El refugio hostil de los Pujol-Ferrusola en la zona alta de Barcelona: 123 metros para 7 hijos
El matrimonio vivía en un barrio burgués donde fueron venerados durante años, atacados después por los vecinos y despreciados al final en las elecciones
Hace unos años, Oriol Pujol Ferrusola, el benjamín de la familia Pujol, se sentaba en la extinta pastelería Gil de Alp (comarca de la Cerdanya) para desayunar con uno de sus hijos. “Este era el lugar favorito de la abuela”, le decía en voz baja. Oriol hablaba en pasado de su madre, consciente acaso, de que Marta Ferrusola ya no era la de siempre.
Aquejada de alzhéimer, la ex primera dama de Cataluña sufrió un accidente doméstico en 2020 que la llevó a estar ingresada varios días, algo que la metió en un bache que ya nunca superaría del todo. Hasta el pasado lunes, cuando fallecía a los 89 años por una neumonía.
La esposa del expresidente de la Generalitat Jordi Pujol siempre fue una figura imponente. Su presencia agrandaba la de su marido, y hacía y deshacía como si Cataluña fuera su casa. Aunque su verdadero hogar, el que nunca quisieron cambiar por la residencia oficial del president’ (la Casa dels Canonges) estaba en la zona alta de Barcelona. En la ronda General Mitre vivieron toda su vida y allí criaron a sus siete hijos. Un piso acorde con ese ideario, con la austeridad de la que hacía gala el matrimonio.
Vecinos ilustres
Situado en la zona alta y noble de Barcelona, rodeados de vecinos ilustres como la cantante Montserrat Caballé, con la prestigiosa clínica Sagrada Familia cerca y algunos colegios como las teresianas y las monjas alemanas, la casa de los Pujol siempre fue conocida por los vecinos. Hasta que llegaron los problemas judiciales y se convirtió en objeto de quejas por los mismos que habían venerado al político y su prole.
Caceroladas, pancartas y alguna pequeña concentración a las puertas del edificio convirtieron esta discreta casa burguesa en un escenario famoso por aparecer en todos los telediarios. Es lo que tiene el discreto encanto de la burguesía, que no les gusta que nadie se fije en ellos.
Desde que saltara el caso Pujol, la zona en la que vive la familia (el último hijo en irse fue Oriol, el único que se dedicó a la política), los vecinos han vivido momentos incómodos. “Estamos hartos de tanto movimiento y de tanto robo -decía una vecina del edificio colindante a Vanitatis hace unos años-. Entiendo perfectamente que muchos salgan con cacerolas y otras cosas para hacer ruido y quejarse”.
Construido en los 50
El citado inmueble es un piso de 147 metros cuadrados (123 de vivienda, el resto es de elementos comunes), según los datos del catastro. El apartamento, que ya no tiene ninguna carga, se encuentra en un edificio construido a finales de la década de los 50, a donde se mudó el matrimonio Pujol-Ferrusola al casarse (se casaron en 1956) y de donde no han salido ni cuando él fue elegido presidente de la Generalitat.
Es una casa sencilla, que en lenguaje de agencia inmobiliaria significa que debería ser 'actualizada'. El comedor es amplio, con suelos de madera y techos adornados con lámparas de los años 80 (y no es un recurso 'vintage') y muchas fotos de la familia. La decoración es prácticamente la misma desde aquella época, no han tocado nada, les ha gustado decir siempre, haciendo gala de esa austeridad marca de la casa.
En TV3
Todos los detalles los mostraron ellos mismos cuando, ajenos a lo que les deparaba el futuro, los Pujol abrieron las puertas de su hogar a los medios de comunicación. Lo habían hecho muchas veces, pero la más clara fue en septiembre de 2012, cuando el presentador Albert Om entró en la vivienda del 'ex Molt Honorable' para rodar su programa 'El convidat' de TV3, en el que pasaba un par de días hospedado en casa de algún famoso.
El fin de semana del periodista con los Pujol fue íntimo y se puede ver incluso en YouTube: Pujol llegó a fregar los platos ante las cámaras. Uno se imagina a la pareja y sus siete hijos en ese espacio y se antoja un poco justo. Si nos imaginamos a toda la familia reunida -tienen 17 nietos-, la cosa se complica. Porque la casa tiene, según los datos oficiales, cuatro habitaciones y dos baños, ascensor, portero y trastero.
Cuando saltó el escándalo, el matrimonio vio reducida su vida diaria, sus rutinas cambiaron y dejaron de salir tanto a la calle. Marta solía caminar con un bastón y su marido la agarraba del brazo. Hacía ya tiempo que esa estampa no se daba, porque la salud de la ex primera dama había dado señales de alarma.
Exonerada por su enfermedad
Ni siquiera acompañó a su marido en los últimos actos públicos a los que ha asistido, algunos incluso en forma de homenaje. Y eso que si algo le gustaba a Marta Ferrusola era estar y ser vista. La dura enfermedad con la que ha convivido la familia en los últimos años fue diagnosticada en marzo de 2021, cuando lo corroboró la médico forense de la Audiencia Nacional, después de que la familia hubiera informado a los jueces. Por este motivo, la causa contra Ferrusola se archivó, aunque sigue abierta para los otros miembros de la familia.
Por eso su presencia ya no era cómoda por los vecinos, unos vecinos que en su mayoría votan contra la independencia. Los datos de las últimas elecciones a la presidencia de la Generalitat así lo revelan: el PP es el partido más votado en la calle de la familia Pujol y todas las de su alrededor (más del 60% vota a opciones no independentistas). Así, lo que fuera un barrio acogedor para ellos se ha convertido en un territorio hostil.
Hace unos años, Oriol Pujol Ferrusola, el benjamín de la familia Pujol, se sentaba en la extinta pastelería Gil de Alp (comarca de la Cerdanya) para desayunar con uno de sus hijos. “Este era el lugar favorito de la abuela”, le decía en voz baja. Oriol hablaba en pasado de su madre, consciente acaso, de que Marta Ferrusola ya no era la de siempre.