Francisco de Borbón y Escasany: la vida discreta de un hombre honesto, cuyos nietos fueron su gran amor

Francisco de Borbón y Escasany, duque de Sevilla, fallecía este mismo martes por la noche en el hospital de la Princesa de Madrid a los 81 años. Su yerno, Julian Porras-Figueroa, casado con Olivia de Borbón, fue el encargado de informar de la triste noticia a través de un breve escrito publicado en su cuenta personal de Instagram. Un hecho que tanto para los más cercanos como para amigos y conocidos fue toda una sorpresa.

El duque de Sevilla tenía prevista una operación que para nada tenía que ver con un caso a vida o muerte. Sin embargo, durante el proceso previo se descubrió un tumor cerebral ya sin camino de retorno. Hasta ese momento su día a día transcurría entre sus viajes fuera de España y la vida familiar entre Madrid y Marbella. Uno de los últimos destinos fue Buenos Aires, este mismo mes de febrero.

Su familia directa, formada por sus hijos, yerno y nuera, estuvieron junto a él hasta el último momento y también pudieron despedirse. Así lo confesaba Olivia, la primogénita y futura duquesa de Sevilla. Un título con grandeza de España y que el padre utilizaba exclusivamente en temas relacionados con actos institucionales, como era el encuentro de la Diputación de la Grandeza en el Palacio Real de Madrid. con el rey Felipe VI; evento anteriormente presidido por don Juan Carlos.

El monarca jubilado recibió la noticia de la muerte de su primo en su residencia de Abu Dabi. Según cuentan a Vanitatis, la información de la nueva tragedia le ha afectado de una manera muy directa. Hace diez días fallecía su hermano, Alfonso de Borbon y Escasany, a los 80 años. El rey emérito siempre mantuvo una buena relación con sus primos lejanos, que a diferencia de los Borbón Dampierre (Gonzalo y Alfonso); nunca dieron que hablar en temas couché.

Quizá Francisco, al que se le conocía familiarmente como Paco Sevilla, a causa de su título, fue el que ocupó algunos titulares en las revistas del colorín. Se casó tres veces. La última fue con Piti Vargas-Zúñiga, a la que el marido fallecido cuidaba dado su delicado estado de salud.

Su primera mujer y madre de sus hijos, la condesa Beatrice Von Handerberg-Furstemberg, conocida como la duquesa de las ranas por su afición a coleccionar en todas sus variantes este batracio, fue una mujer potente, cariñosa y profesionalmente muy activa en el mundo de la moda al ser la primera mujer que dirigió Vogue España. Con el tiempo mantuvieron una buena relación.

Francisco y Beatrice formaban un matrimonio de reportaje de revista. Veraneaban en Marbella y la imagen de la pareja con los tres niños rubios -Olivia, Critina y Francisco- era de anuncio. No hubo rumores de desavenencia hasta que lo anunciaron. La ex duquesa vivió un tiempo en la casa familiar con los hijos hasta que se trasladó a Miami. Para el duque está separación resultó muy dolorosa y llegaron a un pacto. Olivia, la mayor, viviría con él en España y los pequeños en Estados Unidos. El cambio no resultó y Beatrice regresó a España y se instaló en un chalet en Las Rozas, una localidad cercana a Madrid.

Francisco se volvió a casar, se divorcio y repitió con la que ahora es su viuda. No tuvo suerte en el amor, pero sí en cambio en aspecto laboral, donde sus negocios, inversiones y empresas han funcionado bajo su dirección; algunas de ellas compartidas con su hermano Alfonso.

Mantenía la casa de Madrid, en Puerta de Hierro y la de Marbella. El chalet de la Costa del Sol era su paraíso, donde vivía su hija Olivia con sus hijos y su marido Julian, quien ha sido uno de los grandes apoyos tanto del suegro como de su mujer.

Una de las grandes tragedias en la biografía de Francisco de Borbón fue la muerte de su hija Cristina. Una chica demasiado sensible para un mundo en el que no quiso vivir. Fue un antes y un después en la existencia del padre. Se volcó en sus nietos a los que veía a diario, ya que las casas de su hija Olivia y la suya se encontraban en la misma zona. Cuando decidieron instalarse en Madrid en septiembre pasado, el padre y abuelo abandonó Marbella para no perderse la crianza de los niños a los que adoraba.

Y así nos lo contaba el año pasado en el 50 cumpleaños que Julian Porras-Figueroa le organizó a Olivia en el club Puerta de Hierro. “Son un encanto, listos y muy cariñosos. Lo paso muy bien con ellos”. Esa noche recibió las felicitaciones de algunos invitados por su tercer libro publicado unos meses antes. “Escribo en mis ratos libres. Es una de mis aficiones que me permite tener la mente funcionando. Mis memorias son un legado para mis hijos y sobre todo para mis nietos. Que conozcan la vida que me tocó vivir, que no fue fácil”, aseguró.

A la fiesta también acudió su hermano Alfonso, del que ya se sabía que estaba en tratamiento contra el cáncer. “Alfonso es un hombre muy fuerte y esperemos que todo vaya bien. Solo Dios lo sabe y es en quien hay que confiar”, aseguró el duque de Sevilla al respecto.

Todos los que han tratado a lo largo de su existencia lo definen como un hombre honesto, muy culto y con un gran éxito entre el sector femenino. Estos últimos años con dedicación plena a su mujer, que padece la enfermedad del olvido. Ha dejado un buen legado a su hija Olivia, quien hereda un título que su padre llevó con humildad y honor.