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Santander, gastronomía infinita
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Santander, gastronomía infinita

La postal más bonita de Santander es la de su fachada, espectacular paseo marítimo que se ve cuando llegas en barco desde la vecina Somo

Foto: Foto: Capriles
Foto: Capriles

La postal más bonita de la ciudad de Santander es la de su fachada, un espectacular paseo marítimo que se aprecia mejor cuando llegas en barco desde la vecina población de Somo, justo al otro lado de su cerrada bahía. En las populares lanchas Reginas da tiempo a contemplar el extenso arenal de El Puntal a un lado, enfrente la isla y el faro de la isla de Mouro y, ya en tierra firme, el bellísimo perfil de la ciudad con el Palacio de la Magdalena, enseguida el de Festivales del controvertido Sáenz de Oiza y el Hotel Real justo encima, junto a la casa de Don Emilio Botín. La vista continua recorriendo la línea del paseo marítimo desde Castelar hasta el Paseo Pereda donde atracan las lanchas. Allí el nuevo edificio de la Fundación Botín, transforma para siempre la fachada de la ciudad vista desde el mar.

Al bajar de las lanchas un desayuno en uno de los locales más típicos de la ciudad, El café Suizo frente al mar o detrás en la plaza de Pombo, en el café del mismo nombre.

Una visita al maravilloso Mercado de la Esperanza, un festival del mar donde la oferta de pescado es casi infinita: rapes, bonitos en temporada, mariscos, anchoas y bocartes, Una visita a la librería Estudio para adquirir libros interesantes de autores y temas locales. Para llevarse un recuerdo de Santander, dos opciones: en el centro, en la esquina de la calle Lealtad con la calle Cádiz, una tienda de enmarcación donde comprar acuarelas de la bahía o en Zubieta, en la plaza de Pombo que poseen el mayor banco de fotos de época de la ciudad y se pueden adquirir fotografías antiguas espectaculares.

En Santander como en cualquier ciudad del norte de España, la oferta de bares donde disfrutar de un buen aperitivo es extraordinario, desde las rabas de Gelín, cerca de Cuatro Caminos en la calle Vargas; a las innumerables y ricas tapas de Casa Lita, frente a Puerto Chico, o en el Cañadío una de las mejores barras del norte, parada y visita obligada siempre que estoy en la ciudad.

Para comer, El Serbal, el mejor restaurante de la ciudad de la bahía para mi gusto. Su atención en sala es excepcional y su carta de platos creativos con los mejores productos del mar y del campo de la región merece capitulo aparte. Por si fuera poco, este restaurante con estrella Michelin, dispone de un extraordinario menú gastronómico por solo 38€, así que no hay excusas.

Para cenar, La Mulata, donde encontramos producto marinero de categoría y uno de los mejores mariscos de Santander. Unas magnificas anchoas de Santoña sobre pimiento confitado, deliciosas y sabrosas las almejas de Pedreña a la marinera o a la sartén. La merluza rellena de centollo o el sapito, un rape pequeño, son de primera. Y los arroces, el cremoso de queso de Guriezo, es muy bueno, diferente y de gran sabor o, el de almejas para repetir una y otra vez.

Merece la pena pasar a conocer el Casino del Sardinero, pocas salas y mesas pero en un ambiente au´tentico y más acogedor que la mayoría. Para dormir nada como el Hotel Real, para despertarse con las mejores vistas de su hermosa bahía a la que cada poco tiempo necesito volver a ver.

La postal más bonita de la ciudad de Santander es la de su fachada, un espectacular paseo marítimo que se aprecia mejor cuando llegas en barco desde la vecina población de Somo, justo al otro lado de su cerrada bahía. En las populares lanchas Reginas da tiempo a contemplar el extenso arenal de El Puntal a un lado, enfrente la isla y el faro de la isla de Mouro y, ya en tierra firme, el bellísimo perfil de la ciudad con el Palacio de la Magdalena, enseguida el de Festivales del controvertido Sáenz de Oiza y el Hotel Real justo encima, junto a la casa de Don Emilio Botín. La vista continua recorriendo la línea del paseo marítimo desde Castelar hasta el Paseo Pereda donde atracan las lanchas. Allí el nuevo edificio de la Fundación Botín, transforma para siempre la fachada de la ciudad vista desde el mar.

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