Mónica Naranjo y otros famosos que abrazan la fe: la espiritualidad (inesperada) de las estrellas
La artista, símbolo de libertad y rebeldía, se ha sumado a la lista de rostros conocidos como Jaime Lorente o el influencer Pablo Garna —que se ha hecho cura— reconociendo su faceta más desconocida
Mónica Naranjo, en una foto de archivo. (EFE / Sergio Pérez)
Hay momentos en los que una frase abre una grieta en el imaginario colectivo. Mónica Naranjo, la diva de voz descomunal y estética transgresora, sorprendía hace unos días al revelar en un podcast una faceta muy íntima: la de una mujer profundamente creyente, que reza, va a misa y ve en la fe una brújula moral y emocional. Unas declaraciones que chocaron con su imagen de los años 90, cuando se presentó como una mujer poderosa, símbolo de libertad y provocación.
Lo hizo durante una charla en ‘Tengo un plan’, un espacio de crecimiento personal y coaching, en la que habló de la importancia de la religión con la misma contundencia con la que canta. “Si Dios está contigo, ¿quién puede estar en contra? Nadie”, dijo sin pestañear. Una confesión que abre un debate interesante: ¿por qué nos sorprende tanto que un famoso sea creyente?
La artista lo comenta sin impostura ni misterio, con la naturalidad de quien lleva años conviviendo con esa certeza. “La fe es lo que nos agarra en los momentos más difíciles. La religión da valores. Y los valores son muy importantes en la vida de los seres humanos”.
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"Si Dios está contigo, ¿quién puede estar en contra? La Fe es más importante de lo que creéis". pic.twitter.com/NsDiH4kp8b
Mientras hablaba, la artista —que atraviesa uno de los momentos más luminosos de su carrera con su gira 'Puro Hits World Tour'— dejaba claro que, para ella, la espiritualidad no es una moda ni una pose. “El amor es Dios. Es lo más grande que hay en la vida. Es lo que nos mueve todos los días”, afirmaba con convicción.
Pero, en realidad, no lo están tanto. Su confesión ha abierto un debate público que, de algún modo, vuelve a situarla en el terreno de la transgresión. Esta vez no desde la estética o la actitud, sino desde la fe. En torno a esa reflexión —creer o no creer, y qué significa hacerlo siendo famoso— se ha generado un ambiente de curiosidad, desconcierto y, para algunos, incluso de incomodidad.
Mónica Naranjo, en una foto de archivo. (EFE / Media Room)
Lo que más asombra no es que Mónica Naranjo sea creyente, sino que lo diga. En una industria que a menudo asocia espiritualidad con dogma o con moral conservadora, profesar abiertamente una fe —católica, budista o de cualquier tipo— todavía se percibe como un gesto incómodo. Pero algo está cambiando porque la suya no es una excepción aislada.
En los últimos meses, varias figuras del panorama artístico y mediático han hablado sin miedo de religión, en un contexto donde durante años pronunciar la palabra “Dios” en público era casi una excentricidad. Quizá, en tiempos de incertidumbre y exposición permanente, creer vuelve a ser una forma de sostenerse para estas personas.
Jaime Lorente: la fe como refugio y reconciliación
Uno de los testimonios más sinceros ha sido el de Jaime Lorente. El actor de ‘La Casa de Papel’ ha decidido hablar sin miedo de su catolicismo. En una entrevista en el pódcast 'El Cafetal', reconocía haber sentido vergüenza en el pasado por admitir su fe. “He negado muchas veces a Dios por miedo a que me encasillen o me insulten, pero yo soy creyente y trato de hacer las cosas mejor desde mi experiencia espiritual”, confesaba emocionado.
“En mi casa, la fe no se nos enseñó, se nos demostró. Mis padres me mostraron una forma de amar basada en el respeto y en el abrazo, no en el látigo”, plantea una visión cálida y personal, muy alejada de la rigidez doctrinal. Un discurso que, sin alejarse de lo humano, reivindica la religión como refugio, no como bandera.
Pablo Garna: del ‘influencer’ al seminario
Más radical es el caso de Pablo Garna, el influencer granadino que ha decidido dejarlo todo para convertirse en sacerdote. Con más de 700.000 seguidores y una prometedora carrera en redes, se despide del mundo digital para “vivir en Cristo”. Anunció su decisión con un vídeo viral grabado en la playa descalzo en el que declaró que lo único que quiere en esta vida es “ser santo”.
Su último post en redes, antes de ingresar al seminario, resumía su determinación. "Lo cierto es que tengo bastante vértigo y que cantidad de veces a lo largo de esta semana he tenido dudas. Pero al final, en mi corazón, hay una certeza: saber de quién me he fiado", escribió.
Su historia ha generado un eco inesperado, con miles de jóvenes compartiendo su testimonio. No es casual: Garna bebe del movimiento Hakuna, fundado por el sacerdote José Pedro Manglano, que ha sabido traducir la liturgia al lenguaje del siglo XXI mediante un grupo pop. Influencers como María Pombo o Claudia Osborne no han dudado en mostrarle su apoyo público.
De Madonna y Tom Cruise a Penélope Cruz: distintas formas de creer
El fenómeno no es nuevo, pero sí diferente. A lo largo de las últimas décadas, la relación entre celebridad y religión ha pasado del escándalo al matiz. Si Madonna, en los 80, hizo del catolicismo un campo de batalla estético —la “blasfemia” como performance—, hoy figuras como Penélope Cruz prefieren la espiritualidad íntima y cotidiana. “No tengo una religión concreta, pero sí creo en Dios. Rezo por las noches y doy gracias por lo que tengo”, dijo en RTVE.
En el otro extremo, hay quienes han convertido la fe en un nuevo comienzo. Daddy Yankee, tras más de treinta años en los escenarios, anunció su retirada para dedicar su vida a Cristo. “Trataba de llenar un espacio, pero me faltaba algo para sentirme completo”, dijo entre lágrimas en su último concierto en Puerto Rico. Sus nuevos temas —con títulos como 'Donante de sangre' o 'Bailando en la lluvia'— son auténticas alabanzas.
Penélope Cruz en un concierto Bad Bunny, en el Coliseo de Puerto Rico en San Juan (Puerto Rico). (EFE / Eric Rojas)
Como él, el también reguetonero Héctor 'El Father' Delgado. Solo algunos recordarán que Tito 'El Bambino', antes de ser un solo, era un dúo, pues su compañero Héctor abandonó la música para predicar. Y en Hollywood, Denzel Washington o Natalie Portman reivindican abiertamente su creencia —cristiana y judía, respectivamente— como motor vital.
En el extremo opuesto están figuras como Madonna o Tom Cruise, cuya relación con la religión ha sido más polémica que serena. La primera, excomulgada tres veces por la Iglesia católica, ha convertido la fe en una performance tan provocadora como identitaria.
Su guerra con el Vaticano, que comenzó con ‘Like a Prayer’ y continúa en la era de la inteligencia artificial con sus recientes imágenes con el papa Francisco generadas por IA, sigue siendo un pulso entre arte, transgresión y espiritualidad. Sobre todo esto último, pues ha comulgado con distintas religiones a lo largo de su vida.
Madonna y Lourdes León posan en París. (REUTERS / Gonzalo Fuentes)
Cruise, por su parte, es el rostro más visible de la Cienciología, una doctrina fundada por el escritor L. Ron Hubbard que mezcla espiritualidad, autoayuda y pseudociencia. “Es una religión porque se trata del espíritu, de ti como ser espiritual”, ha explicado el actor. Su fe, tan controvertida como férrea, resume la paradoja moderna: la búsqueda de trascendencia en un mundo hiperindividualista.
En un tiempo de exceso, inmediatez y exposición digital, la fe —sea religiosa o espiritual— parece haberse convertido para muchos famosos en una forma de equilibrio o autoconocimiento. Algunos la viven como entrega, otros como herramienta interior o como símbolo de identidad.
Más que una coincidencia, hay un hilo común y es la búsqueda de sentido en medio del ruido. Es querer encontrar una forma de silencio, de pausa. No siempre dentro de los templos, pues para unos es rezar; para otros, meditar o simplemente agradecer. Pero el impulso es el mismo: volver a lo esencial. Una manera de dar sentido al caos.
Hay momentos en los que una frase abre una grieta en el imaginario colectivo. Mónica Naranjo, la diva de voz descomunal y estética transgresora, sorprendía hace unos días al revelar en un podcast una faceta muy íntima: la de una mujer profundamente creyente, que reza, va a misa y ve en la fe una brújula moral y emocional. Unas declaraciones que chocaron con su imagen de los años 90, cuando se presentó como una mujer poderosa, símbolo de libertad y provocación.