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Camuri o comer frente al mar todo el año
  1. Gastronomía
fusión mediterránea y japonesa en estepona

Camuri o comer frente al mar todo el año

Marbella vive desde hace años disfrazada de un lujo algo impostado. Afortunadamente aún quedan en la Costa del Sol lugares con cierto encanto.

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Marbella vive desde hace años disfrazada de un lujo algo impostado. Los nuevos ricos que se siguen acercando a la ciudad malagueña, árabes, rusos y anglosajones en su mayor parte, atestan locales de ocio en los que un consumidor ‘tipo’ se agencia dosis de estatus a golpe de talonario como quien se inyecta botox. Están dispuestos a pagar mucho por poco, ya que estar allí es la clave; pero lo cierto es que muchas de esas discotecas, pubs o restaurantes responden a una quimera estamental orquestada para inflar precios. Afortunadamente aún quedan en la Costa del Sol lugares con cierto encanto a los que uno puede acudir sin necesidad de malversar sus ahorros.

A ese grupo pertenece el restaurante Camuri en su doble versión. Tiene dos sedes, una de reciente apertura en la Milla de Oro marbellí, cuna de ese glamour que se confunde en ocasiones con lo feriante, y otra en las playas de Estepona. Con una carta vocacionalmente perfeccionista, que mezcla con solvencia los platos de origen oriental y la cocina mediterránea, la sede urbana de Camuri está preparada para albergar a unos 270 comensales. Dividido en tres zonas, consta de una terraza para comer al aire libre, un salón principal con un concepto más invernal, construido al calor de una chimenea, y un patio interior con cubierta opcional dependiendo de las condiciones climatológicas, muy indicado para la celebración de banquetes o grandes eventos. Este local, que en breve cambiará de nombre, todavía está buscando su sitio en el mapa de la restauración marbellí. Reseñable no obstante es su bodega, dotada con más de 250 referencias con las que acompañar carnes y pescados. No tiene aún la solera en la elaboración de los platos del restaurante Skina de Marbella, donde uno puede sucumbir ante una sólida e imaginativa alta cocina, pero lo cierto es que tampoco lo pretende ni tiene un ticket medio superior a los 100 euros como aquel.

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El que sin duda ya encontró su nicho es el Camuri situado a pie de playa. Se abrió hace tres años apelando a un concepto muy extendido en los últimos años por la Costa del Sol, el del chiringuito de toda la vida recubierto de una fina pátina de distinción que comulga con el entorno y que lo hace apetecible a paladares más selectos que el del típico dominguero. Su principal ventaja es su situación. Construido a escasos metros del mar Mediterráneo y elevado unos tres metros sobre la playa, el escaparate de Camuri es espectacular. La mirada del comensal coincide con el horizonte y, ya sea verano o invierno, las vistas son inmejorables. Las bondades del clima andaluz facilitan el disfrute de su terraza hasta bien llegado el invierno. No es raro encontrarse la zona exterior completamente llena en pleno mes de noviembre. No obstante, el escenario garantiza las vistas incluso en el día menos propicio para extender el mantel a la intemperie. La concepción del local interior, con un mural acristalado que rodea toda la sede, permite disfrutar del mar cualquier día del año y a cualquier hora.

Como en casa

Camuri está situado en la playa de Padrón y comparte escenario (el centro comercial Laguna Village) con un local muy frecuentado por la gente guapa de la zona, el Puro Beach, que regenta Rosauro Varo, pareja de la actriz Amaia Salamanca. A pesar de ser vecinos de comunidad, ambos locales responden a una concepción distinta del negocio, apuntada en las primeras líneas de este artículo. Los servicios son prácticamente los mismos (restauración, coctelería y alquiler de hamacas y camas balinesas), pero los precios del Puro se inflan hasta en un 50% en aras de esa exclusividad autoimpuesta por los ricos de la zona. A pesar de todo, no es raro ver en Camuri al séquito completo del príncipe árabe de turno desplazado hasta la ciudad.

En Camuri se come bien y barato. Predominan en su carta los platos frescos, destacando las ensaladas y los originales mixtos de maki y sushi, que incluyen las algas de sabores que tanto están triunfando en algunos locales de Madrid y Barcelona. Por encima de su magnífica situación geográfica y de su cocina, si por algo destaca este original restaurante es por el excelente servicio y el satisfactorio trato familiar que impera en el local. Sus dueños son dos hermanos, Alfonso y Claudio, y el hijo de uno de ellos, Alejandro, regenta el local. En Camuri se está como en casa; una casa, eso sí, con vistas al mar.

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Marbella vive desde hace años disfrazada de un lujo algo impostado. Los nuevos ricos que se siguen acercando a la ciudad malagueña, árabes, rusos y anglosajones en su mayor parte, atestan locales de ocio en los que un consumidor ‘tipo’ se agencia dosis de estatus a golpe de talonario como quien se inyecta botox. Están dispuestos a pagar mucho por poco, ya que estar allí es la clave; pero lo cierto es que muchas de esas discotecas, pubs o restaurantes responden a una quimera estamental orquestada para inflar precios. Afortunadamente aún quedan en la Costa del Sol lugares con cierto encanto a los que uno puede acudir sin necesidad de malversar sus ahorros.

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