Lúbora, elogio del ceviche... y de una modernidad pausada
Lúbora reúne muchas de las señas de identidad de la nueva gastronomía creativa e informal que inunda las calles de Madrid. Y además tiene un ceviche fresco, divertido y picante
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Hay un plato -con permiso de los tartares- que se ha adueñado de las barras y comedores de casi cualquier restaurante que se precie de contemporáneo. Es, sí, el ceviche. Lo hemos visto en infinidad de variaciones: académicos, callejeros, clásicos, populares, imaginativos y algún que otro batiburrillo. Hoy traemos a esta página uno de los que nos gusta más y que seguramente no entra en ninguna clasificación al uso, pero del que nos engancha su sabor.
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Es el ceviche de Lúbora, un restaurante que lleva abierto apenas siete meses y que reúne muchas de las características de los locales modernos de Madrid: desenfado, platos para compartir, cocina informal…, pero con respeto y mimo por el producto. A su mando está el joven Raúl Harillo, que se curtió con algunos grandes -Goizeko Kabi, Pedro Larumbe, El Chaflán e, incluso, Diverxo-, y que, nos cuenta, ahora ha querido “hacer el restaurante al que a mí me gustaría ir”. De tan buenos maestros ha aprendido la importancia de contar con una buena materia y de saber cocinarla bien para que sepa rico (esto, que parece de Perogrullo, no lo es tanto. En serio).
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Por tanto, en Lúbora se come bien, que es lo importante. Pero también se ha cuidado el ambiente, que pretende -y lo consigue- transmitir buen rollo con pequeños detalles.
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No hay una decoración invasiva que reste protagonismo a la cocina, pero sí un aire muy cuidado en el que la madera y el azul plomo aportan tranquilidad, pero también juventud. Una botella de agua del grifo y un platillo de aceite en cada mesa son también una declaración de intenciones de una propuesta que se presenta alejada del ringorrango (y del sablazo).
¿Qué se come aquí? A mí me seduce sobremanera su ceviche -la receta, abajo-, pero hay muchos otros platos que no desentonan. Aquí hay atún rojo para dar y tomar: en tartar, tataki, plancha…, pero nosotros hemos probado esta semana fuera de carta un atún encebollado lleno de sabor que nos ha transportado en un bocado a Cádiz. Más cosas ricas: una burratina con salmorejo y salchichón ibérico, unos callos a la madrileña (picantes) con morro...
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No te vayas sin probar… Más allá del ceviche (que, como digo, es un gusto muy personal), merece la pena sucumbir a la tentación de un bao. Divertido y sabroso el Bao Lúa, con foie, ibérico, trufa y huevo frito.
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Para beber: el espíritu joven e inconformista se muestra también en una carta de vinos renovada que ha prescindido casi por completo de las D.O. clásicas -Ribera, Rioja…- y apuesta por otras referencias que animen al cliente a salir de la zona de confort y probar otras variedades. También acaban de sacar su primera cerveza Lúbora, una ‘ipa’ que puede ser del gusto de los amantes de las cervezas artesanas. En la etiqueta vemos a dos canes, protagonistas indiscutibles de todo el proyecto: son Lúa y Bora, las dos perritas del propietario, cuyas fotografías inundan la sala y cuyos nombres, además, han servido para bautizar al local.
Receta del ceviche de Lúbora: se limpia el gambón, se le quita la tripa y se macera con leche de tigre (hecha con zumo de lima, cebolla roja, guindillas y sal). Se deja reposar cinco minutos y después se coloca sobre pan de gambas con una hoja de sisho verde, huevas de trucha, cebolla roja, cilantro, rabanitos y una salsa hecha con base de kimuchi.
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Hay un plato -con permiso de los tartares- que se ha adueñado de las barras y comedores de casi cualquier restaurante que se precie de contemporáneo. Es, sí, el ceviche. Lo hemos visto en infinidad de variaciones: académicos, callejeros, clásicos, populares, imaginativos y algún que otro batiburrillo. Hoy traemos a esta página uno de los que nos gusta más y que seguramente no entra en ninguna clasificación al uso, pero del que nos engancha su sabor.