Los signos de reconciliación entre el duque de Alba y su hermano Cayetano en la misa homenaje a la duquesa de Alba
El santuario del Cristo de los Gitanos, donde descansan los restos de Cayetana de Alba, volvió a ser el escenario de una homilía en recuerdo de ella
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El décimo aniversario de la muerte de la duquesa de Alba ha servido para que, por primera vez en mucho tiempo, hayamos podido ver juntos en público a su hijo mayor, Carlos, duque de Alba, y al menor, Cayetano, conde de Salvatierra. En el Santuario de la Hermandad de los Gitanos, a las 20:30 de la tarde, tenía lugar la misa oficiada, como es tradicional desde hace una década, por el sacerdote Ignacio Jiménez Sánchez-Dalp. Él también fue quien casó a la duquesa, por tercera vez, en la capilla del Palacio de Dueñas con Alfonso Díez.
Minutos antes de las ocho de la tarde, llegaba Cayetano en compañía de su pareja, Bárbara Mirjan, y uno de sus íntimos amigos, Roberto González Conde. Relajado y con la alegría reflejada en el rostro, no podía sino tener unas palabras de reconocimiento en un día tan señalado recordando a su madre: “Nuestra madre fue una mujer única, ha sido el personaje femenino más relevante, en todos los aspectos, del siglo XX y el XXI. Hemos heredado unos grandes valores de ella. Tenía una inteligencia natural fuera de lo normal y personalmente en esos últimos años, que gestioné todo con ella, supuso un aprendizaje que me ha quedado de por vida”.
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Su alegría era la consecuencia de haber conseguido acabar con la distancia que mantenía con su hermano mayor, Carlos: “Dios dirá pero ojalá. Yo siempre he estado abierto, jamás he tenido ningún problema. Todo mi problema ha sido haber sido el escogido por mi madre; el escogido, el valorado y el reconocido y porque hice una grandísima labor y una donación. Ese ha sido mi pecado para la situación que he vivido posteriormente”.
Acercamiento a su hermano mayor pero frialdad al hablar de su hermano Jacobo, conde de Siruela: “Mi hermano Jacobo no sé quién es”. Y también distancia con su hermana Eugenia: “Eugenia siente las cosas de una forma muy peculiar. La respeto pero por supuesto no lo comparto. Ella dice siempre eso, que no hace falta ir a misa para recordarla. Cada uno que lo interprete como quiera; yo opino que un homenaje una vez al año a nuestra madre es lo menos que se puede hacer. Tras la muerte de nuestro padre estuvimos diez años haciendo una misa por él en Loeches, murió muy pronto. Nuestra madre nos ha dado muchos años de vida y nos ha dado mucho. Nos ha dado una herencia de la que podemos vivir: algunos de una manera, otros de otra. Yo estoy intentando no solo ponerla en valor, sino duplicarla sin dinero y aprendiendo a ser empresario de una forma dura con dinero de los bancos. Y estoy muy orgulloso de ello, de lo que me ha dado y de duplicarlo”.
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Este año, sin embargo, no lo acompañaban sus hijos ya que ambos trabajan en Londres. Tampoco Genoveva, que sigue formando parte de su círculo cercano. Al ser preguntado por ellos no podía evitar mostrar el orgullo de padre. “Amina me ha escrito un mensaje muy bonito diciendo que siente no estar hoy aquí conmigo y me manda todo su amor. Luis, el pobre, trabaja tanto que no ha tenido tiempo de pensar”.
Tras Cayetano llegó el duque de Alba, al que Cayetano recibió y estrechó la mano con una sonrisa en la puerta del Santuario. Después Fernando, Alfonso Díez, abrumado ante la prensa. Antes de comenzar la misa Cayetano se deshizo en elogios hacia él: “Ha quedado clarísimo que ha sido un grandísimo marido, una grandísima persona y un gran señor. Y además hizo feliz a mi madre en sus últimos años de vida. Ella se bajó del trono y me dio a mí la responsabilidad de su patrimonio, que era lo más importante de su vida: la reconstrucción del Palacio. Y quiso disfrutar con un hombre excepcional, que se llama Alfonso Díez”.
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Alfonso ocupó un lugar entre el duque de Alba y Cayetano en el primer banco. Junto a Cayetano se sentó su hermano Fernando.
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Otros amigos y asistentes
Curro Romero llegó a la Iglesia del brazo del doctor Francisco Trujillo. Unos minutos más tarde llegaba Carmen Tello y ocupó, junto a él, el primer banco de la izquierda del altar. Fue muy cariñoso el saludo que tanto el duque de Alba como sus hermanos dieron al torero, que se encuentra delicado de salud y apenas sale de casa.
También estuvieron presentes algunos de los íntimos de Cayetana de Alba: desde Tomás Terry, acompañado de Carlos Telmo, la marquesa de Méritos, Isabel de León, los condes de Peñaflor, María Luisa Guardiola y Luis Manuel Halcón de la Lastra, Loli Reina, María Dolores del Pozo, Pepe Moreno, que fue Hermano Mayor de Los Gitanos o el arquitecto Diego Noguera.
El sacerdote realizó una homilía muy emotiva, resaltando las virtudes de una mujer “para la que no habrá días en el año para agradecer lo mucho que hizo, se dio a los demás, se dio a su familia y dejó una huella indeleble en todos nosotros”.
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También hizo referencia a la cantidad de cartas de agradecimiento que siguen llegando de personas que la recuerdan y describen cómo las ayudó a encontrar trabajo o medió ante algún médico por la enfermedad de su hijo. Hizo un recorrido por el compromiso de la duquesa con asociaciones como Esclerosis Múltiple, Cruz Roja o el Banco de Alimentos. Incluso comentó cómo llegó a arreglarle la cocina, sin que nadie lo supiera, a una familia necesitada o contribuyó a restaurar los techos de los conventos a petición de las monjas.
El padre Ignacio, con una brillante oratoria, recordó su vínculo con la cultura gitana y su amor por los animales: “caballos, pájaros, loros, tortugas e incluso pavos que tenía en Dueñas”. También se refirió a su faceta de mecenas artística y su papel de embajadora de Sevilla: “La duquesa ha conseguido que hasta la Giralda se vistiera de luto. Nadie te olvida, quédate con nosotros querida Cayetana. Junto a tus hijos, marido, amigos y a todos aquellos a los que ayudaste; incluso a tu Hermandad de los Gitanos, que hiciste grande. Aún vienen a pedirte milagros, a rezar ante ti y ponerte velas”.
El décimo aniversario de la muerte de la duquesa de Alba ha servido para que, por primera vez en mucho tiempo, hayamos podido ver juntos en público a su hijo mayor, Carlos, duque de Alba, y al menor, Cayetano, conde de Salvatierra. En el Santuario de la Hermandad de los Gitanos, a las 20:30 de la tarde, tenía lugar la misa oficiada, como es tradicional desde hace una década, por el sacerdote Ignacio Jiménez Sánchez-Dalp. Él también fue quien casó a la duquesa, por tercera vez, en la capilla del Palacio de Dueñas con Alfonso Díez.