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¿Genios del lujo o alquimistas de lo hortera?
  1. Gastronomía

¿Genios del lujo o alquimistas de lo hortera?

“Una euforia postiza a lo Doris Day”. Así calificó la crítica de restaurantes de Il Sole 24ore a la última extravagancia (¿o calculado ejercicio de branding?)

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¿Genios del lujo o alquimistas de lo hortera?

“Una euforia postiza a lo Doris Day”. Así calificó la crítica de restaurantes de Il Sole 24ore a la última extravagancia (¿o calculado ejercicio de branding?) de Stefano Dolce y Domenico Gabbana. Esto ocurrió poco después de la inauguración del restaurante Gold en Milán en noviembre del año pasado. “Las lámparas recuerdan al vestido de Barbarella, hacen pensar en Jane Fonda y Pierre Cardin”, continuaba Camila Baresani, que también se quejaba amargamente de la carta y del tamaño de las raciones.

Todo es “un poco Trump Tower, un poco como ese lujoso vintage de los cincuenta tan de moda entre los anticuarios de Brera [uno de los barrios más bohemios de la capital lombarda]”. Ella fue una de las pimeras en poner a caer de un burro este local que para otros simboliza el más refinado lujo. Meses después de la apertura, el chef Giacomo Gallina reconocía que no le gustan las críticas, pero que las acepta.

Lo que ocurre con Gold es lo mismo que pasa con todo lo que hacen estos diseñadores no aptos para mentes indiferentes. O se les considera genios del lujo o alquimistas del mal gusto. ¿Qué se debe pensar cuando nada más entrar en el restaurante uno se reboza en oro y mármol arabescado? Definitivamente, Gold está planteado para una clientela VIP o al menos wannabe, sólo hay que echarle un ojo a su página web para ver cómo fardan de los amiguetes que se han pasado a probar la experiencia: Pierre Casiraghi, Bar Rafaeli, Kylie Minogue o la omnipresente Paris Hilton. Todos, encantadísimos de conocerse, posan en el lounge bar solos o acompañados de los padres de la criatura.

Vamos a lo que importa, que de las crónicas sociales ya se encargan magistralmente Paloma Barrientos y Arantxa Palacios. ¿Qué se puede esperar de Gold como restaurante? Una carta resplandeciente –áurica, podríamos decir tras ver la carpeta dorada en la que se presenta– basada en la gastronomía italiana más clásica.

En ella se combinan básicos del fondo de armario (en este caso sería más propio decir ‘de alacena’) como los risotti con recetas más originales como el bacalao con patatas y trufa negra o la terrina de anguilas, espinacas y pimientos. En los primeros platos prima la pasta: papardelle, spaghettoni o rigatone, con cordero, brécol o frutti di mare, entre otras opciones.

Cualquiera de los platos de Gold se puede disfrutar en casa. Domenico y Stefano, apañados como son, han pensado en los más tímidos. La comida para llevar más pija del mundo ni siquiera se llama take away. Aquí se va de compras, más exactamente de food shopping: es posible encargar cualquier plato de la carta (también el vino o los postres) para comer fuera del restaurante: será elaborado y colocado en unas elegantes bolsas doradas para poder proseguir la velada en la intimidad… de la suite presidencial de cualquier cinco estrellas gran lujo.

“Una euforia postiza a lo Doris Day”. Así calificó la crítica de restaurantes de Il Sole 24ore a la última extravagancia (¿o calculado ejercicio de branding?) de Stefano Dolce y Domenico Gabbana. Esto ocurrió poco después de la inauguración del restaurante Gold en Milán en noviembre del año pasado. “Las lámparas recuerdan al vestido de Barbarella, hacen pensar en Jane Fonda y Pierre Cardin”, continuaba Camila Baresani, que también se quejaba amargamente de la carta y del tamaño de las raciones.