Tamara Falcó e Íñigo Onieva, fuera de España: su curioso destino y un mensaje de redención

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Los últimos días han estado marcados por el ritmo vacacional de la Semana Santa para la mayoría, y los famosos no han sido menos. Así, de los planes en Marbella de José María Aznar y de Ana Botella o la escapada transoceánica de Alejandra Silva y Richard Gere, la playa ha sido el destino de muchos de ellos.

Sin embargo, en estas fechas tan especiales para los católicos, los rostros conocidos también han vivido con fe las procesiones o las celebraciones religiosas. Un paso más allá han ido Tamara Falcó e Íñigo Onieva, que pusieron rumbo a las colinas de Medjugorje, en Bosnia y Herzegovina, uno de los lugares de peregrinación más famosos de Europa.

Muy sonrientes, luciendo dos estilismos informales y cómodos, con sendas gorras y una gran cruz como telón de fondo; la marquesa de Griñón deseaba un feliz Domingo de Resurrección a sus seguidores. Lo hacía desde el Monte de la Cruz (Krizevac, en bosnio-croata-serbio -BCS-), uno de los lugares más emblemáticos y espirituales del país.

A 520 metros sobre el nivel del mar, este monte se ha convertido en destino obligado para miles de peregrinos de todo el mundo. Un enclave que cuenta, en su cima, con la gran cruz blanca que vemos en la foto de Tamara Falcó y de Íñigo Onieva. Construida en 1934 y visible desde varios kilómetros a la redonda, rinde homenaje al Año Santo de la Redención, proclamado por el Papa Pío XI en esa fecha, y al sacrificio de Cristo.

Así, al subir sus empinados senderos, marcados con estaciones del Viacrucis, se busca pedir perdón, realizar una ofrenda personal o una petición. Aunque el Monte Krizevac en Medjugorje no solo es una vivencia religiosa, sino también una inmersión en la historia reciente de la región, incluyendo sus espectaculares paisajes.

Un entorno repleto de cultura, historia y gastronomía, además de esa faceta vinculada a la religión, que se une a los últimos viajes de la pareja. De Colombia a Corea del Sur, pasando por México, Nueva York o el cercano Berlín, los marqueses de Griñón están llenando su pasaporte de sellos.