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Las 'divinas' jaleas florales del Monasterio de Santa Paula en Sevilla
  1. Gastronomía
las jaleas de santa paula

Las 'divinas' jaleas florales del Monasterio de Santa Paula en Sevilla

Descubrí los claustros de Santa Paula y supe entonces que allí se hacían confituras y, sobre todo, que aquellas monjas fabricaban deliciosas jaleas.

Foto: Foto: Capriles
Foto: Capriles

Descubrí los claustros de Santa Paula, una mañana de Domingo de Ramos. Me sorprendieron el ambiente benigno y los faunos de los azulejos del claustro grande que parecen reírse de la santidad, como si todo lo humano estuviera sujeto a burla. Supe entonces que allí se hacían confituras y, sobre todo, que aquellas monjas fabricaban deliciosas jaleas. Cernuda, al rememorar los dulces conventuales, apunta que al morderlos se muerden los labios de un ángel, consumando el ensueño. Con estas jaleas florales las monjas han captado lo que de la ciudad presienten, el olor. Azahar, jazmín y rosa resumen el perfume de sus recoletos jardines. Azahar, rosa y jazmín asumen el aroma de Sevilla. Me dije ¿Qué mejor embeleso? Paladear el céfiro a modo de sacramento lascivo.

Al llevarme a la boca esa piel delicada, cumplo con aquel rito arcaico de la comunión por el que cada lamido se convierte, más que en el lengüetazo del titán, en renovado misterio. Sublime misterio por el que aroma y sabor nos revelan el espíritu de patios y plazuelas, de la exhalación floral que te asalta en la noche deambulando por Sevilla. Preciada delicia la de acercar a la boca un si tenue manjar. Ninguno más sutil y placentero. Un ápice de estas golosinas renueva la ilusión. Tenue y sugestiva aventura, viaje iniciático hacia el hálito de la ciudad amada. Pues no hay mejor goce que el secreto, a modo de rapto voluntario.

Os sugiero tomar estas laminerías a cucharaditas entre sorbo y sorbo de té. El té blanco Yin Zhen –o agujas de plata– me parece idóneo, lo vende una muchacha de mirada cándida en el nº 2 de la vecina plaza de San Marcos. También podéis tomar la jalea de jazmín untada sobre un mollete tierno, acompañada de otro té blanco, el Pai Mu Tan o peonia blanca; la de azahar convendría tomarla sobre una rebanada de pan de espelta de la panadería de Fidel acompañada de té verde Japan Bancha y la de rosa sobre tajadillas de queso de Burgos acompañadas de un Darjeeling de primavera. Sin exagerar nunca la cantidad de jalea sobre el pan es, sin embargo, preciso que el labio palpe la suave textura mientras se muerde, apreciando en todo momento textura y aroma.

Desconozco, claro está, la receta de las monjas de Santa Paula que ellas guardan con celo, como valioso tesoro. Os recomiendo que no dejéis de comprar sus exquisitas golosinas a estas monjas jerónimas. Primero, por ser excelsas. Segundo, porque contribuís a perpetuar un modo de hacer y de existir. Tercero, para acceder al recoleto compás y al primoroso cuarto de los dulces. La compra misma es un ritual que os aconsejo, venid hasta el convento una mañana de primavera, llamad al timbre del portalón marcado por el nº11 y una monja anciana acompañada por otra joven, no sé si todavía novicia o ya hermana consagrada, os conducirá a la dulcería, antesala del Paraíso.

www.santapaula.es

Descubrí los claustros de Santa Paula, una mañana de Domingo de Ramos. Me sorprendieron el ambiente benigno y los faunos de los azulejos del claustro grande que parecen reírse de la santidad, como si todo lo humano estuviera sujeto a burla. Supe entonces que allí se hacían confituras y, sobre todo, que aquellas monjas fabricaban deliciosas jaleas. Cernuda, al rememorar los dulces conventuales, apunta que al morderlos se muerden los labios de un ángel, consumando el ensueño. Con estas jaleas florales las monjas han captado lo que de la ciudad presienten, el olor. Azahar, jazmín y rosa resumen el perfume de sus recoletos jardines. Azahar, rosa y jazmín asumen el aroma de Sevilla. Me dije ¿Qué mejor embeleso? Paladear el céfiro a modo de sacramento lascivo.

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