Un año del caso Daniel Sancho: apenas se habla con su madre y pide comida a domicilio porque no le gusta la de la cárcel

Alrededor de las 15:00 horas del 2 de agosto de 2023, Daniel Sancho, hijo hasta entonces desconocido del actor Rodolfo Sancho, recogió al cirujano Edwin Arrieta en el aeropuerto de Koh Samui. Ambos mantenían una relación desde hace tiempo. No ha quedado nunca del todo claro cuál era la verdadera naturaleza de esa unión. Aquel día, tras hacer el check in del colombiano en el hotel Panviman Resort, las cosas se torcieron. El cirujano murió en la habitación a causa de los golpes que le propinó el español.

Al inicio, el alcance de la noticia se redujo a Tailandia. La prensa local y nacional hablaban de la aparición de un cuerpo descuartizado en esta región turística del país. 72 horas después, un 5 de agosto entorno a las 17:30, la policía tailandesa aseguraba a EFE que un ciudadano español se había declarado culpable de este asesinato. ¿Su nombre? Daniel Sancho Bronchalo. Sí, el primogénito del intérprete y Silvia Bronchalo. Entonces, se desataba un boom mediático que recorrió cada punto del globo terráqueo -con fotografías del protagonista esposado incluídas-.

Desde ese día el joven permanece en prisión provisional en la cárcel de Koh Samui esperando sentencia, algo que tendrá lugar el próximo 29 de agosto. Daniel confía en el resultado de la justicia. “Estoy convencido de que me van a absolver porque se va a demostrar que fue en defensa propia”, explicó en su momento a la agencia de información española mediante una entrevista exclusiva. Además, el pasado 2 de mayo se mostró plenamente conforme con su declaración de 3 horas de duración. La Fiscalía ha descartado presentar un informe final y mantiene las tres acusaciones contra el joven, alegando que lo relevante son las pruebas aportadas durante el juicio del caso.

A día de hoy, sus familiares más cercanos sufren aún las consecuencias no solo de su encarcelamiento, sino también de la polémica que ha suscitado el caso, congregando durante este año en Tailandia a numerosos medios de comunicación.

Aunque la relación de sus padres, Rodolfo Sancho y Silvia Bronchalo, no era demasiado fluida antes de la tragedia, lo cierto es que en este año ha saltado por los aires, sobre todo después de que ella le denunciase en los tribunales por presuntas vejaciones; caso que ha quedado finalmente archivado.

Lo importante ha sido la reacción de Daniel en este enfrentamiento que, tal y como nos confirman diversas fuentes de su entorno, se ha postulado del lado de su padre. En realidad, afirman a Vanitatis las mismas fuentes, la relación de Silvia con su hijo llevaba casi cinco años herida de muerte antes de lo ocurrido en Tailandia.

“Apenas se hablaban y en las primeras visitas de ella a la cárcel de Koh Samui esa relación estalló definitivamente”, nos aseguran. Ella quería otro abogado –en sustitución de Marcos García Montes, el elegido por Rodolfo— y otra estrategia de defensa. Su hijo le fue claro: le dijo que había firmado un poder a su padre para que administrara sus bienes y para que actuara en su nombre y que también había facilitado otro a García Montes para que obrara en su defensa.

Tras la denuncia por vejaciones de Silvia Bronchalo, la relación con su primogénito, nos confirman, se enfrió aún más. “Él cree que todo esto le ha perjudicado de cara a la sentencia de su propio caso. Al margen de que le parece una aberración que su madre haya abierto un proceso judicial paralelo mientras él está esperando una sentencia que le podría condenar a muerte”, anotan a Vanitatis.

Daniel tiene una madre biológica, Silvia, pero a la que siempre ha llamado “mami” es a su abuela materna, Noela Aguirre. Personas que han estado en comunicación con la madre de Rodolfo Sancho estas últimas semanas aseguran que lo está pasando “realmente mal, llora a menudo, no puede soportar la idea de no volver a ver a su nieto, al que quiere como a un hijo”.

Una situación muy similar también atraviesa el que era el círculo íntimo de amigos de su vida en la capital. Ninguno de ellos se atreve a descolgar el teléfono a Vanitatis. ¿El motivo? “No desean hacer daño” a una persona que ha significado tanto para ellos. Sin embargo, sí nos aseguran estar pendientes del caso y especialmente de su inminente resolución. Todos han atravesado unos meses muy complicados, protagonizados por “un miedo constante”, ya que, a pesar de lo ocurrido, “quieren lo mejor para él”.

Es más, tal y como nos aseguran, se vieron obligados a borrar sus fotos conjuntas en redes sociales porque inmediatamente se llenaron de insultos, amenazas y mensajes de odio hacia el chef. Por si fuera poco, algunos de estos jóvenes eliminaron incluso sus cuentas y otros las mantienen en carácter privado en la actualidad.

Mientras todo esto ocurre, Daniel Sancho sigue viviendo su día a día en la cárcel tailandesa. “Está bien y tranquilo, no ha tenido problemas de enfrentamientos con otros presos, hace deporte a diario y ha entablado alguna que otra relación estable con alguno de sus compañeros de módulo a lo largo de estos meses”.

Preguntamos a estas fuentes, que han viajado hasta Koh Samui a lo largo del último año, qué es lo que peor lleva Daniel dentro de la prisión. Lo tienen claro: “No le gusta nada la comida, incluso ha llegado a pedir a domicilio en alguna ocasión que se lo han permitido”. Las mismas fuentes nos informan de que estos pedidos, mayoritariamente hamburguesas, se realizan de manera relativamente habitual y que, en ocasiones, los ha compartido con algunos de sus compañeros de módulo. “Ninguno de estos es tailandés, son todos extranjeros que están en la cárcel por delitos relacionados con el narcotrafico o violencia sexual”, nos explican.

Por otro lado, según hemos podido ver en las pocas imágenes filtradas del joven en el interior del centro, este continua con el pelo rapado. “En cuanto les crece unos centímetros les vuelven a rapar otra vez por cuestión de disciplina penitenciaria. El uniforme es anaranjado, parecido al de Guantánamo”, siguen relatando a Vanitatis.

Aun así, todo podría cambiar muy pronto. Más concretamente, en varias semanas. “Mientras permanece en régimen de prisión provisional todo continuará así, como en un palacio. No obstante, si finalmente es condenado y le trasladan a una de las cárceles de Bangkok… nada será igual. Según Amnistía Internacional, una de ellas es una de las cuatro peores del mundo, estando las otras en Guatemala y Argentina”, finalizan las fuentes consultadas.