Pasión malagueña

Los vinos de Jorge Ordóñez & Co. nacen en las tierras de Málaga, en pleno corazón de la Axarquía, una región de relieve accidentado en la que las cepas parecen flotar sobre las pronunciadas pendientes. El cultivo de la vid se remonta aquí hasta el Bajo Imperio Romano. Sobrevivió a la dominación árabe, pese a las prohibiciones coránicas, para resurgir con fuerza después de que los Reyes Católicos lograsen la reconquista, en 1847. Fue entonces cuando se estableció la Hermandad de Viñeros, un gremio que debía velar por la formación de sus vinos y que hoy todavía subsiste, transformado en el Consejo Regulador.

Puede que su nombre no les suene, pero Ordóñez es uno de los mayores importadores de vinos españoles en Estados Unidos. Asociado con el elaborador Javier Alén y el periodista especializado Víctor Rodríguez, entre otros grandes hombres del vino, este malagueño ha creado ocho de los proyectos vinícolas más impactantes de todos los que han surgido en España en los últimos años.

De todos ellos, sólo la bodega de Málaga, en la que cuenta con un socio de excepción: el bodeguero austriaco Alois Kracher, lleva su nombre, porque, probablemente, Málaga es la clave de todo el tinglado, y sus vinos, su más íntima pasión. De hecho, Ordóñez y Kracher fueron quienes empezaron a vinificar los vinos dulces de esta tierra; antes las uvas de la zona eran comercializadas como pasas.

De los viejos viñedos cultivados en pendientes imposibles surge este Viejas Viñas 2004, un 100% moscatel de alejandría, con un color amarillo pajizo con reflejos dorados. En nariz es complejo y elegante, con una equilibrada conjugación de aromas tostados, apuntes minerales e hidrocarburos. En el fondo hay frutas bien maduras y ecos florales. En boca es dulce y fresco, untuoso, con mucha amplitud, finura y un retronasal muy largo. (Nota de cata: Ángel A. Vico).