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Una fabulosa escapada gastronómica a Barcelona
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Una fabulosa escapada gastronómica a Barcelona

Barcelona ciudad de espacios abiertos, arquitectura singular de edificios que violentan los cánones para crear oquedades y espacios inverosímiles, tiene una gastronomía sinigual

Foto: Barcelona. Foto: Capriles
Barcelona. Foto: Capriles

Barcelona es ciudad de espacios abiertos, calles alineadas y arquitectura singular que envidian el resto de capitales europeas. Edificios que violentan los cánones para crear oquedades y espacios inverosímiles al tiempo que desaparecen de la vista aristas y líneas verticales. Barcelona supo dar libertad y poner el dinero de los ricos comerciantes burgueses de finales del XIX al servicio de arquitectos brillantes que dotaron de una personalidad única a la ciudad para alumbrar el modernismo catalán. Un barrio gótico de callejuelas estrechas y pequeño comercio con encanto, sirve de semilla a una ciudad que se abre en el ‘eixample’ y en una Diagonal, ampulosa y moderna que sube la ciudad hasta Sarria. Es una ciudad que tuvo la fortuna de levantar casi al tiempo una catedral y dos basílicas, una de las cuales sirvió de guión al gran libro de Ildefonso Falcones.

Si iniciamos el paseo en el Gótico, hay que hacer parada obligada a desayunar en la churrería Banys Nous. Churros extraordinarios, siempre recién hechos y así cada día desde hace 57 años por un cordobés. Y en la granja (chocolatería) de al lado donde dicen que ponen un capuccino de campeonato. Sino un chocolate en la granja (chocolatería) Dulcinea, en la que en tiempos paraba el mismísimo Salvador Dalí,

Bajando por las Ramblas, nos encontramos con el populoso Mercado de la Boquería, donde acuden oleadas de turistas que lo recorren deambulando sin rumbo, mientras que las señoras del barrio acuden a comprar a diario pescados de impecables agallas rojas y ojos aún brillantes; puestos de setas que huelen a campo y a bosque y verduras y hortalizas que mantienen su rebosante color verde. A La Boquería se va sobre todo a reponer fuerzas, a dos de los puestos más populares, emblemáticos y señalados del escenario gastronómico barcelonés: El Quim y El Pinocho. El Quim es un bar del tamaño del resto de puestos del mercado, mantiene su barra siempre llena y dentro en apenas 4M2, Quim y otros 4 camareros maniobran con habilidad para no colisionar y servir vinos y cervezas, platos y raciones. Si quiere comer deje que sea el propio Quim quien le sirva y elija por Ud. A escasos metros, el omnipresente y simpático Pinocho, siempre al pie del cañón, sirviendo cañas y fabulosas raciones de berberechos.

Una comida bajo el hotel Vela, hermano gemelo del hotel Burj Al Arab de Dubai, frente a la playa en Pez Vela, del grupo Tragaluz. Un concepto con el que reinventan el chiringuito, dotando su espacio de diseño con una propuesta gastronómica de ensaladas, patatas picantes con cebolla caramelizada y un desliz de guindilla para calentar la boca y sus estupendas paellas de marisco y verdura principalmente; que se ponen en la mesa y se comen de la paella, arrastrando el arroz, bien hecho, desde el centro hasta la orilla, rascando el socarrat. Su gran terraza desde la que se contempla a los surfistas en el agua, obliga a alargar la velada entre cócteles.

Para cenar, algo más moderno, sin abandonar la zona y junto al mar, Carpe Diem, cocina asiática en la que tienen cabida desde los sushis, sashimis y tatakis japoneses, a recetas indias, como el pollo tikala, o tapas japonesas, rollitos vietnamitas de ternera, hamburguesa de ternera Wagyu, o un tagine de cordero y cous cous. La bodega bien surtida, con etiquetas de diversas denominaciones de origen españolas y de fuera con etiquetas de gran nivel que no son precisamente de precios populares.

Barcelona es ciudad de espacios abiertos, calles alineadas y arquitectura singular que envidian el resto de capitales europeas. Edificios que violentan los cánones para crear oquedades y espacios inverosímiles al tiempo que desaparecen de la vista aristas y líneas verticales. Barcelona supo dar libertad y poner el dinero de los ricos comerciantes burgueses de finales del XIX al servicio de arquitectos brillantes que dotaron de una personalidad única a la ciudad para alumbrar el modernismo catalán. Un barrio gótico de callejuelas estrechas y pequeño comercio con encanto, sirve de semilla a una ciudad que se abre en el ‘eixample’ y en una Diagonal, ampulosa y moderna que sube la ciudad hasta Sarria. Es una ciudad que tuvo la fortuna de levantar casi al tiempo una catedral y dos basílicas, una de las cuales sirvió de guión al gran libro de Ildefonso Falcones.

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