madera natural y una luz que se cuela por todas partes, Addict acoge un encuentro que se alarga en el tiempo y termina con una comida en un restaurante en la playa.
Sofía luce alta e imponente, con sus rizos de rebelde, su ropa negra, su cuerpo esculpido y una bonita cara maquillada para la ocasión. A su lado, Montse viste sencilla, pantalón y chaleco pastel, y ni gota de maquillaje. Son tal para cual aunque a simple vista parezcan antítesis. Con ellas hablamos del proceso de rehabilitación de Cristo, hace 11 años ya, y de todo lo que eso supone. Es decir, de la vida.
"Yo no entendía lo que era no drogarse, había tapado todas mis emociones con eso"
Tres meses después de empezar el tratamiento de desintoxicación, Sofía Cristo fue a su casa con varios de sus terapeutas, revisaron su habitación de arriba abajo y encontraron drogas por todas partes. “Había droga en sitios que ni yo misma sabía, vamos, que siendo adicta me acuerdo y me pongo varios días”, dice Cristo con sorna y dureza. Han pasado 11 años del último ‘colocón’, el viernes cumplió 41 años, y ahora quiere recordar el dolor para enfocarse en el futuro. Nada puede ya con ella, ni las crisis mediáticas ni las familiares, porque llegar hasta este punto ha sido una travesía en el desierto. “Mira, yo no recaería solamente por no repetir un tratamiento, prefiero morirme, sinceramente”.
Si es tan duro, dime por qué es necesario.
Sofía.- El tratamiento me devolvió a mí misma, sobre todo una terapeuta como ella, con trabajo en equipo. Y el hecho de que Montse también fuera adicta recuperada y ver el tipo de vida que ella tenía, para mí fue fundamental. Era como ‘yo quiero eso’. Porque me di cuenta de algo: ¡se puede ser feliz sin drogas! Yo no entendía lo que era no drogarse, porque desde muy joven yo había tapado todas mis emociones con eso.
Empezar de cero. Una vez curadas, las personas con adicciones, como cualquier enfermo, tienen que aprender a vivir de nuevo. “Me quité las drogas y de repente vi que estaba atrapada en un cuerpo de una persona de 30 años siendo una niña de 15. Así es como te sientes”. Habla Sofía y Montse asiente, habla Montse, y Sofía asiente.
Montse, terapeuta: "María [Bárbara Rey] fue una mamá ejemplar"
“El amor es la base de todo y mi madre me dio todo el apoyo que necesitaba para superarlo”, dice la dj mientras Martínez complementa su discurso: "María fue una mamá ejemplar”. La María de la que habla Montse es Bárbara Rey, quien perdía todos sus atributos de famosa cuando cruzaba el umbral de la puerta de las adicciones de su hija. Sin el amor de la familia, insisten ambas, es imposible curarse. El amor y la determinación personal, no sirve hacerlo en nombre de nadie más que de uno mismo. Así llegó Sofía a la máxima crisis de su vida, la que la llevó a admitir, tras varias intentonas, que necesitaba ayuda. Y tras superarlo, ahora dedica gran parte de su vida a ayudar a otros. Lo hace en el Instituto Noa, que cuenta con varios centros en Sevilla.
El ingreso
¿Cuándo paras el consumo?, ¿cómo llegas a rehabilitación?
Sofía.- Yo me ingreso en un centro de adicciones cuando tengo 29 años.
Montse.- ¿Te autoingresas?
Sofía.- No, bueno, sí y no. Pasé por un proceso grande de tocar fondo, de quiero, no quiero… Me fui a un terapeuta ambulatorio que me puso unas pautas que yo no conseguí cumplir. Y desaparezco, porque yo era una adicta de diario. A los seis meses empiezo a perder absolutamente todo, estoy muy mal, en una despersonalización absoluta. Me miraba al espejo y no me reconocía, estaba muerta en vida. Estaba tan perdida que con una de mis mejores amigas fui a la Seguridad Social, donde me decían que no estaba lo suficientemente mal. Lo digo para que la gente sepa cómo funciona la Seguridad Social, que es importante. O me decían que eran seis meses de lista de espera para poder ingresar en un centro. Yo me iba a morir, ya había estado varias veces a punto de morirme, así que llamé a mi terapeuta, Santi, y le dije, ‘hago lo que queráis’.
Montse.- En España no se trata la adicción como una enfermedad, según en qué momentos.
Ingresar en un centro es caro, ¿no?
Montse.- Cuesta como mínimo 3.000 euros al mes, y algunos hasta 10.000 euros mensuales.
Sofía.- Y yo no me lo podía pagar, entonces me tuve que sentar en un Deluxe. Y fíjate que para mí fue mi salvación y mi freno de mano. Porque el contarlo públicamente, me dio una especie de seguridad y de tranquilidad. Fue como un compromiso para conmigo y para con toda España. Y encima me pude pagar el centro, obviamente, y me sirvió para dar voz a otros y ayudar a los demás.
"Me senté en ese Deluxe diciendo que no me había puesto y yo iba puestísima"
Es como ir a Alcohólicos Anónimos pero sin el anónimos…
Sofía.- Jajajaja, por eso para mí era una puta vergüenza. O sea, sentarme y decirlo era una vergüenza, pero a la vez era como...
Monste.- Afrontar algo que tenías que afrontar.
Sofía.- Me acuerdo de que una semana antes de ir al programa, cada vez que iba a un sitio, iba pedo -porque yo todo el día iba pedo- y se lo contaba a todo el mundo, cada vez que me cruzaba con alguien, le decía ‘la semana que viene me ingreso en un centro de de adicciones’. No sé por qué le contaba a todo el mundo esto, ¿sabes?
Monste.- Te estabas haciendo a la idea..
Sofía.- Claro, de hecho, me senté en ese Deluxe diciendo que no me había puesto y yo iba puestísima, te lo juro. Yo era muy mentirosa, porque claro, ¿qué vas a hacer? Mentir, intentar hacer ver que estás mejor de lo que estás siempre.
Montse.- Tú tampoco tenías la fortaleza para estar abstinente en una situación. Todo eso fue como un ensayo y un proceso de concienciación. Lo primero que haces es contarlo, ¿a quién? a tus allegados y a todo el mundo. Es una forma de conectar contigo y de afrontar algo que sabes que tienes que hacer. Es la primera etapa del proceso, la precontemplativa, en la que necesitas reafirmarte poco a poco en tu decisión y empiezas a contarlo. Primero te preguntas a ti mismo, ¿cómo cuento esto? Pues, mira, como un compromiso contigo. Pero necesitas conectar con los demás, porque la adicción es algo muy íntimo. La adicción eres tú y las drogas. No hay nadie más. Al principio es muy social pero a lo largo de los años deja de grupal y pasa a ser algo individual e íntimo. Entonces, el adicto, en la última fase de la enfermedad, se crea un mundo donde solo está él. No hay nada más: una soledad absoluta.
La familia
¿Cómo afrontó tu familia y tu entorno el proceso?
Montse.- Una de las claves de la rehabilitación es que uno se rehabilite por él. Ni por su padre, ni por su madre, ni por su pareja o hijos. Así que fomentas mucho la autonomía del individuo.
Sofía.- Yo tuve el apoyo de todo el mundo, sobre todo de mi madre. Fue maravilloso.
Montse.- Tu madre te puso condiciones y entró en terapia también. María [se refiere a Bárbara Rey por su nombre real] fue una mamá ejemplar, de estas personas que se preocupaban, que cumplen pautas. Siempre estaba en contacto conmigo. Muy implicada en el tratamiento.
Sofía.- Venía siempre a terapia.
Montse.- Además, los pacientes cuyos familiares no se implican tienen más problemas para relacionarse. Un entorno terapéutico familiar, que se implique, que entienda la enfermedad y el tratamiento favorece mucho más al paciente.
Sofía.- Mi madre cumplió todas las pautas del tema. Mi madre, además, venía mucho a las terapias de familia. Venía al centro, me hacía las uñas, me teñía…
Montse, hablas de Bárbara Rey y la llamas María.
Montse.- Claro, claro, yo como terapeuta tengo que olvidarme de que esta señora es famosa porque pierdo la objetividad. Si tengo que poner a alguien en su sitio, no puedo dejarme llevar porque es una persona famosa. Su madre venía aquí como su madre, yo hice el trabajo de tratarla como María, no Bárbara Rey ni Sofía Cristo. La enferma es Sofía y no pierdo la objetividad como terapeuta. ¿Qué significa perder objetividad? Me dejo llevar por una idealización de una persona y no la ayudo. Y yo tengo que hacer mi trabajo.
Sofía.- En ese aspecto es con la terapeuta con la que mejor me sentía en ese aspecto. Otros terapeutas a veces me hacían comentarios en los que surgían las preguntas que no eran adecuadas. Incluso me invitaban a salir. Otros me soltaban frescas del tipo ‘tú, calla, porque tú lo vas a tener muy fácil’.
Recaídas
Y al salir, ¿ha habido recaídas? ¿No te da miedo recaer en algún momento, sobre todo cuando estás sometida a tanta presión?
Sofía.- No podía haber recaídas.
Montse.- Todo adicto tiene su ritmo de rehabilitarse y ahí entran recaídas, todo forma parte de un proceso. Lo que pasa que hay adictos que ya no se pueden permitir una recaída por varios motivos: cantidades de consumo, tipo de drogas, circunstancias vitales, orgánicas y por patologías psiquiátricas.
Sofía.- Hay adictos que recaen y oye, no pasa nada, te levantas y lo reconduces. Pero en mi caso no podía ser, ¿por qué? Porque yo soy muy talibán en ese aspecto. Yo no me lo perdonaría, es muy probable que si recaigo, me suicide. No lo aguantaría mi cabeza.
¿Qué papel juega Montse en tu vida?
Sofía.- A mí Montse me dijo ‘regálame un año de tu vida’, y le hice caso. No me dijo eso de ‘sólo por hoy’, como se suele decir en terapia, a mí me dijo ‘nunca más’. Y yo me lo grabé a fuego. Desde el primer momento supe que nunca más me iba a volver a tomar una cerveza, meter una raya, que no me iba a volver a colocar... y la recuperación fue muy dura. Mira, yo no recaería solamente por no repetir el tratamiento, prefiero morirme.
Montse.- ¿Por qué Sofía no ha recaído? ¿Trabajando de noche, estando expuesta? Porque estaba muy bien preparada. Si a Sofía a los tres meses la ponemos en esa situación de riesgo, no lo hubiera superado. Tenía que trabajar muchísimas cosas y aún así, mira, ha habido momentos difíciles, evidentemente.
"Estoy mentalizada para el día que falte mi madre"
¿No tienes miedo de que vuelva a haber momentos difíciles? ¿Te sientes segura?
Sofía.- Siempre me pongo en duda porque la vida es muy larga. Todavía tienen que pasar muchas cosas a lo largo de mi vida; pérdidas familiares, mi perra tiene cáncer y sé que se va a ir. A mí me dijeron: ‘Te estamos preparando para que pase lo que pase, no puedas recaer’. Yo estoy mentalizada para que el día que falte mi madre o el día que falte mi perra o el día que falte quien sea no me tiente. Al final yo creo que a mí me puede ir muy bien en mi trabajo y puedo ser muy feliz, puedo estar triunfando… pero yo baso mi felicidad en las personas que me rodean y en el amor que comparto con las personas que me rodean.
¿Es la familia y la gente a la que quieres la que te puede hacer daño, entonces?
Sofía.- Por ahí pueden venir más. Aunque solamente pensar que decepcionaría a mi madre o a otras personas por una recaída mía, creo que no lo haría. De todas maneras ahora mismo pienso en consumir y es que no tengo ningún tipo de ganas de tomar, me da mucha pereza. Solamente el hecho de tomar, que se acabe y tener que ir a volver a buscar… Buf, pereza.
Montse.- Porque tu cerebro ya está curado.
Sofía.- Realmente, ya no me apetece estar colocada, ¿sabes?
Montse.- Todo el mundo puede recaer. Porque la vida es difícil y porque un adicto tiene que trabajarse muchísimas cosas. Sofía ha vivido un proceso terapéutico en el que se ha tenido todo en cuenta: por quien es, por personaje público, por cómo se ha expuesto en televisión, por cómo la han tratado -que no ha sido bien tratada-. Una persona adicta en esas situaciones es de alto riesgo.
Sofía.- Es que ya estaría más que recaída, con todos los berenjenales y sobre todo siendo DJ y estando expuesta a gente que está colocada. El éxito del tratamiento es saber que la recuperación no es triste, que no voy a estar toda mi vida como una monja de clausura, del tratamiento a casa y de casa al gimnasio. No, yo he hecho el tratamiento para vivir plenamente y hacer todo lo que me dé la gana, sin consumir. Ese es el éxito. Mi vida es la música, yo soy músico para mí, produzco, hago música, soy dj... Me costó un montón recuperar mi trabajo, pero es que yo ya llevaba pinchando como 14 años o 15 años, no iba a tirar eso por la borda.
Amor y maternidad
¿Haberte declarado adicta públicamente te ha perjudicado en el amor?
Sofía.- Hay quien no está por amor, está por interés.
Montse.- Aquí es cuando ella tiene que empezar a filtrar. Hay que saber distinguir donde la persona siente amor o siente interés por un personaje público. Eso lo trabajamos también para poder filtrar y no dejarse llevar por una chica estupenda que sabe de sobras que es tóxica, que no siente amor. Ha tenido que hacer un trabajo duro.
Sofía.- Eso me ha costado mucho, ha sido tremendo. De los más difíciles para mí. Quizás mi talón de Aquiles era este, el emocional. El dejarme llevar por un físico, una emoción, una ilusión. Esto es lo que más he tenido que trabajar y me ha costado la vida. Empezar a detectar las red flags…
¿Ya no te engañan?
Sofía.- Buenoooo... Soy una experta. Ahora ya sé diferenciar ilusión de amor. Y tengo que decir que no conozco lo que es el amor verdadero, porque siempre he pensado que cuando estaba ilusionada estaba enamorada. Sofía no se enamoraba, Sofía hacía muchas cosas, pero yo era la Sofía que se drogaba, entonces era otra Sofía.
"La Sofía que soy ahora no ha estado nunca enamorada de verdad"
¿Ha sido una pérdida de tiempo o un aprendizaje?
Sofía.- No sería la Sofía que soy ahora si no hubiera pasado por esa. Obviamente, si esa Sofía tenía esas capacidades siendo adicta, imagínate sin haberlo sido. ¿A dónde podría haber llegado? Con 41 años estoy en Tomorrowland, imagínate con 26. Si no hubiera sido adicta, habrían pasado muchas cosas interesantes, pero prefiero no pensarlo. Todo tiempo es para aprender. Ahora estoy en una nueva vida, y no tengo la sensación de que me haya enamorado. Seguramente me habré enamorado de una manera, pero creo que he confundido el amor con la ilusión.
¿Nunca has estado enamorada de verdad, siendo tú de verdad?
Sofía.- ¿En esta nueva vida? No. ¿Puedo decir algo? Ya no es una necesidad. Si yo tengo una carencia, me voy a conformar con la persona que tengo delante, con lo cual no es la persona, es mi necesidad. Y esta es la gran diferencia, la falta de autoestima, las dependencias emocionales…
Montse.- Sofía ya no escoge por necesidad porque ha llenado muchas cosas internas.
Sofía.- Y de verdad que lo siento mucho por las parejas que han pasado por mi vida en estos años que lo van a leer. Lo siento mucho y les pido perdón, pero en el momento que yo les decía te amo, yo pensaba que lo decía de verdad. Y lo siento, me ilusioné un montón con ellas, aprendí un montón de ellas, viví momentos muy bonitos con ellas, pero realmente ahora mismo, la Sofía que soy ahora, que va a cumplir 41 años el viernes [el pasado 5 de julio], no ha estado nunca enamorada de verdad, porque eso no es amor, el amor tiene que ser otra cosa.
¿Y te apetece enamorarte de verdad?
Sofía.- Muchísimo, claro que sí. Yo siempre he estado muy abierta a todo. Me enorgullece haber llegado al punto de poder distinguir las cosas, pero me jode un poco que sea a esta edad.
Pregunta.- No eres tan mayor.
Sofía.- Sí, sí, sí, lo sé, no soy tan mayor. Pero siento que he tardado tiempo en diferenciarlo. Estaba muy confundida y me engañaba. Para mí es el Evangelio de todo lo que os estoy contando, porque creo que esto también le pasa a mucha gente que no ha tenido adicción. El amor verdadero es querer tener un proyecto de vida con una persona, y eso no me ha pasado.
¿Te gustaría tener hijos, entonces?
Sofía.- Sí, aunque no sé a qué edad, porque a este paso…
"No tengo ese instinto maternal tan desarrollado, pero quiero tener un hijo"
¿Has hecho algún proceso como congelar óvulos?
Sofía.- Puede que lo haga después de verano. Me gustaría tener por lo menos uno. De hecho, con Luis [el periodista Luis Rollán] estuve a punto. Lo que pasa que luego me eché para atrás. ¿Sabes que la gente luego decía que era montaje? No era un montaje. Lo que pasa es que luego a mí me dio miedo. Siempre estoy con esa sensación de que no paro, de subir, subir y subir a nivel laboral, y como que nunca es el momento. Yo no tengo ese instinto maternal tan desarrollado, pero quiero tener un hijo. Me encantaría, y no lo quiero tener sola. Yo quiero que mi hijo venga de una relación desde el amor. No quiero tener un hijo sola por egoísmo. Vale, ahora un montón de madres dirán que si un hijo soltera… Pues no, cariño, no quiero tener un hijo sola porque no quiero. Porque para mí, tener un hijo un acto de generosidad y de amor, tengo otra forma de pensar. No quiero que sea mío sola, quiero que venga del amor de una pareja.
¿Lo que quieres es formar una familia?
Sofía.- Formar y tener un proyecto de vida con alguien. Si se da el caso, lo tendré; y si no, pues estaré sola y tendré otra perra. Y a mi gata. Quiero que sea así y si no es así, no será. Y algún día podré volver a ver a mi sobrina [la hija de su hermano].
Las drogas
Hablas de la Sofía de antes y la de verdad, ¿cómo eras y cómo era tu relación con las drogas?
Sofía.- Al principio no es asqueroso, luego acaba siendo muy, muy turbio. Escribí un libro sobre adicciones donde lo comparaba con la relación romántica pero con un maltratador. Y en la fase del enamoramiento, que es en la que estás de puta madre, es cuando conoces a tu maltratador, que te embelesa, te camela, es perfecto. Sales de fiesta, te lo pasas de puta madre y socializas con la gente. Eres Dios. Te miras al espejo y te ves guapa. Te crees poderosa, te crees invencible. Dejas de tener inseguridades. A mí me pasaba: yo me metía una raya y yo era Dios.
¿Necesitabas sentirte Dios?
Sofía.- Es que dejé de tener miedo. Me miraba al espejo y me veía hasta guapa. Yo siempre fui una niña súper insegura. Siempre fui el patito feo de la familia. Siempre íbamos a cualquier evento y era como ‘qué guapo tu hijo, la niña que simpática’. Y siempre con una madre así.
¡Es que Bárbara Rey era y es espectacular!
Sofía.- Claro. Mi madre. Imagínate. Yo siempre era como la niña simpática. Y cuando probé la cocaína, fue ‘¡hostias!’.
Montse.- Es importante tener en cuenta que las drogas nos ayudan, porque en el fondo son terapéuticas. Me explico: ¿Qué hacen las drogas? Desinhibir a las personas. Un niño, por ejemplo, que es introvertido, que tiene inseguridades, coge las drogas y lo supera. Mal superado, claro. Y luego aparece el efecto rebote. En el fondo es una muleta para superar inseguridades, para tapar las emociones y para superar traumas. Lo que ocurre es que se paga una factura gorda. Cuando rehabilitamos a alguien siempre les digo lo mismo: es empezar de cero. Todo lo que has aprendido en la vida mientras eras adicto, cuando ibas con muleta, ahora lo tienes que aprender con la abstinencia. Tus inseguridades, con la abstinencia; tu parte intelectual, con la abstinencia. Y tenemos como que reconstruir una persona nueva.
Sofía.- ¿Qué pasa si, como yo, empiezas tan joven? Yo no tenía desarrolladas las habilidades sociales, mi cerebro estaba en plena plasticidad. O sea, no es lo mismo probar las drogas con 25 años que con 15, como yo.
¿Por qué crees que te drogabas?
Sofía.- Yo pensaba que yo me drogaba para sentir, pero yo al final me drogaba para no sentir el dolor. ¿Sabes? Y eso yo no lo entendía. Yo lo empecé a entender según estaba cada vez más tiempo limpia. Entendía que yo me drogaba para estar anestesiada y no sentir el dolor y sufrimiento que había a mi alrededor. Y con todas las herramientas que me daban en el centro, el poder descubrir eso, que se podía tener una vida de la hostia, también, fue determinante.
¿Tuviste que volver a conocerte?
Sofía.- Totalmente. Para mí, la recuperación va de los 5 a los 7 años de abstinencia, no de 2 a 5, como dicen. Uno tarda en recuperarse y conocerse. Tú puedes dejar la sustancia pero a lo mejor no dejas de comportarte como cuando te drogabas o de seguir los mismos patrones a la hora de socializar, por ejemplo. Me quitaron las drogas y de repente me vi atrapada en un cuerpo de una persona de 30 años siendo una niña de 15.
¿Y esa niña de 15 no te gustaba?
Sofía.- Sí, pero necesitaba muletas… ¿Qué significa dejar las drogas? Empezar a construir una persona nueva. Y tiene un tratamiento: para mí que es algo fantástico de cambiar esas cosas que no te gustan de ti. Claro, tú no puedes ser la misma persona sin consumir. Entonces, hacer este crecimiento personal de cambiar esa parte tuya que es destructiva, que es insana, que es disfuncional y empiezas a considerar algo nuevo.
Es bonito.
Sofía.- Es la leche.
Su papel como intervencionista familiar
Cuando Sofía Cristo dio su primer paso hacia la rehabilitación total, se dio cuenta de que servía para ayudar a otros. "Tiene un don", dice Montse Martínez. Así que Sofía decidió formarse, estudiar, y dedicar gran parte de su tiempo a servir a personas que pasan por lo que ella pasó. Lo hace en el Instituto Noa, en Sevilla, un centro puntero, que sigue el mismo método que la salvó a ella, y que "por calidad y precio es de los mejores de España". Allí realiza su función de intervencionista familiar, es decir, es el nexo entre las familias, el centro y el adicto.
Sofía.- Siempre se lo digo a los pacientes, cuando hablo con ellos en la intimidad, porque claro, yo voy a visitarles cada vez que hago un ingreso. Siempre tengo una especie de reunión con ellos, los dos solos, un encuentro íntimo en el que les pregunto cómo lo llevan. Y les digo que nadie los entiende de verdad. Ese momento tan íntimo del consumo, ese encuentro entre la droga y el adicto, es un momento tan íntimo que solamente lo puede llegar a entender un adicto. La soledad del consumo. Tú y yo, ¿sabes? Es algo tan especial y tan duro y tan asqueroso a la vez.
Pregunta.- Y todo esto tú se lo cuentas a tus pacientes. ¿Cómo es tu papel?
Sofía.- Lo primero que sucede es que contacta un familiar desesperado porque no sabe cómo convencer a la persona de que se ponga en tratamiento. Yo recabo toda la información de esa familia, hablo con cada uno de ellos y me cuentan todo lo que saben de la persona. Una vez tengo toda la información, quedamos un día para hacer una reunión.
Pregunta.- ¿Y cuando el adicto ve que su terapeuta es Sofía Cristo?
Sofía.- Les da igual que seas famosa. El adicto está tan enfermo y tan mal que le da exactamente igual quién sea yo. Lo único que quieren en el día de la reunión es demostrar que no están tan mal, porque por eso van a la reunión. En ese encuentro, elijo hasta el sitio en el que va a estar cada persona. Y modero el debate, cada uno habla y se expresa y el adicto lo que cree es que se le van a empezar a echar en cara un montón de cosas y a culpabilizar. Pero nosotros le le ofrecemos un lugar y un sitio donde va a tener un plato de comida caliente, un tratamiento eficaz y una recuperación sostenible para que tenga una vida de calidad. Si aceptas, muy bien, si no aceptas, hay consecuencias.
Pregunta.- ¿Qué sucede?
Sofía.- Se practica el amor duro. Se le echa de casa, es una forma de hacer que el adicto reaccione porque está acostumbrado y los síntomas de la enfermedad son manipular, mentir y llevar una doble vida. Hay muchos daños colaterales porque es una enfermedad familiar. El adicto suele estar acostumbrado a salirse siempre con la suya y esa presión de la que hablo esla única manera de hacer que reaccione. Tiene que darse cuenta de que lo puede perder absolutamente todo, aunque es cuando ve que pierde el amor de la familia es cuando reacciona realmente. Bueno, en la mayoría de los casos, claro.
Sofía Cristo y su terapeuta, Montse Martínez, tienen ese tipo de complicidad en la que se acaban las frases la una a la otra. Con una mirada se entienden, ríen y recuerdan todo el rato, y a pesar de todo eso, nunca dejan fuera de la conversación al invitado. Al revés, lo incorporan como uno más y el encuentro termina siendo una charla entre amigas.