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Percebes y arroces en la Costa Vicentina
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Viajes gastronómicos

Percebes y arroces en la Costa Vicentina

Antes de llegar a doblar el Cabo de San Vicente, el extremo más occidental del viejo continente, zona azotada por vientos casi perpetuos

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Antes de llegar a doblar el Cabo de San Vicente, esa zona azotada por vientos casi perpetuos que suponeel extremo más occidental del viejo continente, en Vila do Bispo, capital del ‘perceve’, tomamos la estrecha pero preciosa carretera N-122, que corre paralela a la costa entre los pinos y eucaliptos del Parque Natural del Alentejo. Dejamos atrás Carrapateira y sus paradisiacas playas de Amado y Bordeirapara llegar al pueblo blanco de Aljezur, cuyo mercado de abastos bien merece una breve visita, ya que tiene uno de los mejores pescados y mariscos de la zona a precios más que razonables.

Desde allí nos dirigimos a la costa, para llegar al pueblo más hippie de la zona. Monte Clérigo, apenas una pequeña colina de casitas bajas y coloridas sobre la misma playa. Valeria, una guapa y simpática rubia californiana de Santa Barbara, expone su artesanía, fotografías sobre troncos de madera y ropa surfera en una diminuta tienda llena de encanto. A unos metros, A Redes, una terraza coqueta para tomar unas raciones de almejas y navajas buenísimas con una botella de vino blanco bien fría.

Pero esta vez, nuestro destino está al otro lado de la colina, sobre la playa de Amoreira, la más salvaje, extensa y bonita, cuyo arenal se extiende tierra adentro, siguiendo el curso de la pequeña ría. Sobre la playa, en un acantilado, La Taberna do Gabriel, cuya terraza protegida de los vientoses casi el observatorio perfecto desde donde se goza de las mejores vistas de toda la comarca. Es el lugar ideal para darse un homenaje y disfrutar de una gran comida.

Los acantilados que dibujan toda la costason auténticas empalizadas que soportan los embates del océano como auténticas fortalezas y dan unos buenísimos percebes, ya que deben agarrase con fuerza y soportar las aguas más frías de toda la Península.

Extraordinarios y con profundo sabor a mar. 20 eurospor medio kilo de buen percebedan paso a unas muy sabrosas sardinas a la plancha y unos langostinos con salsa de whisky especialidad de la casa. Para terminar un arroz de corvina, delicioso, y muy abundante; todo ello acompañado de un vino blanco fresquito. El sitio es espectacular, la comida muy buena, sólo debe de mejorar un servicio muy tosco y seco, que sin embargo no quita un ápice de protagonismo a las vistas espectaculares y a la comida que allísabe a gloria.

Desandamos el camino hasta llegar a Sagres, antiguo centro del saber donde los científicos, marinos y cartógrafosimpartían y compartían el conocimiento que permitió los descubrimientos que primero Portugal y luego España completaron en el siglo XV. Hoy sigue siendo centro de reunión de cientos de turistas que cada día se asoman a sus escarpados acantilados para contemplar una de las puestas de sol más espectaculares. El astro se posa lentamente sobre un mar plano y azulpara descomponer su color hasta en tres tonalidades diferentes. En apenas unos minutos, como por un encantamiento, el sol desaparece tras la línea del horizonte, momento en el que el faro del Cabo de San Vicentecomienza rítmicamente a mostrar el rumbo a cuantos barcos alcanzan con su haz de luz. Un colofón único para una gran excursión y mejor comida.

Antes de llegar a doblar el Cabo de San Vicente, esa zona azotada por vientos casi perpetuos que suponeel extremo más occidental del viejo continente, en Vila do Bispo, capital del ‘perceve’, tomamos la estrecha pero preciosa carretera N-122, que corre paralela a la costa entre los pinos y eucaliptos del Parque Natural del Alentejo. Dejamos atrás Carrapateira y sus paradisiacas playas de Amado y Bordeirapara llegar al pueblo blanco de Aljezur, cuyo mercado de abastos bien merece una breve visita, ya que tiene uno de los mejores pescados y mariscos de la zona a precios más que razonables.

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