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Hotel la Casa del Califa en Vejer de la Frontera, parada gastronómica obligada
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Hotel la Casa del Califa en Vejer de la Frontera, parada gastronómica obligada

Vejer de la Frontera, antiguo bastión amurallado, hoy luce blanco y encalado en lo alto del promontorio que domina la planicie por la que discurre el río

Foto: Foto Web Hotel La Casa del Califa
Foto Web Hotel La Casa del Califa

Vejer de la Frontera, antiguo bastión amurallado, hoy luce blanco y encalado en lo alto del promontorio que domina la planicie por la que discurre el río Barbate hasta que desaparece en el mar. Desde Vejer la silueta de África se perfila nítida en los días más claros y atrae como un karma a cuantos relajan su mirada en ella. A solo un paso de los grandes arenales que azotados por un viento casi continuo de un lado o del otro inunda el cielo de cometas que surcan el mar, serpentean callejuelas que suben y bajan y se retuercen en escorzos que descubren solitarias callejones y agradables terrazas.

Aquí se esconde un pequeño tesoro, el hotel La Casa del Califa, un conjunto de laberintos que encajan como en un laborioso puzle de rincones y espacios que desbordan encanto. Varios pozos, un par de callejuelas, tramos de escaleras que unen puertas, patios y ventanas, encajan como por encantamiento hasta formar uno de los hoteles con más personalidad y 'charme' de España.

La visita a este hotel debería ser el paso obligado, antes de saltar al otro lado del Estrecho. Desde ‘La Teteria’ en ‘Los Balcones del Califa’, una de las terrazas elevadas del hotel, se disfruta de maravillosas vistas al atardecer. Un momento entrañable y un lugar mágico desde el que se dispone de una asombrosa vista panorámica para perder la vista sobre el Estrecho, mientras pruebas tés marroquíes, cafés o buenos mojitos y pasteles árabes, para ir abriendo boca.

La atmosfera del hotel encandila y su cocina te atrapa. Su carta no es propiamente de fusión, es más bien una cocina de unión de dos continentes que se miran muy cerca y a los ojos. Cocina orgánica y de productos locales, huevos de corral, carnes de raza Retinto, verduras de temporada cultivadas en el valle y harinas de la Sierra de Málaga, entre otros.

El comedor en un sótano de techos abovedados y sillas de la India, se extiende y abre a un jardín de las ‘Mil y Una Noches’. El suelo se cubre con una alfombra de albero que se ilumina con la luz de las estrellas, se perfuma con el olor del jazmín y se refresca con el murmullo del agua de una fuente. Las velas y unas preciosas lámparas marroquíes iluminan tenuemente el encanto irrepetible del lugar.

Khadija, una chef marroquí, elabora una carta variada y original en la que predominan los platos del Magreb y se hacen constantes guiños a la cocina de Oriente Medio, donde Khadija vivió varios años. En suma, platos exóticos, llenos de sabor y significado. Un delicioso Tagra de Tánger, un pescado cocinado en tagine, muy rico y diferente. Un atún fresco y extraordinario cous cous; increíbles mezzes para tomar como entradas y buenas y tiernas carnes hechas a la parrilla.

De los postres, que merecen capítulo aparte, se encarga Amina Essaadi, una reputada pastelera que elabora a diario todos los postres que se sirven en El Califa. Postres diferentes a los que estamos acostumbrados a probar y para los cuales recomiendo se guarde siempre un hueco. Unos deliciosos pastelitos marroquíes, kunafa de Egipto, un buenísimo flan libanés y, un sutil helado de canela, son algunas de las maravillosas propuestas para poner el broche final a una esplendida velada.

Hotel Califa. Plaza de España 16, Vejer de la Frontera; Cádiz

Vejer de la Frontera, antiguo bastión amurallado, hoy luce blanco y encalado en lo alto del promontorio que domina la planicie por la que discurre el río Barbate hasta que desaparece en el mar. Desde Vejer la silueta de África se perfila nítida en los días más claros y atrae como un karma a cuantos relajan su mirada en ella. A solo un paso de los grandes arenales que azotados por un viento casi continuo de un lado o del otro inunda el cielo de cometas que surcan el mar, serpentean callejuelas que suben y bajan y se retuercen en escorzos que descubren solitarias callejones y agradables terrazas.

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