María Corina Machado, ganadora del Premio Nobel de la Paz 2025, el corazón detrás de la ‘dama de hierro’: familia, amor y las culpas que no se perdona

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A los 58 años, María Corina Machado ya no es solo una figura política: es un símbolo emocional para millones de venezolanos que ven en ella la encarnación de la resistencia frente al poder de Nicolás Maduro. Pero detrás del temple que le ha valido el apodo de “la dama de hierro venezolana” existe una mujer atravesada por la pérdida, el amor discreto y una culpa que todavía la acompaña.

Hija de la psicóloga Corina Parisca Pérez, descendiente del escritor Eduardo Blanco, y del empresario del acero Henrique Machado Zuloaga, fallecido en 2023, María Corina creció en un hogar marcado por el sentido del deber y la conciencia social. Estudió en la Academia Merici y se graduó en Ingeniería Industrial en la Universidad Católica Andrés Bello, antes de pasar por Yale, donde afianzó su visión de liderazgo y servicio público.

Hoy, recién galardonada con el Premio Nobel de la Paz por su lucha por la democracia y los derechos humanos, la líder de Vente Venezuela vive el momento más intenso de su carrera. Pero también, el más introspectivo. Divorciada desde hace años de Ricardo Sosa Branger, padre de sus tres hijos: Ana Corina, Ricardo y Henrique, ha encontrado desde hace una década una compañía serena en Gerardo Fernández Villegas, un abogado constitucionalista de perfil bajo pero de vasta trayectoria académica.

Se conocieron “por la democracia”, recuerda ella con ironía. Él había llegado al partido para asesorar en materia constitucional y, poco a poco, la complicidad se transformó en una relación sólida, tejida fuera del ruido político. Fernández, caraqueño de 64 años, es profesor universitario, miembro de la Academia de Ciencias Políticas y Sociales y autor de varios libros sobre derecho público. “Compartimos el mismo sueño: una Venezuela libre”, ha dicho Machado sobre él.

Su vida familiar, sin embargo, no ha estado exenta de sacrificios. Sus hijos viven fuera del país, parte de la diáspora que ella misma denuncia. En entrevistas ha confesado que lo más duro ha sido perderse momentos irrepetibles: “Llega el día de su graduación y tú eres la única mamá que no está presente”, dijo entre lágrimas en un pódcast.

De este modo, mientras el mundo la celebra como heroína política, María Corina sigue librando su batalla más íntima: la de conciliar su rol de madre, pareja y mujer con el peso de una causa que no le permite descansar. Porque incluso cuando apaga los reflectores, su corazón sigue latiendo por Venezuela.