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De Las Lomas al infierno: el podcast en el que María (Uca) Fuster habla de su adicción a las drogas
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De Las Lomas al infierno: el podcast en el que María (Uca) Fuster habla de su adicción a las drogas

El podcast de Ruy Arroyo ha contado con la participación de esta pintora alicantina criada en una familia acomodada que le vio las orejas al lobo cuando empezó a consumir heroína

Foto: Uca Fuster, con un cuadro de Pablo Neruda. (Instagram @uca_fuster)
Uca Fuster, con un cuadro de Pablo Neruda. (Instagram @uca_fuster)

En Vanitatis estamos enganchados a 'Charlas adictivas', el podcast en el que el terapeuta Ruy Arroyo invita periódicamente a adictos en recuperación, especialistas en el tema o familiares afectados por la devastación de las drogas. Sus testimonios son una herramienta valiosísima para prevenir adicciones. Si hace unos meses era Mariola Orellana quien participaba en el formato hablando de cómo las drogas acabaron con las vidas de sus cuatro hermanos, otro de sus hitos recientes fue llevar a la artista Clea Fitz-James Stuart, quien emocionó con un relato honesto y crudo sobre su experiencia en el lado salvaje.

A su siguiente protagonista, María Martínez Fuster, más conocida por su nombre artístico, Uca Fuster, las herramientas que mejor le sirvieron para socavar su enfermedad fueron su fe en Dios y la pintura. Con una naturalidad y una espontaneidad sorprendentes, sin dejarse llevar por la solemnidad, Fuster habla con Arroyo en una nueva entrega del podcast sobre cómo empezó a drogarse con apenas 14 años, envuelta en una extraña furia contra el mundo.

La pintora es miembro de una familia acomodada. Es la tercera de tres hermanos, la pequeña, y siempre se sintió "muy querida". Sin embargo, en su infancia sus padres se separaron, el padre se quedó en Alicante y la madre y los hermanos se mudaron a Madrid. "Íbamos a un cole en Las Lomas -una prestigiosa urbanización madrileña- y allí me sentía muy querida, era una niña muy feliz, pero en octavo de EGB me empecé a juntar con los perlas del colegio y ahí empecé a fumar, a beber y a consumir cocaína. Para mí era algo normal en el ambiente en el que me movía", comienza su relato.

"Mi trabajo principal contra la adicción ha sido el de no hacerme caso a mí misma, no hacer caso a mi cabeza"

La cosa se agravó cuando entró en el Bachillerato Artístico, empezó a consumir por las mañanas, repitió Primero y Segundo. "Me pasaba el día en el bar. Además, el instituto estaba en Malasaña, que entonces era un ambiente muy potente, sentía que tenía que adaptarme a eso". Paralelamente, sentía que no estaba bien, había un malestar interior en ella que solo desaparecía cuando se drogaba. "Cuando empecé a consumir sentí una sensación de alivio, pensé 'qué bien, se han ido los problemas'. En realidad era la enfermedad. Mi trabajo principal contra la adicción ha sido el de no hacerme caso a mí misma, no hacer caso a mi cabeza".

Hubo un momento en que entró en barrena, tras marcharse a Edimburgo. "Cuando eres adicto tomas decisiones propias de un cerebro averiado, un cerebro que quiere que consumas. Empecé a ir con gente muy peligrosa y muy rara. Dejaba de lado a mis amigos para que no vieran lo que me estaba pasando, o me convertía en un camaleón. Era capaz de ir con los amigos más pijos y luego con los más punkis". Aún así, ella no identificaba aún el problema. Según su baremo, "estaba perfectamente sana". Llevaba tres meses consumiendo heroína cuando entró en el grupo de recuperación -siempre externa, nunca interna-, "si no llego a hacerlo ahora no estaría viva".

"Le tenía pánico a la soledad, me iba con cualquiera en el bar con tal de no estar sola. Hasta que no acepté que tenía una enfermedad no encontré la paz"

En el proceso tuvo una hija, se refugió "en Jesús de Nazaret" y en la pintura, su don más preciado. Hoy lleva 14 años limpia, pero no baja la guardia. "La enfermedad está detrás entrenando todo el rato para un combate de boxeo, esperando a que te despistes para meterte un viaje", ilustra, maquillando la sensación con una sonrisa. La recuperación ha sido para ella como un renacimiento. "Tardé dos años en entender lo que me estaba pasando", explica. "Entré muy agresiva, estaba muy enfadada con el mundo; le tenía pánico a la soledad, me iba con cualquiera en el bar con tal de no estar sola. Hasta que no acepté que tenía una enfermedad no encontré la paz".

Ahora habla con Ruy Arroyo de tú a tú, porque, como él, María ha transformado su historia en una fuente de inspiración y ayuda para otros a través de distintas vías. Fuster realiza talleres de terapia artística, ayudando a personas en procesos de recuperación a canalizar sus emociones a través de la creatividad. Y siempre con esa sonrisa.

En Vanitatis estamos enganchados a 'Charlas adictivas', el podcast en el que el terapeuta Ruy Arroyo invita periódicamente a adictos en recuperación, especialistas en el tema o familiares afectados por la devastación de las drogas. Sus testimonios son una herramienta valiosísima para prevenir adicciones. Si hace unos meses era Mariola Orellana quien participaba en el formato hablando de cómo las drogas acabaron con las vidas de sus cuatro hermanos, otro de sus hitos recientes fue llevar a la artista Clea Fitz-James Stuart, quien emocionó con un relato honesto y crudo sobre su experiencia en el lado salvaje.

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