Miley Cyrus se confiesa en una entrevista y habla de su ansiedad, su Dios, y su especial relación con Dolly Parton
En esta nueva era, el aplauso no se busca, se siente. Miley ya no sale de gira, porque su cuerpo y su voz —únicas, frágiles, rotundas— necesitan otros cuidados
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Miley Cyrus, la niña prodigio que se hizo mujer bajo el foco de los reflectores, ha encontrado en un trofeo dorado la caricia que no sabía que necesitaba. Podría parecer una simple estatuilla, un Grammy más para una artista que ha vivido todas las metamorfosis posibles frente al ojo público. Pero no. Este galardón por 'Flowers' ha sido, según ella misma ha confesado en una entrevista íntima para Apple Music, una tirita emocional, un bálsamo para su yo más vulnerable.
No pensaba ir, dice, no iba a actuar, asegura. Pero allí estuvo, en pie ante Oprah, luchando contra una ansiedad que, como a tantos, le dejó la pandemia. La niña que se escondía tras los vestuarios de Hannah Montana, la rebelde que desafió moldes, necesitaba esa validación tangible, el abrazo simbólico de una industria que muchas veces duele. Y al fin lo tuvo. Porque incluso las estrellas también buscan su redención.
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Miley ha aprendido a mirar hacia adentro, confiesa en la entrevista. Lejos de las estridencias y los titulares fáciles, la artista ha abierto una nueva etapa marcada por una sobriedad que, como ella misma define, es su Dios. Atrás queda aquella casa psicodélica en las colinas, pintada de negro y arcoíris, símbolo de una época intensa y al borde. Hoy, la serenidad ocupa su lugar. “La sobriedad ha cambiado mi vida”, confiesa a Apple sin titubeos, como si de una declaración sagrada se tratase.
En esta nueva era, el aplauso no se busca, se siente. Miley ya no sale de gira, porque su cuerpo y su voz —únicas, frágiles, rotundas— necesitan otros cuidados. Un diagnóstico de Edema de Reinke y un gran pólipo en las cuerdas vocales han sellado esa decisión. “Es como correr una maratón con pesas en los tobillos”, admite. Por eso, su universo creativo se transforma en película, en experiencia, en ceremonia. 'Something Beautiful' no es solo un álbum, es una forma de vivir el arte desde el ritual. Música pop, sí, pero tejida con gongs, texturas electrónicas, piano sagrado y sueños que se expanden más allá del oído.
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La influencia de las grandes tampoco se disimula: Dolly Parton, su madrina y mentora, ha sido musa e impulsora de temas como 'More to Lose' o 'Every Girl You've Ever Loved'. Entre risas y anécdotas navideñas, Dolly no solo empujó su creatividad, también le recordó el rigor y el compromiso de un proyecto artístico verdadero. Con ella no hay escapatoria: 45 minutos de charla en coche bastaron para que Miley saliera de ese encuentro con dos canciones nuevas… que aún no había escrito.
Y como buena heredera del pop —de los Beatles a Madonna, como ella misma evoca— Cyrus sabe escuchar. Habla con admiración de Stevie Nicks y Elton John, de cómo se mantienen actualizados, de cómo las leyendas también son fans. Mira con respeto a Beyoncé, “la madre del mundo”, pero se sitúa en otro lugar: “Yo soy más la amiga del mundo”, dice con honestidad, sabiendo que no necesita tronos para ser escuchada.
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Así, entre conversaciones, recuerdos y confesiones, Miley nos invita a verla sin filtros. A dejar atrás la caricatura mediática y descubrir a la mujer que hay detrás de la artista. La que se emociona al ver cantar a Chappell Roan o Sabrina Carpenter. La que sabe que ganar un Grammy no es lo más importante, pero a veces puede sanar más que mil aplausos.
Hoy, al buscar su nombre en Google, aparece la frase: “Miley Cyrus, artista ganadora de un Grammy”. Y aunque no lo necesitaba para ser quien es, esa línea le ha devuelto algo de lo que un día perdió.
Miley Cyrus, la niña prodigio que se hizo mujer bajo el foco de los reflectores, ha encontrado en un trofeo dorado la caricia que no sabía que necesitaba. Podría parecer una simple estatuilla, un Grammy más para una artista que ha vivido todas las metamorfosis posibles frente al ojo público. Pero no. Este galardón por 'Flowers' ha sido, según ella misma ha confesado en una entrevista íntima para Apple Music, una tirita emocional, un bálsamo para su yo más vulnerable.